Las extinciones masivas provocan alteraciones a largo plazo del ritmo de evolución.


Un nuevo estudio indica que las extinciones en masa afectan al ritmo de evolución, no sólo en el período inmediatamente posterior a la catástrofe, sino durante los siguientes millones de años.

Se tiende a pensar que cuando se desencadena una extinción en masa, llega un periodo de recuperación tras el cual el ritmo evolutivo vuelve a la normalidad. Sin embargo, la conclusión a la que han llegado Andrew Z. Krug y David Jablonski de la Universidad de Chicago, es que la velocidad de la evolución no tiene por qué ser la misma de antes. A veces pasa a ser más rápida, y a veces más lenta. El ritmo evolutivo varía, y esa variación es permanente hasta la siguiente extinción masiva.


La investigación de Krug y Jablonski se basa en el trabajo de David Raup, profesor emérito de ciencias geofísicas, y Michael Foote, profesor de ciencias geofísicas, ambos de la Universidad de Chicago.

En 1978, Raup publicó un método para determinar el ritmo de extinción de organismos. Su método consistía en monitorizar la supervivencia de un grupo de organismos que se hubieran originado todos durante un período de tiempo específico y distribuirlos por época de desaparición. El método sería comparable al de recopilar datos del censo sobre todos los individuos nacidos el 1 de enero de 1899, hacer un seguimiento de su longevidad, y luego encontrar que la epidemia de gripe de 1918 produjo un aumento en la mortalidad de este grupo.

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