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De Jacko a Tiberio: desmontando Mitos, valorando la Historia

La actualidad, como siempre, nos vuelve a retar a ser capaces de separar lo execrable de lo admirable

Busto del emperador Tiberio

Al hilo del reciente estreno del documental “Leaving Neverland” en el festival de Sundance, cinta que recoge la cara supuestamente más atroz del Rey del pop, no podemos dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre qué hacemos cuando la realidad se empeña en demostrarnos que los mitos son sólo eso: mitos. En el momento presente es fácil. Aunque no haya nadie que dude de la importancia histórica del personaje en torno al cual gira el documental, somos coetáneos de lo que está sucediendo, compartimos cultura, lengua, valores,… todos tenemos un “código” común con el que juzgar los hechos que el documental nos narra. Pero qué sucede cuando nos enfrentamos a hechos similares en contextos históricos remotos. ¿Qué hacemos las personas que nos dedicamos a la Historia y las que nos leen cuando nos topamos en las fuentes con descripciones parecidas?

De Thriller a la Pax y buena administración del Imperio

Busca a alguien a quien no le guste Michael Jackson. Alguno aparece. Ahora busca a alguien a quien no le parezca que la forma de entender la música, la interpretación, el espectáculo… de Michael Jackson cambió para siempre la forma en que concebimos la música de masas en el siglo XX. Más complicado, ¿verdad?

Seguro que este debate lo han tenido en más de una ocasión recientemente las personas que leen esta página. Referido a cantantes, directores de cine, deportistas,… ¿somos capaces de realizar una lectura completa del personaje? ¿valorar las diferentes facetas en su medida?

Ahora imaginemos lo complicado que nos resulta esta misma tarea cuando hablamos de personajes históricos. Porque la historia la realizamos basándonos en las fuentes. Fuentes que, como sabemos, no son inocentes, y están también contaminadas por el tipo de razonamientos y dilemas que hoy en día nos pueden condicionar nuestras opiniones sobre personajes actuales.

Por ello, hemos tomado como ejemplo, en un ejercicio de comparación, a la figura del emperador Tiberio. Y vamos a analizar, como base para la reflexión, muy brevemente, lo que sabemos de su gobierno en lo que a administración, economía etc. se refiere, y lo que dice sobre él una de las fuentes que más utilizamos los historiadores: la Vida de los Césares, de Suetonio. A ver qué sale cuando despejemos la “x”.


La sombra de Augusto es alargada

Difícil tarea le correspondió a Tiberio. Hijo de Livia, esposa de Augusto, terminó, no sin las correspondientes intrigas políticas dignas de una novela, siendo adoptado por éste como hijo, destinado a sucederle. Pero claro, cuando estás obligado a compararte con el fundador de la Roma imperial, de la pax romana y de todas las virtudes que sabemos que se cuentan y que se contaban sobre Augusto, difícil tarea le corresponde a su sucesor.

La primera, que con él se experimentó por primera vez el complejo mecanismo de la sucesión dinástica en Roma. Y es que Augusto no dejó nada escrito sobre su sucesión de iure. Tiberio resultó elegido por eliminación (tras la muerte de Marco Agripa, Lucio y Cayo). Elegido por eliminación, que no por deméritos, y es que Tiberio ya tenía en su haber una exitosa carrera militar para cuando fue elegido sucesor. Cónsul a los 28, honores militares por sus campañas en Oriente, las Galias, Panonia, Germania, etc.

Durante su gobierno, contó abiertamente con la colaboración y consejo del Senado. Asimismo, tomó durante el mismo numerosas medidas de defensa de la tradición y lucha contra la corrupción. Igualmente limitó ciertas prácticas excesivamente suntuosas a las que los gobernadores estaban acostumbrados.

En lo que respecta a la sociedad romana, no sólo reforzó el ejército, sino que vigiló que la ciudad de Roma estuviera bien abastecida, llegando a fijar un precio para el trigo y subvencionando a los vendedores para que no tuvieran pérdidas. Veló por las distribuciones de trigo, por las buenas condiciones urbanísticas de la ciudad. Cierto es que aunque destinó muchos de sus esfuerzos por la estabilidad económica del Imperio, no destinó grandes sumas a espectáculos para el pueblo, hecho que seguramente contribuyó a agrandar su leyenda negra cuando se retiró a Capri, como veremos más adelante.

Igualmente tuvo una política estable y de contención de los problemas fronterizos, que hizo que al final de su gobierno hubiera una estabilidad en las fronteras pocas veces conocida en Roma.

Todo ello nos lleva a la conclusión de que, a pesar de la alargada sombra sobre su figura de Augusto, estamos hablando de un emperador cuya administración fue respetuosa con los provinciales, sostenedor de una política ligada a la tradición. Recibió como herencia grandes dificultades económicas y como legado dejó un tesoro público saneado y con superávit, y un estado de mejora general de la administración y en la economía de las provincias.

¿Alguna pega a todo lo contado hasta el momento? Ahora viene cuando los historiadores nos enfrentamos a aplicar esta lógica de la que hablamos al principio del artículo y el cuidado al tratar las fuentes.


Retiro a Capri y comienzo de la leyenda negra

En el año 27, Tiberio abandonó Roma para ir a vivir a Capri. Es bastante plausible que su refugio en la isla estuviera motivado por alguna enfermedad física que deseara ocultar. Se ha hablado y escrito mucho sobre la enfermedad cutánea que padeció durante toda su vida y que, si bien es cierto que no parece tratarse de una patología mortal, sí lo acomplejó durante toda su vida y especialmente a medida que iba envejeciendo y acentuándose sus síntomas. Parece que lo más característico eran unas costras y úlceras en su rostro tan significativas como para condicionar su vida diaria. Ésta y no otra parece ser la causa del retiro del emperador.

Sin embargo, como contábamos más arriba, a pesar de ser un buen gestor, no destinó grandes dispendios en espectáculos con los que entretener a la plebe… y lo pagó caro.

Suetonio, en el capítulo dedicado a Tiberio de la Vida de los Césares, describe las conductas depravadas a las que se dedicó durante su retiro. Prácticas crueles y aberraciones sexuales de todo tipo que, si bien eran frecuentes en los tópicos que se han difundido sobre los emperadores habitualmente para causarles desprestigio, no dejan de sorprendernos.

Cuenta Suetonio que tenía un habitación destinada a sus desórdenes más secretos, en la que un grupo de muchachas y jóvenes disolutos habían inventado monstruosos placeres y que él llamaba sus “maestros de voluptuosidad” (spintrias). Una de las prácticas más escandalosas que describe es el hecho de que había enseñado a niños pequeños, a los que llamaba pececillos, a que jugasen entre sus piernas en el baño, excitándole con la lengua y los dientes.

Qué casualidad que también le describa como avaricioso y afee que no dedicara sumas a monumentos y juegos para el pueblo de los que hablábamos.


Luz y sombra, Black or White: ¿cómo lo interpretamos?

Ya hemos narrado las luces y las sombras de lo que las fuentes y la historiografía nos cuentan sobre el emperador.

Ahora viene lo difícil: ¿es descabellado pensar que en una sociedad profundamente patriarcal y desigual como la romana, los diferentes emperadores llevaran a cabo prácticas atroces como la descrita sobre Tiberio? Parece que no. Incluso, aunque se trate de algo exacerbado por el odio hacia un personaje no especialmente popular en su momento, no parece un razonamiento ilógico. ¿Ensombrece esto su gestión como emperador? Parece que tampoco.

Ahora volvamos a realizar mentalmente la comparación entre las luces y las sombras de ambos personajes, el actual y el histórico. En ambos, luces incuestionables y documentadas. En ambos, sombras más o menos documentadas pero más que merecedoras de veracidad, o al menos no dignas de considerarlas calumnias.

No seré yo quien en esta página invite a la eterna reflexión sobre si debemos entender aquello que hoy nos resulta absolutamente repugnante en su contexto histórico, sociológico, religioso, etc. Creo que las personas que estudiamos la Historia debemos ser especialmente cuidadosas en no hacer juicios de valor sobre lo que contamos; corresponde esta tarea a las personas que nos leen.

Es muy importante contextualizar. Entender los hechos desde el punto de vista de la Historia Total. Y es que, volviendo al presente,no podemos entender la importancia del documental Leaving Neverland sin contextualizarlo en el siglo XXI, de la reciente crisis económica, sin los resultados electorales tanto en Estados Unidos como en Europa, sin el desarrollo imparable del feminismo, de movimientos como el “me too”, de la toma de conciencia por parte, especialmente de la sociedad occidental, de que las desigualdades no residen (que también) sólo en lo que a países ricos/países pobres se refiere, sino que esa dicotomía se reproduce también en todas las escalas sociales de la sociedad occidental y que supone una fractura en las relaciones de poder que cada día de manera más patente estamos dispuestos a romper.

Este hecho, como digo, será seguramente interpretado por nuestros colegas en el futuro, cuando estudien la cultura pop de este periodo, al que aún no sabemos cómo denominar. ¿Será interpretado en un contexto de toma de conciencia del fin de la cultura del patriarcado? ¿Será interpretado como una anomalía dentro de una norma que se seguirá repitiendo?

Estudiando las cosas en perspectiva, cuando hablamos de personajes como un emperador, parece en principio más fácil abstraerse de las opiniones personales y realizar un estudio en su conjunto del personaje. Obviamente nosotras mismas no estamos libres de realizar juicios de valor, pero sin contaminar con ello lo que contamos desde el punto de vista científico y dejando muy claro cuándo es opinión, y cuándo es hecho.

Ahora bien, al igual que en el momento presente es raro que alguien justifique las acusaciones sobre el personaje enmascarándolas en sus virtudes como artista, debemos tener especial cuidado cuando hablamos de personajes más lejanos en el tiempo en no caer en la justificación de lo injustificable, sólo porque queramos demostrar que en su contexto todo tiene explicación. De ahí, a teorías terribles como el revisionismo, sólo hay un paso. Y nadie discutirá que tenemos legiones de odiadores profesionales dispuestos a agarrarse a cualquier cosa que puedan calificar de científico para disfrazar de fundadas las atrocidades que pueden proferir.

Somos responsables de nuestros estudios sobre el pasado, pero también de cómo los contamos y su implicación en el presente.

Sirva este ejemplo, por la polémica que puede generar, como excusa para reflexionar sobre el oficio de contar la historia, sobre qué fuentes seleccionamos, con qué criterio las utilizamos y cuestionamos, contrastamos,… y cuál es el resultado final.

A veces es necesario que la Historia, la ciencia, nos destroce el Mito.


Bibliografía

Suetonio, Vida de los Césares, Madrid, Alianza Editorial, 2010.

Mangas, Julio, Historia Universal. Edad Antigua: Roma, Barcelona, Vicens Vives, 2003.

Suetonio, Tiberio, Barcelona, National Geographic, 2004.


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