Lo que nos cuenta la cerámica

La cerámica arqueológica como documento histórico

Restos de diferentes tipos de cerámicas encontrados en un yacimiento arqueológico
El estudio de la cerámica resulta muy importante para comprender las sociedades del pasado desde el surgimiento de la misma en el Neolítico. Constituye, tal vez, la primera utilización consciente de una transformación química, esto es, la transformación de un material plástico y blando como la arcilla en otro duro mediante la acción del fuego. Al contrario de lo que puede parecer a priori, no sólo sirve para la datación, para estudiar su función, o para establecer hábitos culinarios o dietéticos a través de las analíticas de residuos. Su importancia también radica en el hecho de que puede aportar información interesante sobre las sociedades que las elaboraron y consumieron. Información que otras fuentes quizás no la reflejan por considerarla de escaso relieve.

Además, sirven para estudiar el desarrollo de la tecnología a lo largo de un período de tiempo muy amplio y para evaluar los efectos de los cambios sociales, políticos y económicos de los grupos del pasado. Desde el punto de vista práctico, se suma el hecho de que sea un material que se documenta en gran cantidad  (y de las formas más variadas) de intervenciones arqueológicas, ya que se conserva muy bien y se recicla poco.

En términos generales, podría decirse que a mayor complejidad social y prosperidad económica, mayor será la circulación, la producción y el consumo de cerámica. De hecho, cuando existe una demanda importante, como en la época del imperio romano, su producción la controlan grupos de oficina y grandes manufactureros que distribuyen la misma por un vasto territorio (como se puede observar en el caso del Monte Testaccio, con ánforas procedentes de la Bética). Pero para esto, tenían que existir unos excedentes y una capacidad de compra por parte de la población, esto es, una demanda. Cuando la economía imperial cae, la producción pasará a ser doméstica, y desaparecerán los grandes manufactureros, porque la población ya no tiene recursos para adquirirla.

Desde luego, todo está ligado a la prosperidad económica y a la capacidad de reunir excedentes de la población (“Una frágil vasija anglosajona moldeada a mano es testimonio elocuente de una dramática caída en los niveles de vida”). No sólo la complejidad social juega un papel importante, pero sí que la cerámica refleja en gran medida esa complejidad. Para que esos grandes manufactureros distribuyesen sus productos a zonas muy alejadas, hacía falta un aparato comercial muy complejo. Mediante la cerámica, podemos rastrear y estudiar también las redes de comunicación y comercio existentes en cada etapa. Incluso en algunas ocasiones, la arqueología ha documentado que estos manufactureros, tenían diferentes hornos distribuidos por un territorio, que se usaban o no en función de la demanda del momento. Esto se explica porque es más fácil, a veces, desplazar personas que objetos.

¿Para qué se usaba cada cerámica y que elementos se transportaban en ellas? A través de la circulación y el comercio, podemos establecer zonas de producción de diferentes productos, reconocer zonas de almacenamiento, procesamiento, etc.; todo ello reflejo de la complejidad social.

Por último, el tema del consumo también nos lleva nuevamente a la complejidad social. ¿Quién es el usuario o el propietario? Es decir, el consumo está impregnado de significados simbólicos o de status social. Nos puede sugerir un status determinado, afiliaciones religiosas o tribales, relaciones de poder, etc.

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