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El ADN de dos bebés de hace 11.500 años encontrados en Alaska y su relación con los nativos americanos

El análisis del ADN mitocondrial de dos bebés de hace 11.500 años, encontrados en Alaska, revela que las poblaciones de Siberia que migraban hacia América sufrieron un aislamiento y diversificación genética en Beringia

Upward Sun River. Ajuar asociado al enterramiento de los dos bebés  
El hallazgo de dos bebés enterrados juntos cerca de Upward Sun River, Alaska, hace 11.500 años, arroja luz sobre las primeras poblaciones que se establecieron en  América, y el momento y trayectoria  de su expansión. Investigadores de la Universidad de Utah han descifrado el ADN mitocondrial de los dos bebés, de madres diferentes, concluyendo que presentan los haplogrupos C1b y B2, que están relacionados con dos linajes ancestrales de los nativos americanos (los linajes indígenas americanos comienzan con las letras A, B, C, D o X).

El halogrupo C1 se encuentra con mayor frecuencia entre los indios Pima y Hualapai de Arizona, Delta Yuman de California, y otras seis tribus, incluyendo la Ignaciano en Bolivia, los extintos taínos de Puerto Rico y un grupo representado por los huesos de Norris Farms en Illinois, datados en hace 700 años. Mientras que el halogrupo B2 se encuentra con mayor frecuencia en 37 tribus a lo largo de las Américas, incluyendo los Yakama, Wishram, Northern Paiute-Shoshone, Navajo, Hualapai (donde también aparece C1), Zuni y Jemez en América del Norte y Quechua y Aymara en Perú. También era común en los antiguos Fremont y Anasazi del suroeste de USA.

Considerando que representan a dos linajes diferentes, y que éstos son raros en las poblaciones modernas del Norte de América, se puede ver que existió una mayor diversidad genética en las primeras poblaciones procedentes de Beringia. Esta situación, y el hecho de que estos linajes están ausentes en Asia, apoyarían la hipótesis Standstill of Beringia, según la cual las personas que emigraron desde Siberia hacia América  pasaron entre 5 y 10.000 años en Beringia antes de moverse hacia Alaska, periodo durante el que se habría producido un alto grado de diversidad genética, antes de su expansión por el continente americano.

Los restos de huesos de los dos niños se encontraron en 2013, en una fosa excavada en el interior de una vivienda, a unos 15 centímetros por debajo de los restos incinerados de otro niño, de 3 años de edad. Ambos aparecieron con las piernas flexionadas y cubiertos de ocre rojo. Junto a ellos se encontraron ofrendas, que incluyen bifaces líticos y astas de ciervo biseladas, con punta en ambos extremos a modo de lanzas, decoradas con dibujos abstractos con líneas incisas.

El ritual asociado al enterramiento nos da una idea de las formas de pensar de esta gente, ya que el sacrificio de herramientas que se necesitan para sobrevivir indica sentimientos por la pérdida de sus seres queridos.

Además de estas herramientas de caza, se encontraron restos de fauna que indican una dieta variada, como salmón, perdiz nival, ardillas de tierra y otros animales. La presencia de dichas especies  demuestra que  la casa servía como residencia de verano,  ya que  abundan durante los meses más cálidos.

Anteriormente, se habían encontrado restos de viviendas relacionadas con campamentos temporales de otoño. Esto hace pensar que los habitantes de esta zona tendrían un estilo de vida seminómada, alternando la pesca en verano con campamentos para la caza de grandes animales como bisontes y alces, y adaptándose al territorio con un gran aprovechamiento de todas las especies que habitaban el medio en el que vivían. En aquella época, Beringia estaba ocupado por la tundra, arbustos y algunos árboles dispersos.

Autor| Ana Carmen Diago Vinadé

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