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Encuentran osamentas en Sonora que podrían cambiar lo que se pensaba sobre los pueblos mesoamericanos.

Hallaron al sureste de Sonora un cementerio prehispánico de mil años de antigüedad que podría cambiar lo que se pensaba sobre los pueblos mesoamericanos.

Adulto masculino entre 28 y 30 años de edad con deformación craneal y mutilación dental.
Recientemente fue localizado al sureste del estado de Sonora un cementerio prehispánico de mil años de antigüedad, de donde se pudieron recuperar los restos de 25 individuos, mayoritariamente hombres, cuyas edades están entre los 5 meses de nacidos y los 45 años. La arqueóloga Cristina García Moreno, directora el proyecto financiado por la Arizona State University y aprobado por el Consejo de Arqueología del INAH, platicó al respecto con Animal Político.
El hallazgo realizado en Ónabas, al sureste de Sonora, es de gran importancia pues podría cambiar lo que hasta ahora se pensaba que era el límite de influencia de los pueblos mesoamericanos, según comentó Cristina García Moreno, quien fuera investigadora del Centro INAH Sonora por varios años. La investigadora fue contratada por la Universidad Estatal de Arizona para dirigir este proyecto al sur de Sonora hace ya cinco años, de los cuales los últimos dos ha estado en el poblado de Ónabas.
La influencia de Mesoamérica en Sonora.
La importancia del descubrimiento es que los hallazgos en los restos hacen pensar en una importante influencia de sociedades mesoamericanas en el sur de Sonora, mucho más al norte de lo que se pensaba con anterioridad. “Por las características de los individuos que fueron encontrados en Ónabas, sobre todo a partir de la deformación del cráneo y la mutilación en los dientes, éstos se relacionan y se conectan sociedades más al sur de México, por ejemplo de Michoacán, Nayarit, Jalisco,  y, a su vez, con Mesoamérica, la zona cultural más conocida”, afirmó la arqueóloga Cristina García Moreno.
“Nunca nos imaginamos que al sur de Sonora existieran estos cambios pues es muy diferente con lo que existe en gran parte del estado”, esto hace pensar en “una migración desde el centro de México hacia el occidente y luego hacia el norte, las cuales traen todo el bagaje de las sociedades del centro , las cuales estaban más desarrolladas, que tenían otra ideología, otra economía.”
El hallazgo fue fechado en el año 943 D.C. a partir de la costilla de uno de las osamentas y de forma más precisa permite llegar a la conclusión de que “la influencia mesoamericana alcanzó al sur del estado de Sonora”, de acuerdo con García Moreno, quien precisa que no es que Mesoamérica como tal haya llegado a esta zona del país, sino que al menos la llegada de pobladores del sur, habrían llevado su influencia más al norte de lo que se había pensado hasta el momento.
El hallazgo.
Actualmente, especialistas continúan los análisis sobre las osamentas encontradas y el equipo de la arqueóloga mexicana prepara un informe para el INAH, mientras realizan un proyecto y una nueva solicitud con la cual espera regresar el próximo año al poblado para continuar con la investigación de campo.
García Moreno, egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), previamente vivió en Sonora durante seis años, en los cuales trabajó para el Centro INAH Sonora, afirmó que el trabajo de un arqueólogo es “caminar, encontrar sitios arqueológicos” y explicó que su equipo fue a las comunidades y habló con la gente, quien realmente camina todas las zonas de la entidad y así fue como dieron con este hallazgo arqueológico. García Moreno afirmó que el hallazgo fue gracias a la información proporcionada por los habitantes del poblado de Ónabas, quienes reportaron que a partir de algunos trabajos realizados para construir un canal de riego, fueron encontrados varios huesos humanos y un sinnúmero de ornamentos manufacturados en concha.
Vista general donde se muestra el entierro de cuatro individuos en distintos momentos en el tiempo.
La arqueóloga mexicana lamentó que tras el hallazgo de las osamentas y previo a la llegada de su equipo de trabajo se perdieron muchos restos, “pues platicando con la gente que  realizó el canal de riesgo ellos comentan todo lo que vieron y que simplemente fue dejado al lado de la obra y que alguien más tomó.” García Moreno afirmó que estas osamentas que fueron encontradas originalmente en Ónabas, “están perdidas”, y no sólo eso, sino que “generalmente pasa eso, se los llevan, a veces los venden, lo cual es ilegal, pero hay desconocimiento.” Este tipo de saqueo es generalizado en México sin importar el estrato social, pues son cosas que se desconocen, afirmó Cristina García, para quien los recursos con los que cuenta el INAH son insuficientes para realizar una cobertura nacional, pues en estados como Sonora, “el segundo estado más grande de la república y hay cinco arqueólogos de base.”
Otra razón por la que el INAH no ha podido controlar el saqueo a sitiós arqueológicos, es la falta de recursos, pues muchas veces no se puede responder a avisos de hallazgos en zonas retiradas, pues “no siempre hay personal, no siempre hay recursos.”
Fue durante 2011  que el Proyecto Arqueológico Sur de Sonora, financiado por la Arizona State University a través del Dr. Ben Nelson y con un grupo de tres arqueólogos dirigidos por la Arqlga. Cristina García Moreno, comenzaron las excavaciones en Ónabas, continuando durante los primeros meses de 2012 con la ayuda de un grupo de bioarqueólogos de la Universidad de Arizona.
Adulto masculino entre 40 y 45 años con deformación craneal y concha de tortuga sobre el abdomen.
Si bien la investigación sigue en proceso, a partir de las fechas obtenidas por radiocarbono, sabemos que este cementerio fue utilizado desde el 943 d.C. hasta el 1393 d.C. por un grupo de Pima bajos conocidos como Nebomes. Las fuentes históricas los describen como “gente avanzada en arquitectura, vestimenta y comida” viviendo de la agricultura y probablemente guerreros, pero también diestros en la elaboración de ornamentos en concha marina, como lo muestran los aretes, pendientes, cuentas, narigueras y brazaletes con los que se encontraron ataviados algunos de los individuos.
Al menos a 13 individuos se les realizó una deformación craneal conocida como fronto-occipital durante su vida y a cinco de ellos además se les modificaron los dientes, tal vez como un rito de paso hacia la pubertad. Estas prácticas culturales no son comunes en el área cultural del noroeste de México y Suroeste de Estados Unidos, pero sí en el área de Mesoamérica y Occidente de México, sobre todo, características muy similares se han encontrado en grupos prehispánicos del sur de Sinaloa y norte de Nayarit. Por lo que indudablemente, la presencia de la modificación del cráneo y dientes en el sureste de Sonora extiende el límite Norte conocido hasta ahora de la práctica de estas actividades, y vincula a estas poblaciones dentro del corredor de influencias Occidente de México – Noroeste/Suroeste.

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