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El misterioso reino de Tartessos

El primer autor que vincula a Tartessos con el río Guadalquivir es Antonio Nebrija, un humanista del siglo XV 
 
Situación geográfica de la región de Tartessos
 «El rey Salomón tenía en el mar una flota de Tarsis, juntamente con la de Hiram, y cada tres años llegaba la flota de Tarsis y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales» (1 Reyes 10,22).

El Libro de los Reyes narra que el rey Salomón manda cada tres años una flota a Tarsis para aprovisionarse de oro, plata y otros objetos exóticos. ¿Podemos identificar a Tarsis con Tartessos, el fructuoso reino del Bajo Guadalquivir? La mayoría de los especialistas coinciden en que estos nombres son equivalentes y que, por tanto, el Antiguo Testamento testimonia las antiguas relaciones que mantienen los tartessios con los navegantes semitas, como poco, desde el siglo X a.C.

Otros textos posteriores, de los siglos VI al IV a.C, de Hecateo de Mileto, Heródoto o Éforo, confirman la existencia de esta civilización. Avieno, en su Ora marítima, relata que el río Tartessos rodea a una isla en la que se ubica una ciudad con el mismo nombre.

Son muchos, además, los que identifican Tartessos con la misteriosa Atlántida de los Diálogos de Platón. En el Timeo, concretamente, el filósofo griego describe la Atlántida como «una gran isla, más allá de las columnas de Heracles, rica en recursos mineros y fauna animal». Aunque esta tesis es poco probable, sí es cierto que se genera un aura de misterio que sólo con la investigación se puede esclarecer.

El primer autor que vincula a Tartessos con el río Guadalquivir es Antonio Nebrija, un humanista del siglo XV. Pero no es hasta el siglo XIX cuando George Bonsor comienza a excavar los yacimientos arqueológicos de Carmona, Cruz del Negro, Cerro del Trigo o Setefilla. Posteriormente, siguiendo la Ora marítima de Avieno, Adolf Schulten intenta localizar la capital de Tartessos en las Marismas de Doñana, ayudado por Bonsor. Sus investigaciones no dan el resultado esperado, pero en su obra Tartessos deja plasmado todo el conocimiento que se tiene de esta civilización hasta el momento.

Las fuentes escritas, por otro lado, constatan que la metalurgia es una actividad fundamental en Tartessos. En 1958, de hecho, aparece casualmente en Camas (Sevilla) un fantástico tesoro en el cerro de El Carambolo. El hallazgo desvela las dudas que se tenían sobre la existencia de Tartessos. El profesor  Carriazo es el encargado de excavar el yacimiento y de hacer palpable una civilización que, hasta entonces, sólo existía en la literatura antigua.

A raíz de este descubrimiento, se ubica a los tartessios en el sur peninsular y se le asocian varios yacimientos como el Cabezo de San Pedro (Huelva), Carmona (Sevilla), La Colina de los Quemados (Córdoba), Cancho Roano (Badajoz), etc. Es peculiar el caso de la Asta Regia romana, en la localidad gaditana de Mesas de Asta, en la que su propio nombre hace mención de la monarquía como una posible forma de gobierno. Se hace evidente, de hecho, en la figura de Argantonio que, según Heródoto, fue el último rey tartessio.

A partir del siglo VIII a.C., los fenicios comercian con Tartessos, fundan emporios en las costas del sur peninsular y, sin duda, aculturan a los nativos. En la actualidad, los investigadores tratan de discernir entre lo tartessio y lo fenicio. En el caso del yacimiento de El Carambolo, entre otros, todavía se discute sobre si su fundación es nativa o semita. El tiempo, en definitiva, aclarará las dudas.

Imagen| ABC

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