Hace ahora 25 años, el hallazgo en Guardamar de un segundo busto femenino
de origen íbero resolvió los misterios que rodeaban a la Dama de Elche.
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Aspecto con el que se halló a la Dama de Guardamar en 1984 y que ahora se expone restaurada en el Museo Arqueológico de su ciudad. |
Mediodía del 21 de septiembre de 1987.
Algo aparece entre los terrones de tierra seca que remueve, con la pericia de
un artesano, José Uroz Sáez, catedrático de Historia Antigua de la Universidad
de Alicante y director en aquel tiempo de la excavación que se estaba
realizando en Guardamar dentro de la necrópolis ibérica de Cabezo Lucero. Era
un pequeño fragmento de un objeto circular. «Al principio pensé que era una
parte de la rueda de un carro, ya que en distintas culturas mediterráneas, los
difuntos eran llevados hasta su lugar de sepultura o bien a hombros, o bien en
carros, en función de su categoría social», explica. El hallazgo tenía su
importancia, porque de confirmarse, hubiera sido una representación clara de
las costumbres funerarias de un pueblo tan desconocido como el íbero. Pero a
los veinte minutos del descubrimiento de ese primer fragmento, apareció otro
que nada tenía que ver con la hipótesis inicial. Era un pómulo, al que después
seguiría un trozo de collar y otras pequeñas piezas. Aquel primer elemento
radial no pertenecía a ninguna rueda. Era parte de un rodete que adornaba la
cabeza de una escultura femenina. Así fue como emergió de la tierra la Dama de
Guardamar.