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Eloy Gonzalo, ‘el héroe de Cascorro’

Una estatua en la madrileña Plaza de Cascorro recuerda la hazaña de un personaje que pasó de villano a héroe con una actuación que salvó muchas vidas

Estatua de Eloy Gonzalo, 'el héroe de Cascorro'
En la Plaza de Cascorro, situada en la zona del Rastro de Madrid, la estatua de un personaje se levanta ante los ojos de los transeúntes. Los madrileños que pasean ante ella desconocen a este personaje. El día a día y el paso del tiempo han relegado a un segundo plano a esta escultura que recuerda a Eloy Gonzalo. El ciudadano de a pie madrileño, siempre inmiscuido en sus cuitas y que anda pensando en sus cosas cuando no tiene prisa, no presta la menor atención a la imagen de un hombre que no hace mucho tiempo era conocido como “el héroe de Cascorro”.

La historia de Eloy Gonzalo comienza el 1 de diciembre de 1869 cuando su madre le abandona entre una manta y una carta en la que decía su nombre y que estaba “sin bautizar” en la puerta del hospicio de la madrileña calle del Mesón de Paredes. El bebé tuvo la suerte de ser adoptado por una familia avilesa, cuyo padre adoptivo era guardia civil. Muy pronto, Eloy Gonzalo quedó huérfano de sus padres adoptivos, pero heredó esa idea de servir a su país.

Se alistó en el Real Cuerpo de Carabineros donde empezó como cabo. Parecía que la vida sonreía al joven Eloy por fin, que buscaba fecha para casarse con su novia. Sin embargo, esa sonrisa desapareció cuando descubrió los encuentros amorosos que tenía su futura esposa con un teniente. Eloy amenazó con una pistola al teniente y este suceso provocó que acabara con sus huesos en el presidio militar de Valladolid en 1891.

Eloy Gonzalo fue condenado a 12 años de cárcel, pero vio la opción de salir del presidio al conocer las noticias que venían del otro lado del océano: los rebeldes de la isla de Cuba provocaban auténticos dolores de cabeza al ejército español, que no podía hacer frente a los insurgentes y a las enfermedades que sacudían a la isla. El joven se acogió a la medida que permitía a los prisioneros de salir de la cárcel para ir a combatir a la Guerra de Cuba.

El destino de Eloy Gonzalo en Cuba no iba a ser el ideal. Se unió al pequeño regimiento situado en la localidad de Cascorro, que estaba siendo sacudido por el enemigo y por la fiebre amarilla. El 22 de septiembre de 1896, un grupo de tres mil insurrectos cercan Cascorro y sorprenden a los pocos españoles que defendían la plaza.

Los rebeldes cubanos lanzaban sus ataques desde una torre defensiva situada a apenas 50 metros de donde se encontraban las filas españolas. Éstos necesitaban de un milagro para sobrevivir a aquel sitio que sufrían; de un acto heroico que permitiera salvar el pellejo. Y aquí es cuando surge la figura de Eloy Gonzalo.

Eloy, sin nada que perder y mucho que ganar, cogió una lata de gasolina y un mosquetón y se dirigió a la posición enemiga para prenderle fuego. Se ató una cuerda al cuerpo para que sus compañeros de guarnición tiraran de ella por si tenían que recoger su cadáver: de morir, quería ser enterrado por españoles y no por enemigos.

Cuando los insurgentes estaban distraídos disparando contra las columnas que defendían Cascorro, el soldado español se acercó a la posición rival, la roció con la gasolina que portaba y prendió fuego. Al poco tiempo, entre las llamas surgió la figura de un individuo: era Eloy Gonzalo, que volvía con vida.

Este gesto realizado por una persona que no tenía ni familia ni seres queridos y bajo la frase de “Soy inclusero y no dejo a nadie que me llore ni que me precise”, provocó que el regimiento de Cascorro ganara tiempo para ser socorrido por una guarnición que cumplía servicio en una zona cercana.

La noticia sobre la hazaña llevada a cabo por un villano que se había convertido en héroe llegó a España. Fue condecorado con la Cruz de Plata al Mérito Militar y su proeza se utilizó para levantar el ánimo de las tropas españolas, que veían cómo los pocos resquicios de ese Imperio español se disipaban.

Poco disfrutó Eloy Gonzalo de los honores que había recibido. Contrajo la fiebre amarilla que tanto asolaba Cuba y falleció en el Hospital Militar de Matanzas el 18 de junio de 1897. El Ayuntamiento de Madrid le homenajeó con el nombramiento de una calle de la ciudad con su nombre. Un año más tarde, su cuerpo fue repatriado a España y en la actualidad descansa en un mausoleo del cementerio de La Almudena junto a otros soldados de la Guerra de Cuba y Filipinas.

En el año 1901, en la madrileña Plaza de Nicolás Salmerón se colocó una estatua en recuerdo al “héroe de Cascorro”. En el año 1913, se renombró al lugar como  Plaza del Cascorro, donde a día de hoy, se levanta imponente el homenaje a una persona que se jugó la vida para salvar la de tantas otras.

Imágenes| Jesús VLC
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