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Un héroe empotrado en Santo Tirso.

Dos investigadores encuentran una estela de la Edad del Bronce en la ermita rupestre de Manzanal del Puerto.



La ermita ruprestre de Santo Tirso, en Manzanal del Puerto, esconde una estela de la Edad del Bronce. Los descubridores de la pieza, David Gustavo López y Oscar Guerra Pintor, consideran que se trata de una estela decorada influida por el estilo que se desarrolló en el suroeste ibérico pero de gran rudeza y con elementos de singularidad propia. Su cronología, siguiendo el criterio prácticamente unánime de cuantos han estudiado este tipo de estelas, se remontaría al Bronce Final o principios de la Edad del Hierro, es decir, entre los años 1200 y 600 antes de Cristo. Respecto a la función que desempeñó en origen, apuntan a que es probable su carácter funerario, ligado a un personaje destacado y heroizado por su grupo social, que le incluyó entre sus entidades protectoras. «Es por eso, también, que tumbas y estelas funcionaran como hitos de señalización territorial e indicadores de vías de paso, lo cual juega a favor de que la estela de Manzanal estuviera situada muy cerca de donde hoy se encuentra, tal vez en la propia gruta o en un lugar cercano, en el paso del puerto y cambio de vertiente hidrográfica», destacan.

Figuras.
La estela tiene grabadas seis figuras de rasgos esquemáticos y el lugar más destacado lo ocupa una figura cruciforme cuyo brazo transversal se dobla por ambos extremos en ángulo recto y prosigue en tramos verticales descendentes. «Tiene la especial singularidad de que bajo su brazo izquierdo presenta un hoyuelo o cazoleta, de unos 2,5 centímetros de diámetro, de cuyo fondo arrancan ocho muescas que se prolongan al exterior a modo de rayos solares», subrayan. David Gustavo López y Oscar Guerra Pintor añaden que si se tomara como referencia la clasificación establecida por Acosta para el Arte Rupestre Esquemático se podría decir que se trata de un antropomorfo de tipo golondrina junto con un soliforme, aunque también tiene parecido con un ídolo oculado.
Junto a la figura descrita existen cinco hoyitos, como cazoletas pequeñas, que parecen surgir de la cabeza del cruciforme y, casi alineados, descienden oblicuamente y atraviesan su brazo derecho. «Este detalle arroja pistas importantes sobre el origen de los grabados de San Tirso, pues es frecuente que el tema acompañe a los guerreros representados en las estelas decoradas del suroeste ibérico, como las de El Corchito (Cabeza del Buey), El Tejadillo (Capilla), La Dehesa de Benquerencia, La Barca (Esparragosa de Lares) —todas ellas en Badajoz— y las de Alamillo y El Mesto (Almadén), en Ciudad Real», describen.
A la derecha de la figura, otra más pequeña aparenta ser un antropoide que cubre su cabeza con un tocado o una diadema —propia del sexo femenino—, cuyos paralelos están claros en más de diez estelas del suroeste, algunas de ellas con representaciones de dos e, incluso, tres humanos, uno de los cuales es el diademado y otro parece ser el guerrero principal de la escena.
De las muchas hipótesis que tratan de dar significado a este tipo de personajes destaca la de Sebastián Celestino, arqueólogo investigador del CSIC, que los considera entidades protectoras del guerrero difunto. Los investigadores se preguntan si se trataría del sacerdote o sacerdotisa acompañando al difunto.
Prosiguiendo hacia la derecha, un nuevo antropoide de pequeño tamaño porta un puñal o espada en su mano derecha y un objeto circular en la izquierda que se puede identificar con un escudo, elemento presente en casi todas las estelas del suroeste, aunque siempre de gran tamaño, destacando sobre el resto de figuras, tal vez por el carácter mágico que se atribuía a este artefacto. «Sin embargo, las reducidas dimensiones que posee éste de Manzanal recuerdan enormemente a ciertos petroglifos gallegos, sirviendo de ejemplo el de la Pedra das Ferraduras, en Pontevedra», recalcan.
Sigue otro grabado con aspecto de reptil y concluye por la derecha con una línea vertical que cruza la piedra de arriba abajo. «Tal vez sea una lanza perteneciente a la panoplia del guerrero, frecuente en las estelas del suroeste, o bien de un signo que marca el límite de la zona expositiva», explican. Por último, hay que destacar la gran cruz existente en el extremo izquierdo de la piedra y que los investigadores piensan podría tratarse de otro antropomorfo. «Sin embargo, por las acanaladuras regruesadas y los trazos a dos profundidades que presenta, nos inclinamos a pensar en una cristianización de la piedra, remarcando la cruz sobre otro posible grabado que aquí existiera».
Extraído de Diario de León

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