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¿Y si este 1º de mayo reivindicamos el trabajo de las mujeres en el mundo antiguo?

Coincidiendo con la celebración del Día del Trabajo, revisamos cuál fue el papel de la mujer como fuerza de trabajo en el mundo antiguo

Mujeres lavando la ropa. Cara A de un peliké ático de figuras rojas (detalle), ca. 470 a.C. - 460 a.C.
Que dediquemos un espacio todos los años a poner de manifiesto las reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras, en el que tomen un papel central la reivindicación de los derechos más básicos, obtenidos en el devenir de la historia más reciente, nos hace pensar en cómo se organizaba el trabajo en el mundo antiguo. Y, más concretamente, en cómo se distribuía y organizaba por parte de aquella parte de la humanidad que no ha escrito la historia, pero que sin duda ha sido esencial para el desarrollo de la misma. Nos referimos, obviamente, a la mitad de la población: las mujeres.

Si bien es cierto que la condición de mujer ha sido una de las que probablemente más nos ha igualado entre nosotras tanto en el mundo antiguo como en el actual (un esclavo en la Atenas clásica podía aspirar a ser libre. Sin embargo, una mujer, por muy "libre" que fuera, ni hablamos de las esclavas... siempre sería legalmente considerada menor de edad, sin derechos jurídicos ni políticos, sometida a un tutor), es también cierto que sin su fuerza de trabajo, el desarrollo de las sociedades clásicas no habría sido el mismo, por lo que, haciendo un guiño a las celebraciones y reivindicaciones de estos días, daremos un somero repaso a cuál era el papel femenino como fuerza de trabajo en la sociedad griega, y, acercándonos a nuestra casa,  en la Península Ibérica antigua.

El trabajo femenino en Grecia

Debemos distinguir entre las mujeres de clases altas, las ciudadanas, y las de clases bajas, con la información que obtenemos de las fuentes. Echamos en falta mayor documentación sobre la vida de ellas fuera de las ciudades y del foco de la mayoría de los escritos que conservamos.

A las primeras, en el caso de Atenas, se les reservaban las tareas domésticas que no requerían salir de casa (la piel marmórea, indicativo de buena situación económica, denotaba que no era necesario trabajar al sol y que podían, afortunadas ellas, estar encerradas en casa). Por tanto, además de dirigir el trabajo de sirvientas y sirvientes, les reservaban tareas como hilar, tejer, confeccionar la ropa, preparar los alimentos, moler el grano y, cómo no, la tarea de bañar y untar en aceite a los hombres. Destacamos el eterno binomio Atenas/Esparta para puntualizar que las tareas domésticas en el caso de las espartanas quedaba para las mujeres de menor poder económico, dedicándose las mujeres de los ciudadanos "sólo" a la crianza de los hijos. Su valor, obviamente, no era por sí mismas, sino como engendradoras de nuevos ciudadanos.

Mujeres lavando la ropa. Cara A de un peliké ático de figuras rojas, ca. 470 a.C. - 460 a.C.
A las segundas, las mujeres de clases bajas, se les asignaban tareas como transportar agua o acudir al mercado, que suponían salir fuera de casa y habitualmente lo realizaban por tanto las esclavas.  Ni que decir tiene que aquéllas que debían mantenerse por sí mismas en un sistema patriarcal que les negaba cualquier derecho propio y que no tenían la "suerte" de depender de una casa en la que trabajar como sirvientas, se veían obligadas a someterse a la prostitución. La mayoría de ellas eran esclavas que, mediante préstamos, podían incluso llegar a comprar su libertad. Pero no nos engañemos, eran las menos, y no se trataba de ningún cuento de hadas a lo Pretty Woman, ya que en el caso de poder llegar a comprar la libertad, esto significaba vivir siendo mujer en un sistema marcadamente patriarcal que las relegaba y con el estigma de haber sido esclava y prostituta.

Incluso en el caso de las hetairas o cortesanas, su formación intelectual y artística no perseguía otro fin que el de agradar a los hombres: servirles en los banquetes, bailar para ellos, tocar el aulós, cantar y participar de las conversaciones para agradarles y distraerles a ellos. Todo un chollo, vaya... No sería justo no destacar que algunas tuvieron una influencia destacable en la sociedad, como Aspasia, compañera de Pericles, o Friné, que posó para algunas de las obras de Praxíteles.

La mujer en la Península Ibérica antigua

En este artículo no nos vamos a detener a analizar el mito de la supuesta sociedad matriarcal del norte de la Península Ibérica prerromana, difundido erróneamente por Estrabón, hecho que sin duda, merece un estudio por sí mismo y que podemos realizar en otra ocasión. Daremos unas pinceladas sobre cómo vivieron nuestras antepasadas, en relación al trabajo, durante la dominación romana.

La conquista romana no hace más que consolidar la sociedad patriarcal, con un modelo político y simbólico que excluía a las mujeres. Las silenciaba y las colocaba bajo la potestad del pater. El hecho de que pudieran ser ciudadanas romanas, no presuponía su participación en la vida política, aunque sí les permitía disfrutar de algunos derechos de carácter privado como la propiedad o la herencia. Sin embargo, siguiendo el común denominador de las sociedades antiguas, y tal como veíamos en el caso de Grecia, su principal función, dentro del sistema patriarcal en el que estaban inmersas, no era otra que ser fuente de producción de nuevos ciudadanos, y reproducir el sistema familiar romano casándose, asegurando la transmisión del patrimonio, y criando hijos.

Si bien es cierto que algunas mujeres se convirtieron en grandes propietarias de tierras y su actividad económica y laboral hizo que tuvieran un comportamiento público similar a los varones (poseyendo esclavos y esclavas, libertos y libertas, financiando obras públicas...), estos son casos excepcionales. Lo habitual, en el caso de las clases altas, era que la vida de la mujer estuviera igualmente  concebida para desarrollarse con decoro, y en un plano privado.

En cualquier caso, la mayor parte de la población femenina estaba compuesta por mujeres trabajadoras, pobres o esclavas, cuya contribución a la economía como fuerza de trabajo, ha pasado desapercibida en el transcurso de los siglos de una Historia contada por hombres.

Si tenemos en cuenta que la sociedad antigua es de base agrícola, el hecho de que las mujeres participasen activamente en estos trabajos hace que las veamos con otra perspectiva. El cultivo de la tierra era tarea no ajena a las mujeres, de las que incluso se cuenta, como ha sido a lo largo de los siglos, que llegaban a parir en plena labor. Igualmente, la preparación de los instrumentos de trabajo, preparación de recipientes, conservación de los frutos, la fabricación del vino y el aceite, confección de la ropa... eran también realizados por ellas. Las mujeres se constituían por tanto en ejes fundamentales de la economía y del mantenimiento del sistema productivo, tanto por su trabajo, como en la producción de nueva mano de obra (su capacidad de reproducción también era explotada). El producto de su trabajo: controlado por su padre, tutor o patrono e ignorado o edulcorado por los estudios que con posterioridad se han hecho de las sociedades antiguas.

Reivindicación del trabajo de nuestras antepasadas

Hemos dado unas pinceladas sobre cómo era el trabajo y su importancia en el modelo productivo en el mundo antiguo, poniendo el foco en dos puntos distantes, como son la Grecia Clásica y la Hispania Romana para llegar a una conclusión similar: el trabajo de las mujeres, aunque ignorado en la mayoría de los estudios historiográficos al uso, constituyó un elemento esencial en el desarrollo de las sociedades antiguas. La historia escrita durante siglos por hombres, aportando una visión edulcorada de madres amantísimas y esposas fieles, prostitutas y adúlteras, modas en el vestir y en los cosméticos, han hecho que las aportaciones reales del trabajo femenino hayan sido sistemáticamente ignoradas.

Es por ello importante que desde hace algunas décadas hayamos comenzado a escribir una historia propia, imprescindible, y que en espacios como este podamos darla a conocer.

Porque cuando celebramos el Día del Trabajo, más que nunca, hay que echar la vista atrás para acordarnos de nuestras antepasadas y su esencial contribución para que el mundo haya avanzado, a pasos milimétricos y absolutamente desiguales entre países, regiones y hemisferios, pero avanzado... ¿o no?

Bibliografía

MARTÍNEZ LÓPEZ, C., Historia de las mujeres en España. La España Antigua, páginas 1127-1136 en Anderson, Bonnie, S. y Zinsser, Judith P., Historia de las Mujeres, Barcelona, Crítica, 1991.

FUENTE, M. J. y FUENTE, P., Las mujeres en la Antigüedad y la Edad Media. Madrid, Anaya, 1995.

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Imagen| Wikipedia

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