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Azulejos, mística y matemáticas complejas.

Científicos de distintas especialidades confirman las fórmulas complejas y las cualidades místicas que encierran los azulejos y el sistema de alicatado islámicos.


Pequeñas piezas de cerámica de poco espesor y cara vidriada, resultante de la cocción a  altas temperaturas de una sustancia a base de esmalte que se torna impermeable y brillante. Eso son los azulejos (del árabe الزليج az-zulaiŷ , piedra pulida).  Pero algo nos dice en el corazón cuando contemplamos, por ejemplo, los que recubren La Alhambra de Granada o las mezquitas de Irán o Uzbekistán, que en realidad esos azulejos son mucho más. Y el corazón  no nos engaña.
En enero de 2007, una investigación de los profesores Peter J. Lu, de la Universidad de Harvard, y Paul Steinhardt, de la Universidad de Princeton,  publicada en la prestigiosa revista Nature, demostraba cómo  los diseños geométricos complejos utilizados en el arte y la arquitectura islámicos fueron planeados con un sistema de alicatado que no fue descubierto en occidente hasta cinco siglos después. Unos patrones de alicatado que, además,  no fueron montados utilizando compás y regla, como se había teorizado hasta entonces, sino teselando un pequeño número de azulejos diferentes con formas complejas.
Los investigadores argumentaban que esa técnica fue desarrollada a comienzos del siglo XIII a partir de los conocimientos de los matemáticos islámicos y que hacia el XV era ya lo suficientemente sofisticada como para producir unos patrones muy complejos descritos en nuestros días como cuasi-periódicos: parecen ser siempre regulares pero nunca se repiten exactamente.
Hasta la investigación de Lu y Steinhardt, era el físico matemático Roger Penrose quien había pasado a la historia de la ciencia en 1973 como “autor” de esos patrones complejos. Unos patrones que once años después, en 1984, también fueron encontrados en aleaciones de metal llamadas cuasicristales que parecían romper las reglas geométricas del empaquetamiento atómico. Los patrones en cuestión, denominados girih, consisten en formas de polígono y estrella entrelazadas con líneas en zigzag.
Según Lu y Steinhardt, los girih fueron producidos a partir de permutaciones de un puñado de formas que van desde pentágonos hasta lazos. Rollos de pergamino empleados por los artistas islámicos para explicar sus métodos muestran azulejos con esas formas, confirmando que fueron utilizadas como bases conceptuales. “Una vez que tienes los azulejos, puedes hacer patrones complicados, hasta los cuasicristalinos, siguiendo unas pocas reglas simples”, explica Lu. En efecto, los cuasicristales parecen mostrar simetrías de cinco, seis y doce ejes, que pueden ser superpuestas sobre sí mismas rotándolas en un quinto, un décimo o un doceavo de un círculo completo.
Un diseño de girih del santuario de Darb-i-Imam en Isfahan, Irán, construido en 1453, es casi idéntico a un alicatado propuesto por Roger Penrose cinco siglos más tarde. Uno de los rasgos hipnotizantes de estos patrones es que, como un verdadero cuasicristal, parecen regulares pero nunca se repiten exactamente.
“Yo hago la conjetura de que esto fue deliberado”, dice Lu. “Los matemáticos islámicos y los autores de esos alicatados quisieron extender el patrón sin que se repitiera. Aunque probablemente no eran conscientes de las propiedades matemáticas y de las consecuencias de la regla de construcción que idearon, ellos dieron con algo que derivaría en lo que entendemos hoy como un cuasicristal”.

¿Pero hasta qué punto eran o no conscientes de las propiedades de sus obras? El verdadero significado de las fórmulas matemáticas que empleaban o, en otras palabras, si su arte se trataba simplemente de un hermoso y matemático método de revestir superficies o de algo más profundo es algo que también ha llamado la atención de algunos científicos y ha suscitado no pocas polémicas. Oleg Grabar habla de formas esencialmente decorativas que crean un entorno en donde se trastocan las formas perceptivas habituales (un juego de positivo negativo que puede cambiarse en cualquier momento y provoca una sensación de inestabilidad, de fugacidad, de cambio en el espectador).
Otros como Lomba o Vilches relacionan esta geometría con la música (que en el fondo es pura matemática) y buscan sus antecedentes en las tradiciones pitagóricas recogidas en el ambiente helenístico de Damasco en tiempo de los Omeyas (siglo VII-VIII). Según estos autores, la decoración geométrica generaría en el que la contempla una especie de ritmos interiores (un tam-tam continuo) que transmitirían una sensación de paz y, en último extremo, sería un trampolín hacia meditaciones superiores.
Marçais o Titus Burckhardt coinciden en esta idea y la conectan con las prácticas sufíes en las que la danza rítmica de los derviches o la recitación del Corán son técnicas utilizadas para alcanzar la iluminación.
Extraído de Web Islam

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