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La arqueología y la antropología como llaves para resolver crímenes.


En las excavaciones en busca de los restos del dirigente social Rosendo Radilla Pacheco, desaparecido en 1974 durante el periodo conocido como "Guerra Sucia", expertos y peritos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con la Procuraduría General de la República (PGR), emplearon por primera vez instrumentos y metodologías tradicionalmente utilizados en la exploración de sitios arqueológicos e históricos.

El caso, que se lleva a cabo desde 2011 en la Ciudad de los Servicios (27ª ex zona militar) de Atoyac de Álvarez, Guerrero, ha demostrado que el trabajo del arqueólogo y sus métodos no sólo se limitan a las excavaciones de sitios arqueológicos, a la búsqueda de pirámides, ofrendas o entierros. La arqueología también puede ser una herramienta eficaz para la investigación de una escena del crimen.

“El arqueólogo puede ser un criminalista del pasado y el criminalista actual un arqueólogo del presente”, comenta el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera.

Pero hasta ahora, agrega, las excavaciones en fosas clandestinas se hace sin un método, se utilizan trascabos o herramientas que destruyen el contexto: “Si en una excavación clandestina no tienes cuidado de hacer un registro tridimensional, como se hace en la arqueología tradicional, ¿cómo sabemos que esa fosa no se usó dos veces o tres? ¿Cómo sabemos si esa fosa sólo fue depósito o lugar de ejecución?”.

Ante estos rezagos del ejercicio de la antropología forense y el incremento de la violencia y los casos criminales en el país, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) comenzará en agosto próximo la Especialidad en Antropología Forense, que busca crear profesionales en esta disciplina.

Aunque el eje central de la especialidad es la recuperación e identificación de restos óseos, integrará tres de las principales disciplinas antropológicas: la arqueología, la antropología física y la antropología social o cultural.

La arqueología, explica Talavera, coordinador de la especialidad en la ENAH, para conocer cómo hacer una excavación sin alterar el contexto y cómo hacer una prospección en el terreno.

La antropología física será la que permita la identificación de los individuos, mientras que la antropología social investiga el trasfondo de los hechos: “¿por qué los grupos criminales cortan manos derechas?, ¿por qué cortan cabezas o piernas?. Todo esto no es al azar, hay un mensaje. En estos casos, los antropólogos y psicólogos forenses pueden decir si se trata de crimen organizado o no, si lo hizo con alevosía y ventaja o no. El antropólogo social tiene conocimientos sobre muerte violenta, rituales funerarios, que le ayudarán a interpretar los hechos”, explica.

Además, para que la investigación forense se pueda realizar de manera práctica y precisa es necesario emplear tecnologías de vanguardia, como la fotografía infrarroja y ultravioleta, el georradar para el sondeo del subsuelo, y hasta los “drones” para las fotografías áreas. Sin embargo, las instancias encargadas de investigar los casos criminales aún no cuentan con esta tecnología: “La PGR debería tener sus georradares; el INAH se los presta, pero sólo tiene tres que se ocupan en toda el país. Y es una herramienta eficaz porque te puede mapear grandes áreas, te dice a qué profundidad está la anomalía, te dice el largo, el ancho y el espesor “, dice.

Para el antropólogo físico, quien ha estudiado prácticas como la decapitación, el desollamiento y la antropofagia en la época prehispánica, trabajar con restos antiguos y casos forenses es casi lo mismo. La diferencia, explica, es que “en restos antiguos no sabemos cómo se llamaba el individuo y en los casos forenses lo importante es saber qué pasó, porque tiene nombre y apellido”.

En la parte histórica, dice, lo importante es saber cómo era, conocer su estatura, peso, patologías, las actividades que desarrollaba; mientras que en los casos forenses, el cuerpo tiene nombre y hay familiares que lo están buscando, lo que tenemos que hacer es saber qué pasó con ese individuo.

No es moda, es una necesidad.

Debido al boom de la antropología forense -en gran parte por las series de televisión que tratan el tema, como ‘Bones’ o ‘CSI’-, en México existen algunas escuelas que imparten la especialidad pero no están certificadas. La única universidad que ofrece una carrera afín es la UNAM, que recientemente creó la Licenciatura en Ciencia Forense.

“Esto no es una moda, es una necesidad. Se necesita a gente capacitada”, dice Talavera, quien destaca que ésta será la primera especialidad que se abre en México y que otorgará una certificación profesional, pues hasta ahora, la mayoría de quienes trabajan en este campo se han formado de manera empírica.

La especialidad, que nació a partir del Proyecto de Investigación Formativa Forense impartido en la ENAH en 1999, tendrá una duración de año y medio y será más práctica que teórica.

Hasta ahora, comenta Jorge Arturo Talavera, entre quienes acudieron a la primer convocatoria de ingreso la mayoría son criminalistas y abogados, pero espera que para la próxima se tenga más participación de arqueólogos y antropólogos físicos.

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