Nerón y el gran incendio de Roma: ¿fue el emperador el responsable de la catástrofe?

El fuego que arrasó la ciudad eterna Imagen meramente ilustrativa. En el año 64 d.C., Roma sufrió uno de los peores desastres de su historia...

César y la conquista de las Galias: una campaña militar que cambió el destino de Roma

El contexto histórico: la República romana en crisis

Imagen meramente ilustrativa.

La historia de César y la conquista de las Galias se enmarca en un periodo turbulento de la República romana, que abarca desde finales del siglo II a.C. hasta el siglo I a.C. Durante este tiempo, Roma se expandió por el Mediterráneo y se enfrentó a diversos enemigos, como los cartagineses, los griegos, los partos o los germanos. Sin embargo, esta expansión también trajo consigo problemas internos, como el aumento de las desigualdades sociales, las tensiones políticas, las guerras civiles y las ambiciones personales de algunos líderes.

Uno de estos líderes fue Cayo Julio César, nacido en el año 100 a.C. en una familia noble pero no muy influyente. César se destacó desde joven por su inteligencia, su oratoria, su habilidad militar y su ambición. Su carrera política fue ascendente, ocupando cargos como cuestor, edil, pontífice máximo, pretor y finalmente cónsul en el año 59 a.C. Durante su consulado, formó una alianza con otros dos hombres poderosos: Cneo Pompeyo Magno, el general más prestigioso de Roma, y Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma. Esta alianza se conoce como el primer triunvirato, y tenía como objetivo controlar el Senado y repartirse las provincias romanas.

César obtuvo el gobierno de las Galias, un territorio que comprendía el actual Francia, Bélgica, parte de Suiza, Holanda y Alemania. Allí inició una serie de campañas militares que duraron desde el año 58 a.C. hasta el año 51 a.C., y que le permitieron someter a los pueblos galos, germanos y británicos, ampliando las fronteras de Roma y obteniendo un enorme prestigio, riqueza y poder.


Las razones de la conquista: estrategia, gloria y ambición

¿Qué motivó a César a emprender la conquista de las Galias? Según él mismo relata en su obra "Comentarios sobre la guerra de las Galias", su principal objetivo era defender las provincias romanas de las invasiones de los pueblos bárbaros, especialmente de los germanos, que amenazaban con cruzar el río Rin y establecerse en las Galias. César también argumenta que quería proteger a los aliados de Roma, como los eduos, que eran atacados por otros pueblos galos, como los arvernos o los helvecios. Además, César afirma que quería civilizar a los galos, introduciendo las leyes, el idioma y la cultura romanas.

Sin embargo, estos argumentos no son del todo convincentes, ya que César no se limitó a defender las fronteras romanas, sino que las extendió más allá del Rin y del canal de la Mancha, llegando incluso a invadir Britania en dos ocasiones. Tampoco parece que César tuviera mucho interés en la cultura y el bienestar de los galos, a los que sometió a una dura explotación, imponiendo tributos, reclutando soldados y esclavizando a miles de personas. Por otro lado, César no siempre respetó a los aliados de Roma, sino que intervino en sus asuntos internos, favoreciendo a unos y perjudicando a otros, según su conveniencia.

La verdadera razón de la conquista de las Galias fue, sin duda, la ambición personal de César, que buscaba aumentar su fama, su fortuna y su poder. César sabía que la guerra era el camino más rápido para conseguir el prestigio y el apoyo popular que necesitaba para triunfar en la política romana. Además, César tenía una rivalidad con Pompeyo, que había conquistado Oriente, y quería demostrar que él era un mejor general. Por último, César tenía un sueño: convertirse en el amo de Roma, y para ello necesitaba un ejército leal y experimentado, que le acompañara en su futuro enfrentamiento con el Senado y con Pompeyo.


El desarrollo de la conquista: victorias, resistencias y traiciones

La conquista de las Galias no fue un proceso fácil ni lineal, sino que se encontró con la resistencia de los pueblos locales, que se rebelaron en varias ocasiones contra el dominio romano. César tuvo que hacer frente a numerosos enemigos, tanto externos como internos, que pusieron en peligro su vida y su obra.

La primera campaña de César fue contra los helvecios, un pueblo celta que habitaba en la actual Suiza, y que había decidido emigrar hacia el oeste, buscando nuevas tierras. César les impidió el paso por la provincia romana de la Galia Narbonense, y les obligó a retroceder hacia el norte, donde les derrotó en la batalla de Bibracte, en el año 58 a.C. A continuación, César se dirigió al norte, donde se enfrentó a los germanos, que habían cruzado el Rin bajo el mando de Ariovisto, un rey aliado de Roma. César les venció en la batalla de Vosgos, y les expulsó de las Galias, estableciendo el Rin como frontera natural.

En el año 57 a.C., César se ocupó de someter a los belgas, un conjunto de pueblos que habitaban en el norte de las Galias, y que se habían unido para resistir a los romanos. César les derrotó en varias batallas, como la de Axona, la de Sabis o la de Aduatuca, y les impuso su autoridad. Sin embargo, algunos belgas, como los nervios, los eburones o los menapios, siguieron oponiendo resistencia, y protagonizaron varias revueltas en los años siguientes.

En el año 56 a.C., César se dedicó a pacificar el oeste de las Galias, donde se encontraban los pueblos de la Armórica, como los vénetos, los osismos o los coriosolitos. Estos pueblos tenían una fuerte tradición marítima, y controlaban el comercio por el Atlántico. César les combatió tanto por tierra como por mar, y logró someterlos tras la batalla naval de Quiberon, en la que capturó a los líderes vénetos y los ejecutó.

En el año 55 a.C., César decidió ampliar sus horizontes, y cruzó el Rin por primera vez, construyendo un puente de madera en solo diez días. Su objetivo era intimidar a los germanos, y demostrar su poder. César no encontró mucha resistencia, y regresó a las Galias tras unos días de exploración. Ese mismo año, César realizó la primera invasión de Britania, una isla que era desconocida para los romanos, y que despertaba su curiosidad y su codicia. César desembarcó con dos legiones en la costa sur de la isla, y se enfrentó a los britanos, que le opusieron una feroz resistencia. César logró establecer una cabeza de puente, y firmó una alianza con algunos reyes locales, como Mandubracio, pero tuvo que volver a las Galias por el mal tiempo y la falta de suministros.

En el año 54 a.C., César volvió a cruzar el Rin, y realizó una segunda invasión de Britania, esta vez con cinco legiones y una gran flota. César avanzó hacia el interior de la isla, y se enfrentó al rey Casivelono, que lideraba la coalición de los britanos. César le persiguió hasta su fortaleza, pero no pudo tomarla, y se conformó con recibir rehenes y tributos, y regresar a las Galias. Sin embargo, su ausencia había provocado una gran revuelta en el norte de las Galias, encabezada por Ambiorix, el rey de los eburones, que había atacado y aniquilado a una legión romana acantonada en Aduatuca. César tuvo que sofocar la rebelión, y castigó duramente a los eburones, a los que intentó exterminar.

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