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¿Qué esconde el subsuelo de Segovia?

El proyecto Segovia Subterránea rastrea los posibles restos ocultos del pasado de la ciudad.

Sotano en una casa situada entre la plaza de Juan Guas y la Ronda de Juan II.
Han desmontado leyendas, o al menos las han cuestionado. Han roto tópicos, y a la vez han dejado otros vigentes, supeditados a futuras prospecciones. En una ciudad con una historia conocida de más de dos mil años como Segovia no es desacertado decir que «si abres una zanja aparece un romano»; ocurre con frecuencia, muchas obras sacan a la luz el pasado. Aun con la presencia perenne del Acueducto, los arqueólogos aseguran que la ciudad romana de Segovia está por descubrir, y no digamos la de los arévacos, la posterior visigoda e incluso muchos aspectos de la medieval o renacentista. Tres jóvenes profesionales, ganadores de una beca de investigación de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, han realizado el proyecto 'Segovia subterránea', un trabajo que propone una metodología integral de actuación en cascos urbanos históricos y sus conclusiones aportan luz a varias cuestiones todavía por dilucidar.

Los arquitectos María Ángeles Santos Pérez, José Antonio Santos Pérez y el arquitecto técnico Enrique Pérez Sánchez llevaron a cabo su investigación en varias zonas entre los años 2010 y 2011. El trabajo lo publicaron el año pasado en la colección de Caja Segovia y lo han presentado el 21 de septiembre en el Congreso Internacional sobre Patrimonio Geológico y Minero como resumen de la metodología empleada para trazar un modelo tridimensional del subsuelo.
Del Postigo al Alcázar.
La investigación tenía como objetivos conocer y poner en valor el espacio subterráneo de Segovia y cartografiarlo, para lo que reunieron diversa información de entrevistas, visitas, bibliografía, leyendas y sondeos geofísicos para detectar las características del subsuelo.
Reconoce Pérez que «siempre es difícil interpretar los perfiles geofísicos (los mapas que elaboran con los datos obtenidos en cada zona) porque en Segovia el suelo está muy removido», pero cree que sus conclusiones permiten, por un lado, poner en duda varias leyendas.
Hay muchos espacios subterráneos accesibles, aunque desconocidos para el público porque casi todos son de propiedad privada. Algunos son utilizados como bodegas, como los visitados en la plaza de San Esteban o entre la de Juan Guas y la Ronda de Juan II; otros, antiguas galerías, son ahora almacenes y comedores de bares y restaurantes, como en la Plaza Mayor; los hay naturales o excavados, como la Cueva de la Zorra o los sótanos del Alcázar, y hay muchos por descubrir porque están tapados con obras sucesivas, entre ellos las diversas canalizaciones del Acueducto.
De los 31 perfiles realizados desde el Postigo del Consuelo y la zona del Seminario hasta el Alcázar se deducen varias hipótesis. En la huerta del Seminario, por ejemplo, «llama bastante la atención que aparezca algo que podría corresponder a cimientos del Acueducto y una construcción relacionada con él, e invita a pensar que hubiera un quiebro más suave hacia el sur que los 90 grados que hace en la calle Obispo Gandasegui», explica Pérez.
En la plaza de los Huertos, donde estuvo el monasterio del mismo nombre, se 'ven' estructuras del edificio en un terreno muy removido, lleno de elementos de interés arqueológico porque comparten forma, dimensiones y profundidad, aparentemente relacionados con volúmenes completos más que con simples elementos constructivos. En la Plaza Mayor los perfiles ofrecen datos de la primitiva ermita de San Miguel, de la iglesia posterior (ambas en el centro), de las canalizaciones y de las bodegas que pudieron formar una sola galería, aunque no se han visto indicios claros de la galería abovedada que se dice que fue descubierta durante unas obras frente a la fachada del teatro Juan Bravo; en los alrededores de la Catedral, sin embargo, no hay rastro de las galerías que según las leyendas llegarían a la plaza de la Merced, pero sí aparece en los perfiles una anomalía profunda que indicaría la existencia de otra que llegaría hasta el colegio de las Jesuitinas.
Plaza de Guevara.
En la plaza de Guevara las excavaciones de 1994 a 1996 descubrieron los cimientos de una gran construcción romana, pero no se llegó a delimitar la extensión del edificio; este estudio ha descubierto piedras de gran tamaño y oquedades, indicios que llevan a los autores a decir que este espacio debe ser «incorporado a la ciudad visible mediante un profundo estudio y un posterior proyecto». También han encontrado en la plaza de San Martín perfiles que apuntan a antiguos edificios, y en la plaza de la Reina Victoria Eugenia, antesala del Alcázar, hay anomalías que parecen indicar la existencia de dos paseos de ronda de los primitivos castros cuya existencia aventuran los historiadores, además del canal del Acueducto, restos de construcciones y huecos kársticos (además del de la Cueva de la Zorra).
No deja de ser un estudio, aunque propone un plan pautado para hacer otro con más detalle que detecte elementos de interés porque «gracias a la geofísica, podemos acceder a la arqueología para después realizar proyectos de arquitectura que la acerquen a la gente».
Enrique Pérez apunta que «las conclusiones del estudio pueden servir de ejemplo para futuras intervenciones de las administraciones públicas o de los particulares», porque la técnica de prospección geofísica permite apoyar los proyectos y «orientarla al cuidado del patrimonio como elemento fundamental, tanto para el conocimiento del pasado como para sustentar el tejido económico».
Es obvio que desean seguir con «un estudio más profundo, formar parte de un equipo que pueda trabajar en áreas semejantes». Opinan que «en este momento es viable realizar estudios con un equipo multidisciplinar en un área extensa con una herramienta, la tomografía eléctrica, que no se utiliza demasiado con el patrimonio y que es bastante útil. Sería ideal para un proyecto europeo», advierte Pérez.
Una técnica para hallar anomalías del terreno.
La tomografía eléctrica empleada consiste en colocar en el suelo varillas metálicas –en este caso apoyadas sobre láminas de aluminio y no clavadas para no dañar el pavimento ni el patrimonio– y transmitir impulsos eléctricos que retornan a los aparatos de medida. Las variaciones del flujo indican la resistencia del terreno, y así se puede determinar donde está removido, donde hay material de relleno, arcillas, rocas o muros de mayor densidad y también las oquedades, cuevas, galerías o aljibes.
Los estudios se realizan en varios puntos de una misma zona y el resultado permite establecer perfiles geofísicos, mapas coloreados (tomografía) que muestran las distintas densidades y anomalías del terreno, que a su vez indican su posible composición.
En sus conclusiones, los autores consideran que la utilización de esta técnica será útil para «aprovechar el patrimonio, como recurso de enorme potencial para el conocimiento, la educación, la economía, la publicidad, la arquitectura, el urbanismo, la ingeniería… con unas posibilidades, una sencillez y una limpieza antes insospechadas».
La investigación la realizaron los tres profesionales segovianos con la colaboración de expertos en áreas clave, como Pedro Carrasco Morillo, profesor de Prospección e Investigación de la Universidad de Salamanca, a cargo de la técnica geofísica; Emilio Illarregui Gómez, profesor de la Unidad de Arqueología de IE Universidad, y Fernando Pedrazuela González, jefe de la Sección de Minas de Segovia de la Junta de Castilla y León.

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