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El secreto de las catedrales.

El historiador asturiano González Romero sorprende con una teoría que hermana los templos de León y Burgos.


Un estudio del historiador asturiano José Fernando González Romero está revolucionando el conocimiento que sobre las catedrales góticas y su construcción se tenía hasta el momento. Bajo el título de «El secreto del gótico radiante», publicado por Trea, González Romero recoge las similitudes de los siete templos más representativos de este estilo arquitectónico, semejanza que le lleva a pensar en la autoría de un mismo arquitecto, el maestro Enrique, una figura de la que apenas se tienen datos pero del que se sabe que trabajó en León y en Burgos, y que falleció en 1277.


El gótico radiante se caracteriza por una arquitectura sofisticada y refinada que constituye un momento de gran esplendor con la luz convertida en elemento destacadísimo en el interior de los edificios. El significado simbólico y la alta teología comparten protagonismo con las grandes vidrieras, en ocasiones rosetones radiantes que dan nombre al modelo arquitectónico. 

González Romero sostiene que en esta encrucijada de arte y espiritualidad «surgen siete templos de extraordinaria belleza que coinciden con el reinado de Blanca de Castilla». Un recorrido personal por los mismos, analizando detalles que, a su juicio, no han sido estudiados en demasía por ser de menor relevancia, le ha servido para apostar por el maestro Enrique como autor de los siete monumentos: cinco franceses, entre ellos, la fachada de Notre Dame de París, y dos españoles, las extraordinarias catedrales de León y Burgos. 

Hasta ahora, la identidad del maestro arquitecto que trabajó en todas ellas era un enigma, pero el historiador asturiano se arriesga a dar el nombre de Enrique como probable constructor. Se basa para ello en las muchas similitudes que pudo comprobar durante el minucioso análisis que le permitió observar, entre otros detalles, «la utilización del mismo arte de cortar la piedra, los mismos sistemas de drenaje, iguales plantillas arquitectónicas e idénticos botones florales».

Sin querer dar nada por cerrado y dejando abierta la puerta a otras explicaciones, González Romero trata de buscar la conexión existente entre las catedrales de León y Burgos con el gótico radiante francés, producido durante el reinado de Luis IX (1226-1270). Ese vínculo común entre los siete monumentos -el coro de la catedral de Troyes (1228-1231), la rosa septentrional de Chartres (1230), el cuerpo de la ampliación «rayonnant» de la basílica de Saint-Denis (1231-1241), la capilla real de Saint-Germain-en- Laye (1238-1241), los últimos tramos de las torres de Notre Dame (1241-1245), la Sainte-Chapelle (1241-1248), el volumen radiante de Burgos (1250-1277) y el interior de la catedral de León (1250-1277)- que constituyen uno de los conjuntos más magistrales de toda la historia del arte, guarda un secreto que el historiador trata de desentrañar en las páginas del libro, que ilustra con más de un centenar de fotografías originales en blanco y negro y en color. 

«Los siete edificios son de maestros anónimos pero son iguales», afirma el estudioso, que pone varios ejemplos para subrayar las mismas características. Así, cita, entre otros, el rosetón de la fase radiante de las catedrales de Chartres, León y Burgos, que considera del mismo maestro.

González Romero, además de apuntar una hipótesis que el considera «revolucionaria» sobre la construcción de los templos, abunda también en detalles que nos aproximan de forma casi novelesca a todo lo que fue la construcción de dichas obras, permitiendo un conocimiento exhaustivo de todo lo relacionado con los edificios y el momento en que fueron tomando cuerpo. 

Trata, además, el autor de responder a numerosas preguntas sobre la relación entre unas y otras catedrales y sobre sus autores. En este sentido, se pregunta si «el sorprendente parecido entre el interior de la catedral leonesa y la fase radiante de Burgos constituyen meras coincidencias u obedecen a razones más profundas».

En ese buscar más allá de lo que permite la parquedad documental, se plantea cuestiones como la posibilidad de que el maestro Simon, que aparece en las fuentes como el primer constructor de la catedral de León, hubiera trabajado conjuntamente con el maestro Enrique, uno de los dos como arquitecto mayor y el otro como ayudante técnico. 

Son muchas las vías que permite seguir el libro, desde las que abundan sobre el reinado de Blanca de Castilla, impulsora del gótico radiante, al mensaje de las vidrieras, el magisterio de la catedral de Chartres o el misterio de los arquitectos, entre otras, sin duda toda una aventura para quienes quieran acercarse a una arquitectura que ya en el siglo XIII conectó Europa.


Extraído de lne

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