Cleopatra VII: la última reina del antiguo Egipto

La heredera de una dinastía milenaria Imagen meramente ilustrativa. Cleopatra VII fue la última soberana de la dinastía ptolemaica, que gobe...

La Navidad fue una consecuencia de las Saturnales romanas.

Los cristianos adaptaron múltiples elementos de las Saturnales romanas en su fiesta de Navidad.

En las Saturnales, se veían por las calles a músicos y coros cantando,
y a ioculatores y acróbatas divirtiendo a los viandantes con sus piruetas.
José Antonio Cabezas Vigara | Blasting News
No es casualidad que los cristianos comenzaran a celebrar la Navidad en diciembre, ni que dispusieran el nacimiento de Jesús el día 25 de este mes, ni siquiera que lo festejasen con copiosas comidas en familia, juegos de lotería y cancioncillas pegadizas.

Los romanos, en torno al solsticio de invierno, celebraban una importante fiesta en honor al dios Saturno, patrón de las labores agrícolas, que denominaban Saturnales. Durante toda la República la fiesta se celebraba hasta el 17 de diciembre, pero con Julio César se prolongó hasta el día 19.

Durante las Saturnales, como en la Navidad cristiana, las familias romanas vivían de una forma jovial. Visitaban a la familia, se juntaban con los amigos e intercambiaban regalos. Igualmente, la permisividad en estos días era mayor y se consentía ciertas actitudes que estaban restringidas durante el resto del año. Las autoridades, de hecho, relajaban ciertas leyes como las de los juegos de azar, con lo que se promovían los dados, las tabas o, incluso, la lotería.

En estas fiestas también se alteraba la jerarquía social romana. Los esclavos se comportaban como sus dueños, vistiéndose con sus ropas, y los criticaban sin temor. Los señores, al contrario, servían la mesa a sus esclavos. Esta costumbre se observa gráficamente en la escena del mes de diciembre del calendario litúrgico de Furio Dionisio Filocalo, de mediados del siglo IV d.C, en la que se muestra unos dados en la mesa y la inscripción «ahora, esclavo, se te permite jugar con tu señor».

Con el tiempo, los emperadores Augusto y Calígula añadieron un día cada uno a las Saturnales y Domiciano amplió la celebración hasta el 23 de diciembre. Así, a fines del siglo I d.C., las fiestas duraban ya una semana completa, que se animaba con música y bailes. Era normal cruzarse por las calles a músicos y coros cantando, o a ioculatores y acróbatas divirtiendo a los viandantes con sus piruetas. Las voces y los saltos se acompañaban con tibias, panderos y otros instrumentos de musicales.

Definitivamente, el emperador Aureliano estableció el culto siríaco al Sol Invicto, a partir del 274 d.C., y la celebración de su nacimiento el 25 de diciembre. Ese es justamente el día en el que se supera el solsticio de invierno y el sol comienza a recuperar todo su esplendor diurno. Aureliano consiguió sincretizar varias religiones en una sola cuyo dios supremo era Mitra, el «Sol Señor del Imperio Romano». Se inició así una especie de monoteísmo solar que abrió las puertas al Cristianismo, que se convirtió en religión oficial del Imperio con Teodosio.

La Cristiandad, para neutralizar el paganismo reinante, tuvo que acoger ciertos símbolos como el de proclamar el 25 de diciembre el día oficial del nacimiento de Jesús. De este modo se pudo mantener la añeja tradición de celebrar las fiestas del mes de diciembre y, hasta la actualidad, seguir jugando a la lotería, comiendo en familia, compartiendo regalos y cantando villancicos con panderetas.

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