Una pequeña práctica de
meditación budista sobre el arte occidental
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Imagen de ‘l Moscóforo |
ThichNhatHanh es un maestro budista vietnamita,
poeta y abogado de la Paz que fue propuesto en 1967 por Martin Luther King para
recibir el premio Nobel de la Paz. Ha escrito libros y dictado conferencias que
invitan a la gente a practicar el budismo integrándolo en el día a día.
NhatHanh, en su libro “Hacia la Paz Interior” propone una
meditación sencilla que puede realizarse en casi cualquier circunstancia y
momento del día, la respiración
consciente.
Se trata de concentrarnos en nuestra respiración, simplemente
podemos inspirar mientras interiormente al hacerlo decimos “inspirando
tranquilizo mi cuerpo”, y al expirar nos decimos “expirando sonrío” al
hacerlo una sonrisa se dibujará en nuestro rostro. Dice ThichNhatHanh que al
sonreír conseguimos relajar todos los músculos de nuestra cara, conseguimos vivir
el momento presente y eso nos acerca a la felicidad. Para él, la sonrisa es nuestra verdadera naturaleza,
nuestro reconocimiento a la magia de la vida.
Confieso que ese sencillo ejercicio a mí me resulta muy
difícil de practicar, pero su visión sobre la sonrisa si me ha hecho pensar que
es algo que la humanidad lleva siglos apreciando. Como no podía ser de otra
manera en casi todas sus representaciones Buda
está sonriendo. Pero también lo hacen muchos de los protagonistas de la
historia del arte occidental.
Los griegos arcaicos en el s.VI a.C. y también los etruscos emplearon lo que se llama
la “sonrisa
arcaica” en sus representaciones escultóricas. Los Kuroi y Koraigriegos (como por ejemplo el Moscóforo), lucían en su
rostro una sonrisa, que hoy en día acostumbrados como estamos a representaciones
más realistas puede resultarnos forzada, pero en su momento era una manera de
mostrar que esa obra identificaba a un
ser vivo. La sonrisa era el gesto que demostraba que se representaba a
seres humanos vivos y que estos estaban bien. Una manera de ubicarlos en el
presente del observador. Los grupos escultóricos de los sarcófagos etruscos también muestran esta sonrisa, quizás como
un recordatorio de la vida eterna en el Más Allá.
Esta sonrisa se mantuvo hasta que la escultura se decantó
por representaciones más realistas de las emociones de los protagonistas.
La sonrisa en el fondo siempre tiene un punto enigmático,
hay muchos tipos de sonrisa y en el mundo del arte sin duda la más famosa es la
“Sonrisa de la Mona Lisa”, la obra
del gran Leonardo Da Vinci, que ha
hecho correr verdaderos ríos de tinta. Nadie es capaz de decir a ciencia cierta
por qué sonríe la Mona Lisa, pero lo que nadie puede negar es que esa sonrisa
unida a la serenidad de su rostro despierta a la vez nuestra curiosidad y nuestra
empatía.
Quizás observando estas obras de arte con la calma que da
utilizar la técnica de la respiración que enseña TichNhatHanh, podamos entender
un poquito más el misterio del arte que,
aunque nace en un tiempo y de la mano de una persona precisos y quizás con un
mensaje determinado es a la vez eterno y siempre actual y puede tocar el
corazón de cualquier persona con un mensaje individualizado. El arte como reflejo de la vida. Os
deseo muchas sonrisas.
Autor|
Ana Rebón Fernández
Vía|
Ana Rebón Fernández
Imagen|
Wikipedia
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