Tras la revolución francesa surge un
nuevo calendario que pretende simbolizar la nueva Era de la Libertad
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Documento de la Comuna de París fechado con el calendario nuevo tras la Revolución Francesa |
Tras la Revolución francesa de 1789 se
forma la República y con esta nueva forma de gobierno, bajo la premisa de
escapar de la tiranía de la esclavitud de épocas pasadas y basándose en la
razón, la libertad y la igualdad, la Convención Nacional decide atender a las
voces que reclaman un cambio cronológico que se adapte a los nuevos tiempos,
encargando esta tarea al Comité de Instrucción Pública que con Gilbert Romme a
la cabeza junto a un equipo de importantes científicos creó una nueva
organización temporal.
Así, se decidió mantener la
organización del año del calendario gregoriano de doce meses, contando todos ellos
con treinta días a los que se añadían cinco días extra al final del año,
sumando así trescientos sesenta y cinco días y añadiendo un sexto día extra
cada cuatro años, haciendo las veces de año bisiesto del calendario gregoriano.
En esos días extra se celebraban las nuevas festividades -de la Virtud, del
Talento, del Trabajo, de la Opinión, de las Recompensas y de la Revolución,
esta última cuando los años eran bisiestos-. Estos meses de treinta días se
dividían en tres unidades de diez días -llamadas décadas- y no llevaban más
nombre que el numeral -primero, segundo, tercero, cuarto etc.-
Este nuevo calendario tendría su
inicio en el equinoccio de otoño según el observatorio de París que, además,
coincidía con el día de la proclamación de la República. A pesar de que esto
convertía al calendario en algo variable puesto que el equinoccio no se produce
el mismo día cada año, la Convención lo aprobó por Decreto el 5 de Octubre de
1793, en el cual, además, se detallaban las características de este nuevo calendario
y se daba por finalizada la “Era vulgar” para dar comienzo a la “Era de la
Libertad”.
En este primer proyecto de calendario,
tanto los meses como las décadas y los días se nombraban por numerales según su
orden -primer día, de la primera década del primer mes- pero pronto se dieron
cuenta de la rigidez de los nombres y tras muchos debates de diferentes
propuestas -que iban desde propuestas de nombres históricos a otros más
morales- se decidió que los meses pasaran a denominarse según las tareas agrícolas
propias del mes o sus fenómenos meteorológicos, estando divididos en las cuatro
estaciones. De esta forma, los meses pasaban a ser:
- En otoño: Vendémiaire (de
“vendimia”), Brumaire (de “bruma”) y Frimaire (de “escarcha”).
- En invierno: Nivôse ( de “nevado),
Pluviôse (de “lluvioso”) y Ventôse (de “ventoso”).
- En primavera: Germinal (de
“semilla”), Floréal (de “flor”) y Prairial (de “pradera”).
- En verano: Messidor (de “cosecha”),
Thermidor (de “caliente”) y Fructidor (de “fruto”).
Sin embargo, este calendario no fue
aceptado por el pueblo llano, a pesar del esfuerzo de las instituciones por
darle difusión y enseñarlo en las escuelas, sumando a ello la dificultad para
habituarse a un día de descanso cada diez en lugar de cada siete, por lo que
introdujeron un día de descanso intermedio. A todo esto se unían los problemas
políticos -los funcionarios del estado seguían rigiéndose por las semanas,
descansando en domingo- por lo que el emperador Napoleón Bonaparte, mediante un
senado-consulto, restablece el antiguo calendario gregoriano a partir del 1 de
Enero de 1806, poniendo fin al calendario republicano que pasó a ser usado
únicamente, y durante un breve período de tiempo, por los republicanos más
afines.
Autor | Maya Jiménez Vado
Vía | UCM
Imagen | Wikipedia
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