Profesores del IES de Fabero documentan los
restos de un castro de origen celta, posiblemente ástur en Vega de Espinareda.
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Al lado del mapa de los pueblos astures aparecen los restos del muro semiderruido (arriba) y el muro norte. |
En lo más alto del monte que domina Vega de Espinareda hay un lugar al
que todos llaman el “castro de Vega”. Quien se atreve a subir hasta allí se
queda asombrado ante una muralla que rodea un promontorio rocoso, como si se
tratase de la ciudadela de un castillo medieval. La muralla está algo
deteriorada, pero se aprecia claramente que esas piedras no han llegado hasta
allí por accidente. El hombre las ha traído aquí y las ha colocado formando un
muro. La sorpresa inicial se hace todavía mayor cuando se comprueba que, usando
el SIGPAC o el Google Earth para el reconocimiento desde el aire de esa zona,
se observa que hay otras construcciones allí. Tapadas por los brezos, las urzes
y los piornos, se esconden de los ojos de los visitantes otra muralla (que amplía
tres o cuatro veces el perímetro de la atalaya) y una serie de arcos paralelos
al promontorio fortificado. No hay restos aparentes de casas dentro de la
fortaleza. Tal vez, la misión de estas edificaciones fuera servir de refugio en
tiempos de guerra. Más restos de piedras fuera del recinto parecen señalar en
esa dirección. En definitiva, una serie de estructuras humanas que, gracias al
testimonio de José Antonio Librán y Adolfo Marote, profesores del I.E.S.
Beatriz Ossorio de Fabero, han salido a la luz. Ellos serían los descubridores
“oficiales” del hallazgo, pero es de justicia recordar a todos los paisanos
anónimos de la zona que, seguramente conocían los restos, pero no tenían los
altavoces necesarios para comunicarlo.