Tito Livio: el maestro de la historia romana

¿Quién fue Tito Livio? Imagen meramente ilustrativa. Tito Livio fue un historiador romano que vivió entre el año 59 a.C. y el 17 d.C., aprox...

'Dicho y hecho' histórico

Arrimar el hombro y remar codo con codo en una misma dirección, hasta que todo vaya viento en popa

Chusma de galeras durante la boga y cómitre castigando a un forzado
En castellano, para referirse a situaciones difíciles que requieren la composición de un gran equipo de apoyo mutuo de cara a la consecución de un fin, se suele emplear expresiones como “trabajar codo con codo” y arrimar el hombro”. Siempre en el sentido de un esfuerzo compartido para salir de situaciones apuradas, hasta alcanzar circunstancias más favorables por ir todo “viento en popa”, haciendo que la urgencia desaparezca y se restablezca la normalidad.

Estas construcciones lingüísticas tienen en galeras su origen, buques en los que  los remeros, a falta de viento, eran los auténticos propulsores del buque. Los cómitres al sonido de su silbato y el restallido del látigo dirigían la boga de los remeros, haciendo que la palamenta fuera tan conjuntada, que la acción de más de doscientos hombres pareciera como si una sola persona la ejecutara.

El remo, de aproximadamente unos trece metros, era compartido por varios remeros que recibían un nombre concreto en función del lugar que ocupaban en el barco. Al primero de ellos se le denominó “bogavante” -boga adelante-, mientras el “cuarterol” era el último en el caso de las galeras más pequeñas, en tanto el “espalder” era el que bogaba de espaldas a la popa y de cara a los demás, a quienes daba la boga.En torno al remo se desarrollaba la vida de esclavos y condenados a galeras. Aferrados a la cadena que discurría a sus pies, compartieron el poco espacio disponible, en el que debían comer, dormir y hacer sus necesidades, siempre sujetos al ramal. Desde su entrada a la embarcación, la primera impresión del remero novato debió centrarse en el gran gentío que poblaba el buque. Tal como Barras de la Penne escribía a principios del siglo XVIII, cuando describía la sorpresa que les causaba “de ver tanta gente [...] ver tantos hombres situados en tan pequeño espacio”, pues “cuando cada uno está en su puesto, no ve más que cabezas de popa a proa”.

En cuanto a la boga, ésta se realizaba básicamente en tres fases: durante la primera, todos los remeros se ponían en pie sobre la banqueta, al tiempo que empuñaban el remo y tendían los brazos y el cuerpo hacia popa. Durante la segunda, se debía empujar el remo hacia la popa de la galera, para sacar en esta secuencia la pala del agua y orientarla hacia proa. Aquí, el bogavante daba un paso adelante poniendo el pie derecho sobre un peldaño, en tanto el otro quedaba apoyado en el banco. En este movimiento alargaba su cuerpo y brazos hacia popa, mientras los otros remeros de su banco daban el mismo paso, dependiendo su extensión de su proximidad al bogavante. A continuación, todos los remeros caían sobre el banco manteniendo tensos sus brazos, describiendo con el remo un círculo, al tiempo que hundían la pala en el mar, para presionar con este giro el agua e impulsar la galera. Por último, echaban el cuerpo hacia delante hasta que el guión del remo llegaba a su límite. Al siguiente silbido, los galeotes volvían a iniciar el proceso de boga.

Junto a todos estos estilos de boga, existieron otras maniobras en función de circunstancias especiales. Una de ellas, quizá la más agotadora, aparte de cuando se entraba en combate o había de huir de un buque enemigo, fue la llamada “bogar sobre hierro”, realizada durante los temporales, cuando la galera se refugiaba y anclaba en un abrigo de la costa. Entonces, sometida  la nave a los embates del viento, se bogaba denodadamente contra éste para evitar la ruptura del cable del ancla e impedir que la embarcación acabara embarrancada o estrellada contra las rocas.

Una buena boga sólo se podía lograr mediante un entrenamiento adecuado al resguardo del interior de un puerto, pero también de una adecuada coacción por parte del cómitre y del temor de que la nave se hundiera y arrastrara a todos hasta el fondo. La conjunción de todos estos factores favoreció una labor de equipo, por lo que la distribución del trabajo en galeras no distinguió entre esclavos y forzados. Ambos grupos se distribuyeron al remo en función de su fuerza física y no por su status. Remaron codo con codo sin distinciones en la alimentación, vestido y cuidado sanitario.

Bibliografía

MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M., Los forzados de Marina en la España del siglo XVIII (1700-1775). Editorial Universitaria de Almería, Almería, 2013.


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Imagen| Adonay

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