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Los neandertales mejoraron al ser humano no africano.

Los neandertales, esos cercanos primos de la especie humana moderna que dejaron de existir hace 28.000 años, mejoraron la genética de los 'Homo sapiens' una vez que estos últimos salieron de África. Así se demuestra en un artículo, publicado esta semana en 'Science, en el que los autores han logrado identificar varios genes y regiones el ADN que furon aportados por los neandertales al sistema inmune que aún tenemos.

El estudio, dirigido por Peter Parham, de la Universidad de Stanford, ha sido posible una vez que se conocen los genomas tanto de los neandertales (homínidos que evolucionaron en Eurasia hace medio millón de años) como los denisovanos (una especie humana recién descubierta en Siberia, que habría poblado Asia y procedería de la misma rama evolutiva que los neandertales).

Investigaciones previas ya habían señalado que el cruce entre las tres especies humanas que compartían el planeta hace más de 60.000 años, se produjo en Eurasia, razón por la cual se identificó un 2,5% de ADN neandertal (de media) en todos los no africanos. También se detectó parte de ADN denisovano en poblaiones asiáticas, sobre todo de Melanesia, donde el porcentaje de ADN ancestral asciende a casi el 6%.

Pero se pensaba que es aportación de seres menos evolucionados no habría sido importante, algo que desmiente ahora el estudio. Los investigadores se centraron en el sistema inmune (conocido como HLA), porque está sometido a la presión de las enfermedades y muta con facilidad. Sospechaban que una parte podía venir de homínidos primitivos, dado que no eran habituales.

La comparación de secuencias genómicas les dió la razón: había varios genes en el HLA (como el B*51 o el C*07) que eran propios de la evolución de los neandertales y habían pasado a las poblaciones de humanos modernos, y lo mismo pasaba con una región llamada 'HLA class I'. Los porcentajes de presencia entre los europeos era de un 50%, los asiáticos un 80%, los de Papúa Nueva Guinea hasta un 95%, pero no estaban en los africanos.
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Genes de los denisovanos.
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También encontraron dos genes que son propios del genoma de los denisovanos (la única especie descrita con un trozo de dedo y un diente) que están presentes en los asiáticos, sobre todo del oeste, pero que no aparecen en el genoma de los nacidos en África.

La conclusión, indican los autores, es que "el mestizaje con otras especies mejoró a los humanos modernos". Así lo cree también Carles Lalueza-Fox, del CSIC, que ha secuenciado ya varios genes de neandertal: "Estos humanos se adaptaron durante cientos de miles de años a un entorno, en Eurasia, y crearon defensas inmunológicas frente a patógenos locales que luego se extendieron entre los humanos modernos".

Para los investigadores de Stanford se trata de un claro ejemplo de selección natural: aquellos que portaban los genes protectores, es decir, procedían de la hibridación con los neandertales, sobrevivieron en mayor medida que quienes no los tenían.

Lalueza-Fox, por su parte, indica que "pudo deberse al azar y luego se expandió a medida que aumentaban las poblaciones".
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Extraído de El Mundo

La vida de los arqueólogos.

Los arqueólogos también sufren la crisis, pero su vocación les da ánimos para seguir investigando y romper los tópicos.

Carme lleva botas altas de caminar y pantalones tipo militar de color verde. Fuma un cigarrillo de vez en cuando. Camina supervisando máquinas excavadoras y cuando hace falta sube al terrado del castillo medieval donde trabaja, mediante una escalera un tanto precaria apoyada en la pared. Protege su cabeza con un casco de obra. Verónica pasa el día delante de un ordenador en un diminuto despacho de la universidad, situado en un sótano cercano a un almacén de restos de esqueletos humanos. A su derecha, un microscopio de laboratorio con distintas placas. La pantalla de su computadora está repleta de cálculos estadísticos y fórmulas químicas.

Cuesta imaginarlo, pero ambas mujeres desempeñan la misma profesión: son arqueólogas. Si poco tienen en común entre ellas, aún menos lo tienen con la mitología de Indiana Jones: ni rastro del látigo empolvado y aún menos del sombrero de piel desgastada. Tampoco tienen pinta de haberse balanceado sobre puentes de bambú colgados sobre un río repleto de cocodrilos hambrientos.

Se puede discutir si el personaje cinematográfico interpretado por Harrison Ford, el prototipo del arqueólogo aventurero de acción (que el director Steven Spielberg acaba de jubilar), ha sentado bien o mal a la reputación del colectivo. Por un lado, ha sacado del anonimato a unos profesionales poco reconocidos y con poca visibilidad. Pero, por el otro, ha difundido unos tópicos que, como se acaba de describir, no corresponden a la realidad. ¿Cómo vive de verdad un arqueólogo? Lo primero que hay que decir es que, hasta hace poco esta profesión ni siquiera tenía una carrera como tal. Los primeros arqueólogos de principios del siglo XX eran casi unos románticos y en sus investigaciones sí había cierta vertiente artística o aventurera. Eran, en el mejor de los casos, licenciados en Historia o en Filosofía y Letras que se dedicaban a buscar nuestro pasado olvidado bajo tierra. La administración hacía la vista gorda y, por otra parte, había muchos terrenos desconocidos que explorar. En otros casos, eran coleccionistas que querían recuperar piezas olvidadas. Simplemente hacían de arqueólogos.

Ahora, ya entrados en el siglo XXI, el oficio se ha profesionalizado y el marco laboral ha quedado institucionalizado. En España, desde hace un par de años, con los nuevos planes de estudios, además de los másters, por primera vez existen facultades de Arqueología, aunque todavía no ha salido la primera promoción. Pero esto no despeja las incógnitas: una vez terminados los estudios, ¿cuál es la realidad? ¿En qué consiste este estilo de vida?

“Existe una imagen bucólica de la profesión, pero el arqueólogo hoy en día tiene que hacer trabajo de campo en coordinación con su equipo. Y no todos los arqueólogos van por ahí con pinceles en la mano. En este oficio existe un componente burocrático importante: hay que pedir permisos, porque para excavar siempre se precisa una autorización”, recuerda Gemma Caballé, de ADAC, Associació d’Arqueòlegs de Catalunya. “Es cierto: se necesita tener un cierto aguante físico, ya que al cabo del día acabas con la espalda machacada. Pero es un trabajo delicado y de hormiga, no de fuerza. Puedes tener suerte, no obstante se precisa paciencia: el reconocimiento llega al cabo de los años”, explica.

Casi todos los arqueólogos sueñan con encontrar la tumba del faraón perdido, pero la realidad es que una de las salidas profesionales más comunes es la inspección arqueológica previa a la construcción de una obra, pública o privada. “En el fondo esta profesión tiene poco glamur. Un arqueólogo casi nunca decide dónde excavar: lo decide la constructora”, explica Carme Subiranas, de la empresa ARCS Patrimoni Cultural, que está terminando excavaciones en el castillo medieval de Vallmoll, en la provincia de Tarragona. “Hacemos los mismos horarios que los albañiles en una obra. Y las relaciones con los promotores pueden llegar a ser difíciles”.

Pues sí: los arqueólogos se ven como estorbos al desarrollo de planes urbanísticos, ya que con sus descubrimientos pueden paralizar una obra. Una vez comprobada la existencia de algunos restos, ellos son los que redactan las llamadas memorias, en las que queda constancia de los descubrimientos, para que las autoridades públicas correspondientes hagan sus propias valoraciones.

La verdad es que, en los años del boom económico, la arqueología ha sido una actividad subsidiaria del urbanismo. Xavier Hernández, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia de la UB y miembro de la plataforma SOS Museu d’Arqueologia explica que, “a raíz delboom de la construcción, en los años 90 se pagaron legiones de arqueólogos para llevar a cabo una actividad que yo llamo arqueología del cemento, que lo único que han producido son memorias rápidas. Pero estas memorias no han sido capaces de traducirse en informes idóneos para publicaciones científicas”.

Hoy por hoy, ese boom de la arqueología ha terminado. Francesc Florensa, de la empresa Atics, hace un análisis muy duro. “Hemos notado la crisis en todos los sectores. La construcción y la promoción inmobiliaria han frenado en seco y la bajada de la obra pública ha sido muy fuerte. Muchas empresas de arqueología han desaparecido”. Para Florensa, quien aspire a convertirse con este oficio en el Indiana Jones del siglo XXI no debería hacerse demasiadas ilusiones. Los esfuerzos que supone la profesión, como desplazarse durante temporadas fuera de casa, ir en constante búsqueda de un proyecto de investigación, no siempre tienen el reconocimiento social y económico esperado (y deseado). “Uno no tendría que tener demasiadas expectativas. El arqueólogo es un mileurista, no tiene trabajo todo el año y todo es muy precario”, advierte.

La Administración también tiene su parte de responsabilidad. Según Xavier Hernández, “España no cuenta con una verdadera política cultural. Las instituciones han pensado exclusivamente en encargar equipamientos culturales a grandes arquitectos, con el resultado de que se excava muy poco en nuestro país”. Otro problema es el sistema de financiación pública, que está en manos de las comunidades autónomas. Esto hace que se impulsen las investigaciones de carácter local, pero las misiones arqueológicas internacionales a otros países quedan prácticamente huérfanas de ayudas.

Con este panorama, para ejercer de arqueólogo se necesita mucha moral, pasión y vocación. Vistos desde fuera, estos profesionales pueden parecer unos bichos raros, más interesados por el pasado que por vivir el mundo presente. Una vez, con cierto sarcasmo, la escritora británica Agatha Christie dijo: “Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”.

Sin embargo, quien se dedica a esta profesión asegura que, pese a todo, el trabajo compensa. Hace muchas décadas, cuando todo era más improvisado, el arqueólogo lo hacía todo: excavar, investigar, dibujar, analizar. En la actualidad esto ya no es así. El arqueólogo moderno tiene que rodearse de profesionales de varias disciplinas: filólogos, arquitectos, paleontólogos... Es un ambiente intelectual muy estimulante.

Porque una cosa está clara: una persona por sí sola, por muchos conocimientos que tenga, ya no puede abarcarlo todo. “Entre los arqueólogos coexisten varias figuras: están los que pasan meses en el campo de trabajo, pero cojean en el momento de hacer informes y viceversa. Lo más importante es la capacidad de observación, de entender el descubrimiento, de interpretarlo”, señala Josep Maria Gurt, catedrático de Arqueología de la UB.

José Manuel Galán representa tal vez el modelo de arqueólogo al que aspiran muchos que quieren dedicarse a esta profesión. Lidera una expedición española en Egipto. Empezó hace diez años en Luxor, con la ayuda de patrocinadores privados y está considerado como unos de los máximos expertos en arqueología egipcia. Una vez más, Galán invita a ser realistas y a no caer en ilusiones: “Mi día a día está en la oficina aquí en Madrid. La excavación dura unas semanas, pero luego hay que estudiar lo que se encuentra, fecharlo, entenderlo. El 80% del trabajo de un arqueólogo es trabajo de mesa. Porque luego tienes que divulgar, interpretar y publicar lo que has encontrado. En la arqueología, la excavación tiene que ser el medio, no el fin”, avisa.

En efecto, lo que hace un buen arqueólogo no es tanto el descubrimiento en sí, cuanto la interpretación que se da del mismo. Por poner un ejemplo, si se encuentran restos de cerámica antigua en unas excavaciones, a partir del análisis geológico y mineralógico de los materiales, se puede deducir su zona geográfica de procedencia y de ahí suponer la posible existencia de rutas comerciales en el lugar del yacimiento. Para llevar a cabo este análisis, la pica, la pala y el pincel no son suficientes: ¡se precisan conocimientos de química orgánica! Con todo, esta rama de arqueología más científica, muy sugestiva, es minoritaria y una de las más difíciles que conseguir. José María Gurt explica que el arqueólogo que quiere seguir investigando en el ámbito universitario y conseguir un doctorado a menudo ha de irse al extranjero. Y que cuando vuelve a España, su futuro tampoco está asegurado. Así que muchos acaban trabajando en museos o en institutos de conservación del patrimonio y aparcan sus sueños.

Ahora bien, si la arqueología no goza de su mejor salud, los que se dedican a ello no pierden las esperanzas y son conscientes de la riqueza social de su trabajo. Aseguran que les pagan para hacer lo que más le gusta. Y cuando se encuentra algo inesperado durante la búsqueda en un yacimiento, la emoción se dispara. “Fui a excavar durante un mes y no apareció nada. De repente, chocas con algo inesperado… Y así es como funciona”, recuerda Florensa. “Una vez que sale algo de la tierra, ves a todo el mundo en el campo que corre a ver lo que ha salido. Es algo que ilusiona”, dice Salvador Musté, de la empresa Recop.

Galán reconoce que en su profesión hay que superar muchas dificultades a diario, pero que el desafío merece la pena. “Cada vez es más difícil justificar unas excavaciones. Sólo se mira lo práctico: la posibilidad de hacer un parque arqueológico, en lugar de valorar el conocimiento en sí”, denuncia. “La ciencia española está volcada en lo de siempre: hacer edificios y que el político salga en la foto. Las autoridades no se dan cuenta del poder económico que tiene un descubrimiento. Es muy importante proteger y cuidar nuestro legado cultural. Se puede sacar partido”, asegura. A su vez, Josep María Gurt invita al optimismo. “Les aseguro que es una profesión gratificante, nadie lo hace para ganar dinero. Gemma Caballé lo resume así. “Esto es un trabajo muy vocacional. Nunca te harás rico. Y, por cierto, a mí me consta que tampoco Indiana Jones navegaba en el oro…”.
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Extraído de La Vanguardia

Las primeras uñas de los primates primitivos.

Las uñas son, sin duda, un elemento fundamental para proteger la sensible piel de las puntas de los dedos, pero además permiten rascar y también hacer cosquillas y, por ello, también son un elemento fundamental del tacto, que es necesario cuidar y que hoy se decora con cuidado.

Sin embargo, hasta ahora estaba poco claro desde cuando existen en los primates, una cuestión a la que científicos de la Universidad de Florida han puesto fecha esta semana: según sus investigaciones, esas células endurecidas de los dedos aparecieron en nuestros ancestros hace 55 millones de años, en el Ecoceno, facilitando así un tacto más sensible y con más posibilidades.

Para llegar a esta conclusión, los paleontólogos de Florida analizaron la más vieja evidencia fósil de las uñas de un primate que era de muy pequeño tamaño, lo que desmiente que las uñas surgieron al aumentar el tamaño del cuerpo. En total, estudiaron más de 25 ejemplares de la especie 'Teilhardina brandti', un primate extinto que se describió tras encontrarse un molar, pero del que ya se han encontrado otros dientes y huesos de sus tobillos que demuestran que era un mamífero y que vivía en los árboles.

Según el nuevo trabajo, publicado en la revista 'American Journal of Physical Anthropology', sus uñas permitieron a esta especie de lémur agarrarse en las ramas y moverse ágilmente de un árbol a otro.

Jonathan Bloch, del Museo de Historia Natural de Florida, lo explica con claridad: "Con el hallazgo de fósiles del esqueleto de este primitivo primate hemos probado que las uñas ya estaban presentes en un ancestro común a los lemures, los monos y los humanos".

En todo caso, el trabajo que firma permite comprender mejor las relaciones evolutivas de uno de los más antiguos primates modernos que se conocen, así como el medio ambiente en el que desarrolló las uñas en manos y pies, una característica única de este grupo.

Los restos de 'T. brandti' se encontraron en excavaciones, durante siete años, en la Base Wyoming Bighorn y se consideran la especie de primates norteamericanos más primitivos. Se sabe que vivieron hace 55,8 millones de años, en un momento de calentamiento de la Tierra que duró 200.000 años. Fue entonces cuando los mamíferos disminuyeron su tamaño y cuando los ungulados con una pezuña, relacionados con los ciervos y los caballos modernos, aparecen también en el registro fósil. En definitiva, fue el momento en el que se fijó buena parte de la biodiversidad de los mamíferos modernos.
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Un primate pequeño.
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En el caso del primate 'T brandti' se sabe que medía no más de 15 centímetros y que eran omnívoros. Mientras que sus antepasados, los primates arcaicos, tenían garras, los de esta especie ya tenían, además de uñas en sus dígitos, los dos ojos en la cara frontal y un cerebro de mayor tamaño.

"Son las uñas más pequeñas que se conocen tanto en seres vivos como en fósiles", ha declarado Ken Rose, profesor en la Universidad John Hpokins, también coautor del trabajo.

Dado que se han encontrado los fósiles de las especies 'Teilhardina' en otras partes del mundo, y se conocen sus dataciones, los investigadores se cuestionan la hipótesis de que los mamíferos emigraron desde Asia a Norteamérica, como también lo hizo el 'Homo sapiens' y plantean que pudieron llegar desde Asia, pero después de cruzar Europa, dado que en ambos lugares hay especies relacionadas.
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Extraído de El Mundo

El mono que cruzó el estrecho a Europa.

Una colonia de primates africanos en Murcia hace 1,1 millones de años plantea dudas sobre la evolución humana.

Hoy, el paso de humanos a nado o sobre cualquier cosa flotante por el estrecho de Gibraltar es, desgraciadamente, el pan de cada día. Pero hace más de un millón de años, aquel viaje entre dos continentes era una proeza al alcance de muy pocos. Uno de ellos fue el babuino gigante, una especie de mono africano de unos 70 kilogramos que fue capaz de cruzar el estrecho y establecer una población en Cueva Victoria, Murcia, hace 1,1 millones de años.

Algunos investigadores, como Luis Gibert, de la Universidad de Barcelona, ven en este mono trotamundos la demostración de que el camino directo entre África y Europa existía y de que los primeros humanos también lo recorrieron.

La teoría es muy polémica. En los últimos años, las evidencias se han amontonado del lado de los que piensan que los primeros humanos, surgidos en África, habrían dado la vuelta entera al Mediterráneo durante cientos de miles de años, a través de Asia, hasta llegar a la península Ibérica, donde encontramos a los Homo antecessor viviendo en la sierra burgalesa de Atapuerca hace un millón de años.

Gibert, director de las excavaciones de Cueva Victoria, sostiene que los humanos cogieron el atajo. Y cree que tiene pruebas. En la actual campaña en la cueva murciana, su equipo ha desenterrado 150 restos fósiles de diferentes especies animales, incluidos elefantes, rinocerontes y linces. Y, de nuevo, ha aparecido una muela del babuino gigante (Theropithecus oswaldii). La primera se desenterró en 1994. Fue una sorpresa internacional, porque hasta entonces el babuino sólo se había encontrado en África. En las últimas dos campañas han aparecido otros tres molares. Gibert ya tiene cinco y cree que pertenecieron a cinco individuos diferentes.

"Ahora podemos hablar de una población importante de Theropithecus en Cueva Victoria", señala el investigador, que también ha descrito en el yacimiento murciano un puñado de "restos humanos más antiguos que los de Atapuerca", de una especie todavía sin definir.

"¿Por qué este mono africano está en España y no se ha hallado ni en Grecia, ni en Italia, ni en Francia? Pues probablemente porque cruzó el estrecho de Gibraltar. ¿Y por qué no pudo cruzar la humanidad con él?", se pregunta Gibert.

Arrastrado en una balsa.

La hipótesis del investigador es que el babuino gigante pudo, por ejemplo, ser arrastrado mar adentro en una balsa natural por la avenida de un río. El Homo erectus, sostiene, hizo un camino similar hace más de un millón de años para llegar a la isla de Flores, en Indonesia.

La paleoantropóloga María Martinón Torres, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, defiende la hipótesis contraria, la del rodeo por Asia, cada vez más aceptada. Ha excavado tanto en Atapuerca como en Dmanisi (Georgia), los dos yacimientos clave en el presunto viaje del ser humano desde África hasta Europa a través de Asia.

"Hemos comparado los restos fósiles de 800.000 años encontrados en Marruecos y Argelia con los hallados en Atapuerca. Y no se parecen en nada. No hay una continuidad que respalde el paso por el estrecho", zanja. Como mucho, cree, el estrecho pudo ser "un lugar de paso esporádico, pero no suficiente para que se estableciera una población".
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Extraído de Público

Elementos clave para la vida en la Tierra llegaron del espacio.

Desde hace cincuenta años, los científicos han descubierto pruebas de que los meteoritos contienen ciertos bloques de construcción del ADN, la molécula que porta las instrucciones genéticas para la vida. Sin embargo, los investigadores no se ponían de acuerdo sobre si esos fantásticos elementos hallados en las rocas caídas del cielo provenían realmente del espacio o si, en cambio, no eran más que el fruto de la contaminación terrestre. Ahora, una nueva investigación financiada por la NASA ha encontrado pruebas de que sí, efectivamente, ese tesoro fundamental para la creación de la vida no fue originado entre nosotros. El estudio, que aparece publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), respalda la polémica teoría de la Panspermia, que acepta que la vida pudo llegar a la Tierra a bordo de asteroides o cometas que impactaron contra ella.

«Hemos descubierto componentes del ADN en los meteoritos desde la década de los 60, pero los investigadores no estaban seguros de si realmente se habían creado en el espacio o si, por el contrario, estaban ahí por contaminación de la vida terrestre», explica Michael Callahan, del centro espacial Goddard de la NASA en Greenbelt (EE.UU.). «Por primera vez, tenemos tres líneas de evidencias que, juntas, nos dan la confianza que estos bloques de construcción del ADN en realidad fueron creados en el espacio», subraya.

El hallazgo se suma a la creciente evidencia de que la química dentro de los asteroides y cometas es capaz de hacer bloques de construcción de moléculas esenciales. Por ejemplo, con anterioridad, los científicos de laboratorio de astrobiología del Goddard habían encontrado aminoácidos en varias muestras del cometa Wild 2 obtenidas por la misión de la NASA Stardust, y en varios meteoritos ricos en carbono. Los aminoácidos se usan para fabricar proteínas, las moléculas que «tiran» de la vida, utilizadas en todas las estructuras, desde el pelo a las enzimas.

Meteoritos ricos en carbono.

En el nuevo trabajo, el equipo de Goddard trituró muestras de doce meteoritos ricos en carbono,nueve de los cuales fueron recuperados de la Antártida. Cada muestra fue extraída con una solución de ácido fórmico y fue analizada con un cromatógrafo de líquidos, un instrumento que separa compuestos, y con un espectómetro de masas, que ayuda a determinar su estructura química.

Los científicos encontraron adenina y guanina, que son componentes del ADN llamados nucleobases, así como la hipoxantina y la xantina. El ADN se asemeja a una escalera de caracol, donde la adenina y la guanina conectan con otras dos nucleobases para formar los peldaños de la escalera. Son parte del código que dice a la maquinaria celular qué proteínas crear. La hipoxantina y la xantina no se encuentran en el ADN, pero se utilizan en otros procesos biológicos.

Además, en dos de los meteoritos, el equipo descubrió por primera vez trazas de tres moléculas relacionadas con las nucleobases: purina y diaminopurina, que son precisamente las que aportan la primera evidencia de que los compuestos en los meteoritos llegaron del espacio y no por contaminación terrestre.

Hielo de la Antártida.

Los investigadores también analizaron una muestra de 8 kilos de hielo de la Antártida, donde aparecieron la mayoría de los elementos de los meteoritos, con los mismos métodos. Pero la cantidad de hipoxantina y xantina que contenía fue mucho menor que en los meteoritos. Además, ninguno de las moléculas relacionadas con las nucleobases fueron detectadas en el hielo. Lo mismo ocurrió con otro meteorito descubierto en Australia. El elemento clave estaba en la roca, pero no en suelo donde apareció.

Para los investigadores, esto demuestra que los elementos para la vida ya se encontraban en las rocas antes de impactar contra la Tierra.
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Extraído de ABC

La apuesta por Orce.

La apuesta de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía por los yacimientos arqueo-paleontológicos de la cuenca de Orce es firme y decidida. Somos plenamente conscientes de que estos yacimientos son de los más singulares e importantes en el ámbito de la investigación del origen y evolución de la presencia humana fuera del continente africano.
 
La relevancia de los tres principales yacimientos de Orce (Barranco León, Fuente Nueva y Venta Micena) estriba, entre otros factores, en la posibilidad de aproximarnos a la reconstrucción paleoecológica de los primeros hábitats humanos del continente europeo, así como estudiar la evolución de la fauna y flora y la interacción con las comunidades humanas, ya que tanto por la variedad como por la densidad de vestigios paleontológicos se puede considerar como uno de los puntos de Europa más importantes para el estudio de este período geológico. Por estas razones se programó la redacción y ejecución de un proyecto de investigación cuyo ámbito fuese el de la Cuenca de Orce, desde un punto de vista contextual, y el de los yacimientos arqueológicos de Fuente Nueva 3 y Barranco León desde el punto de vista de la estricta intervención arqueológica.
 
Este proyecto, que se prevé finalice este año con una nueva intervención y la presentación de los resultados, cuenta con una inversión de 170.000 euros. A grandes rasgos podemos decir que las líneas prioritarias de este proyecto han sido, entre otras, la cronología de la expansión humana hacia Europa; las razones y contextos ecológicos en los que se expandieron los grupos humanos; la tecnología que desarrollaron en su expansión; la capacidad de interacción con el medio ambiente y competencia con otros animales y la capacidad de obtención de alimento y su dieta. Todo ello para construir un modelo que sirva de referencia a Europa occidental.
 
Una amplia red de investigadores ha hecho posible que el proyecto abarque así, en estos dos años, los aspectos esenciales y más importantes de la ocupación y evolución cultural y material del hombre en esta unidad territorial y cultural tan singular en Andalucía y Europa, bajo unos mismos criterios científicos cuyos resultados podrán ser parcialmente contrastados con los del equipo de investigación del Instituto Geológico y Minero Español que trabaja en el yacimiento cercano de Fonelas P-I.
 
Una de las bazas principales era aprovechar de manera integral todas y cada una de las importantes investigaciones realizadas en el pasado por los diferentes equipos que han intervenido en los yacimientos, desde una perspectiva amplia que integrara la presencia humana en la paleoecología del momento. Por ello se decidió abordar la investigación en esta fase a partir de los dos yacimientos arqueológicos que facilitan la mejor comprensión de los contextos: Fuente Nueva 3 y Barranco León.
 
La confirmación a través del registro fósil de la presencia humana arcaica en el territorio de Orce es un paradigma superado, ya que la citada presencia está más que acreditada por la recuperación de industrias líticas en contextos estratigráficos. Por todos estos motivos, se han escogido como lugares de intervención para esta fase de la investigación los dos yacimientos citados, al tiempo que serán objetos de estudio las colecciones recuperadas y custodiadas en el Museo Arqueológico de Granada.
 
Los magníficos resultados de las excavaciones llevadas a cabo avalan científicamente las decisiones tomadas respecto a la intervención, que además ha contado con la presencia de alumnado de los postrados de arqueología de las universidades andaluzas, que están llevando a cabo sus tesis doctorales sobre los resultados científicos de estos yacimientos y que empiezan a conformar una nueva generación de investigadores andaluces especializados en esta temática. Entre las competencias de la Consejería de Cultura está la tutela del patrimonio histórico de Andalucía que comprende la protección, la conservación, la investigación y la difusión del mismo. Estas son las prioridades y los argumentos que guían a la administración cultural en la intervención en los yacimientos arqueo-paleontológicos de la zona, desde la prudencia, la serenidad y el conocimiento científico riguroso y de excelencia.
 
La investigación, elemento indispensable y crucial para la protección y la conservación de los bienes patrimoniales, tiene ya un largo recorrido y recientemente han visto la luz dos publicaciones: 'Ocupaciones humanas en el pleistoceno inferior y medio de la Cuenca de Guadix-Baza', editada por la Consejería de Cultura, y 'Les industries litigues archaiques de Barranco León et de Fuente Nueva 3. Orce bassin de Guadix-Baza', publicado por el CNRS francés. El proyecto en ejecución también ha iniciado su andadura en la transmisión del conocimiento con diversas publicaciones en revistas especializadas.
 
Protección como BIC.
 
Paralelamente a la labor de los grupos de investigación, la Administración debe construir desde bases sólidas la protección de los bienes patrimoniales. En este sentido, la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura acaba de incoar el procedimiento para proteger como BIC, con la tipología de Zona Arqueológica la Cuenca de Orce. Esto ya se hizo en 2008 con la declaración como Zona Arqueológica del yacimiento de Cúllar-Baza I y se hará próximamente con el de Huéscar I. Además, se va a facilitar la gestión de la zona arqueológica mediante la creación del Enclave Arqueológico de los Yacimientos Arqueo-paleontológicos de la Cuenca de Orce, que tendrá su sede en el Palacio de los Segura y que ya dispone de personal adscrito de la Junta de Andalucía.
 
Con este mismo criterio de reflexión nos enfrentamos a la planificación de las actuaciones para la zona en el futuro, precisamente el mejor instrumento de planificación es la elaboración de un Plan Director. Los planes directores son documentos que se realizan desde el conocimiento, el debate y la implicación de distintas administraciones e instituciones que comparten su preocupación por la gestión sostenible de estos lugares. La elaboración de planes directores, como el del Patronato de la Alhambra y el Generalife o los del Conjunto Arqueológico de Itálica y el Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera, próximos a concluir, suponen muchos meses de trabajo y de reflexión en los que se valoran las fortalezas y debilidades de estos lugares, se planifica la conservación, la investigación y la difusión, se establecen vínculos con otras administraciones y con los agentes territoriales y se exponen a la opinión pública las conclusiones para que se pueda construir desde la cooperación y el debate.
 
En la actualidad, la elaboración del plan está avanzando y precisamente esa es la oportunidad que tenemos de actuación y de colaboración, mirando al pasado lo estrictamente necesario y sin negarnos ninguna posibilidad en el futuro, pero sin menospreciar ni desdeñar la eficacia de ese instrumento de planificación que tan buenos resultados está dando en otros lugares patrimoniales. La propia confección del plan supondrá la puesta en práctica de diversas actuaciones en el ámbito del conocimiento y la comunicación, que harán que estos yacimientos se integren en la vida cotidiana de las poblaciones de esta zona y que facilitará la toma de decisiones consensuadas entre los distintos agentes.
 
Las intervenciones que en los últimos años se han producido en los yacimientos arqueo-paleontológicos de Orce han estado siempre motivadas por criterios científicos y técnicos, y así va a seguir siendo. Es obvio que en el futuro, y dentro del desarrollo del mencionado Plan Director, se planteará la excavación de los otros yacimientos del territorio en cuestión pero, de nuevo, serán los criterios científicos y técnicos los que determinen las estrategias de actuación. Por su parte, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, plenamente consciente de lo que estos yacimientos pueden suponer no sólo en el ámbito de la investigación científica a nivel mundial sino también como recurso excepcional para la zona, va a seguir trabajando de forma incansable por ellos, desde el diálogo y sobre las bases sólidas de la investigación científica.
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Extraído de Ideal

Descubren en Uganda un cráneo de simio de hace 20 millones de años.

Un equipo de científicos ugandeses y franceses ha encontrado el fósil más completo de un simio trepador, de hace unos 20 millones de años, en una región al nordeste de Uganda, en la frontera con Kenia. Los restos se encontraron el pasado 18 de julio en los que fue en el pasado un antiguo volcán, pero aún están pendientes de ser restaurado y estudiados.

No obstante, antes de realizar un análisis más exhaustivo, los investigadores anunciaron el hallazgo en una rueda de prensa: "Es la primera vez que se encuentra el cráneo completo de un simio de esta edad", destacó Martin Pickford, un paleontólogo del College de France en París, quien trabajó muchos años con el conocido Richard Leakey en Kenia.

De momento, lo que se sabe es que se trata de un herbívoro que trepaba a los árboles y que tenía unos 10 años cuando murió, según informa Reuters. Su cabeza era como la de un chimpancé, pero sin embargo el cerebro era como el de un babuino, que es de menor tamaño. Se considera un primo lejano de los simios hominoideos, cercano a los pro-cónsul, cuya rama evolutiva se extinguió.

Su importancia radica en que hasta ahora sólo se habían encontrado algunos dientes sueltos y fragmentos de hueso de la misma especie, bautizada como 'Ugandapithecus major'. "No es el simio más antiguo, porque se han encontrado restos de hace 40 millones de años, pero si es interesante para estudiar la evolución", ha señalado el paleontólogo español Salvador Moyá-Solá. El experto comenta que habrá que esperar a su restauración para saber con más detalle qué es lo que aporta el nuevo fósil.

Ahora, los restos serán llevados a Paris para su restauración y para ser estudiados con rayos x, según ha anunciado Bridgette Senut, profesora en el Museo Nacional de Historia Natural. "Será limpiado en Francia, será preparado en Francia y luego en un plazo de alrededor de un año se devolverá al país", declaraba Senut.
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Extraído de El Mundo

En busca de la especie "Ñ".

Atapuerca se prepara para perseguir el cráneo de un nuevo 'Homo' a partir de 2012.

Hace 1,2 millones de años, un grupo de humanos descuartizó el cuerpo de una abuela de unos 40 años, celebró un banquete caníbal y tiró los despojos a un pozo de casi 20 metros. Durante cientos de miles de años, los pedazos descansaron bajo una capa de tierra y restos de fauna de la zona como hipopótamos, rinocerontes, linces y osos. Sobre aquel agujero, enclavado en un pasillo que hoy enchufa la cuenca del Ebro con la del Duero, a 15 kilómetros de Burgos, pulularon Homo antecessor, Homo heidelbergensis y neandertales.

Los fósiles de aquella presunta abuela permanecieron enterrados hasta que, a finales del siglo XIX, unos 1.500 Homo sapiens llegaron y abrieron una herida en la Sierra de Atapuerca para construir una línea de ferrocarril para llevar carbón a los altos hornos de Vizcaya. Finalmente, en 2007, el equipo de investigación de Atapuerca extrajo la mandíbula de aquella abuela, el primer hominino conocido de Europa.

Es un hueso minúsculo, de unos siete centímetros, y con apenas cuatro dientes todavía engarzados, pero los codirectores de Atapuerca ven en él "una identidad europea". Lo que arrojaron a aquel agujero, sostienen, no se parece a ninguna de las especies humanas conocidas, como pensaron en principio, clasificándolo como Homo antecessor. Y mientras buscan más restos para confirmar su hipótesis ya la han bautizado: la especie Ñ.

"Todo lo que tenemos es un fragmento de mandíbula y no sabemos qué demonios es", admite uno de los codirectores de las excavaciones, José María Bermúdez de Castro. Aun sin nombre, los investigadores creen que aquella abuela tuvo un papel protagonista en la evolución humana. La campaña de excavaciones de este año concluyó el 22 de julio sin grandes novedades, pero otros estudios confirman la importancia de la especie Ñ.

Un mentón primitivo.

Científicos de las universidades de Granada y Málaga han confirmado que la primera especie que salió de África fue el Homo habilis y no el Homo erectus, como se dio por hecho durante décadas. La confirmación respalda las tesis de los investigadores de Atapuerca. El Homo habilis habría abandonado África hace unos dos millones de años, dando lugar por el camino, en Asia, al Homo georgicus, que vivió hace 1,85 millones de años en lo que hoy es Georgia. "El georgicus podría haber dado lugar a la especie Ñ y esta, a su vez, a los antecessor", explica Juan Manuel Jiménez Arenas, de la Universidad de Granada, que ha estudiado la variabilidad en la forma del cráneo de los representantes del género Homo.

La lectura de la mandíbula hallada en Atapuerca, en la Sima del Elefante, también apunta a Europa. El mentón de aquella abuela de la especie Ñ es muy primitivo, parecido al de los Homo habilis africanos, pero la cara interna es "muy moderna", según los investigadores, ya que carece de la protuberancia ósea típica de las mandíbulas de esta antigüedad. La especie Ñ, sea lo que sea, no procede de un éxodo de homínidos fuera de África, sino que surgió de manera independiente en Eurasia y pudo desembocar en los antecessor y estos, a su vez, "tienen entidad para estar relacionados con ancestros de neandertales", según Bermúdez de Castro.

La especie Ñ cosería las piezas del puzzle evolutivo esparcidas por África, Asia y Europa. El codirector de Atapuerca explicará los últimos avances de sus investigaciones el próximo 23 de septiembre en Leipzig (Alemania), en el primer congreso de la recién nacida Sociedad Europea para el Estudio de la Evolución Humana.

Un cerebro pequeño.

Bermúdez de Castro sostiene que allí no se dará un veredicto sobre la especie Ñ. "Sabemos poquísimo, necesitamos más restos", afirma. Aquellos humanos habrían vivido sin dominar el fuego, con una longevidad máxima de unos 50 años, similar a la de los chimpancés, y habrían sido cazadores y recolectores, además de caníbales. Aparte de la mandíbula, los investigadores han hallado en la Sima del Elefante un fragmento de húmero y una falange que pudieron pertenecer al mismo individuo.

En el húmero, un hueso del brazo, los científicos han observado marcas de corte que achacan, sin dudarlo, a prácticas caníbales. Bermúdez de Castro también cree que la especie Ñ era "una población demográficamente poco importante" y que sus individuos tendrían una capacidad craneal de "no más de 900 centímetros cúbicos", lo que indica un cerebro pequeño, comparado con los 1.500 centímetros cúbicos actuales.

Pero son todo especulaciones. Este verano, en una campaña de excavaciones calificada como "de transición", los investigadores no han hallado más restos de la especie Ñ. Pero tienen que estar allí, en el fondo del pozo. "En tres o cuatro años tendremos el nivel excavado completamente", calcula Bermúdez de Castro. Sin embargo, no hay garantías de que el cráneo de la abuela aparezca, lo que permitiría confirmar si se trata de una nueva especie. De entrada, el grupo que devoró su cadáver pudo tirar el cráneo en otra parte. Y, además, el pozo donde se ha encontrado la mandíbula es un agujero de 20 metros de profundidad, con una boca de cinco metros de diámetro. Pero esta chimenea se abría bajo la tierra, formando cavidades de decenas de metros que no se están excavando.

El cráneo pudo caer y rodar hacia la cueva, por ejemplo. "Si fue así, no lo encontraremos en cien años", zanja Eudald Carbonell, director del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social y codirector de los yacimientos de Atapuerca. En las últimas semanas, el trabajo se ha centrado en construir una pasarela sobre la Sima del Elefante para tener todo listo para poder buscar el cráneo en 2012. "Cuando aparezca podremos hacer la atribución a una especie o a otra", afirma Carbonell.

Un banquete con niños.

Su colega Bermúdez de Castro plantea tres posibilidades: "O es un Homo antecessor o un Homo georgicus o una especie nueva". Los restos hallados en el yacimiento georgiano de Dmanisi tienen una antigüedad de 1,85 millones de años. La diferencia de edad con la abuela de Atapuerca es de unos 600.000 años. "Parece demasiado como para que estemos hablando de la misma especie", sospecha el paleoantropólogo. Los Homo antecessor hallados en la Gran Dolina, a pocos metros de la Sima del Elefante, vivieron hace 800.000 años. Allí un grupo de antecessor atacó el campamento de otro grupo y devoró a al menos diez individuos, casi todos niños. La abuela de la mandíbula pudo ser una versión primitiva de estos antecessor adictos a los banquetes caníbales, pero la hipótesis predominante entre los codirectores de Atapuerca es que se trata de una especie desconocida para la ciencia.

Bermúdez de Castro es el padre del nombre antecessor, pero, de momento, se niega a fantasear con la denominación de la presunta nueva especie. "Ahora no podemos tirarnos a la piscina", resume. El mote actual, especie Ñ, es un invento de los investigadores para el lanzamiento del primer número del nuevo Periódico de Atapuerca, "la mejor publicación periódica estable sobre la evolución humana", según el tercer codirector de las excavaciones, Juan Luis Arsuaga.

"Quizá se extinguió".

Pero no todos los investigadores están tan satisfechos con los fósiles de Atapuerca. El descubridor del Australopithecus sediba, el paleoantropólogo surafricano Lee Berger, acaba de elaborar un árbol genealógico de la especie humana para la revista National Geographic y el Homo antecessor ni siquiera aparece. No tiene ningún papel en la evolución. Y mucho menos la especie Ñ. "No se puede negar la existencia de 150 restos fósiles de Homo antecessor. Lee Berger nunca ha pisado Atapuerca", se defiende Bermúdez de Castro.

¿Y qué pasó con la especie Ñ? Para el codirector de Atapuerca, hay tres finales posibles: "Pudo dar lugar al Homo antecessor de la Gran Dolina o mezclarse con otros homínidos de Asia. O, quizá, la población se extinguió. Simplemente, desapareció".
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Extraído de Público

Los primeros 'Homo' emigraron desde África hasta Georgia.

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La salida de los humanos de África, hasta llegar a colonizar el planeta, y alcanzar los 7.000 millones de individuos (este mismo año) siempre ha sido tema de discusión científica. Las últimas investigaciones apoyan la hipótesis de que desde su origen el género 'Homo', cuando era más parecido a un chimpancé que a los humanos actuales, ya abandonó el continente que fue su cuna para conquistar nuevas tierras.

Uno de estos trabajos es el que esta semana han presentado científicos de las universidades de Granada y Málaga, que han realizado un estudio comparativo de 14 cráneos de diferentes especies humanas para confirmar que los 'habilis' dejaron África hace más de 1,8 millones de años, que es cuando se han encontrado restos de su descendiente, el 'Homo georgicus', en Dmanisi (Georgia).

El trabajo, publicado en la revista 'Quaternary International', se centra en la variabilidad en las formas de los cráneos. "De todas las variables posibles hemos escogido tres del cerebro y tres de la cara que sirven para diferenciar claramente a chimpancés, gorilas y humanos", explica Juan Manuel Jiménez Arenas, de la Universidad de Granada. Paul Palmqvist y Juan Antonio Pérez Claros, de Málaga, cofirman el artículo.

Los autores concluyen que, en realidad, sólo hubo tres taxones ("Se podría decir especies", señala Jiménez Arenas) a lo largo de toda la evolución humana, es decir, que sólo tres 'Homo' presentan características muy diferentes. Serían los 'habilinos', cuyos restos más antiguos son de hace 2,5 millones de años; los 'erectus', de hace entre 1,8 millones de años y 40.000 años, y entre los que encuadran a los 'Homo ergaster' y los neandertales; y los 'Homo sapiens'.

Debate científico.

Ya en el año 2006, Jiménez Arenas planteó la hipótesis de que los 'habilis', llamados así por su capacidad de fabricar utensilios de piedra, habían llegado hasta Georgia, pero hasta que en 2007 no se encontraron restos del cuerpo de los homínidos de este yacimiento no había pruebas. Aún hoy es tema de debate entre los especialistas.

En este trabajo, los autores observan que hay características de esta primitiva especie, como su reducido tamaño del cerebro, los dientes grandes, la cara muy robusta y la musculatura de masticación muy desarrollada, que cuadran con la de los habitantes de Dmanisi.

Otro factor determinante es que las herramientas de piedra encontradas en Eurasia, y fabricadas hasta hace 600.000 años, están talladas con la tecnología de Modo I u Olduvayense, que utilizaban los 'Homo habilis', cuando en África hacía mucho tiempo que había aparecido un método superior, el Achelense o Modo 2: se ha documentado en África hace 1,6 millones de años, un millón de años antes.

Los autores plantean que el Odluvayense pudo perdurar en Eurasia porque los felinos que había aprovechaban muy bien la carne, dejando menos carroña para los humanos arcaicos, pero plantean también otra posibilidad: puede que las poblaciones euroasiáticas fueran todas descendientes de los primeros homínidos emigrantes, hasta que fueron reemplazadas por las de otra especie con útiles más sofisticados.
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Extraído de El Mundo