TRIBUNA: ALBERTO OLIART SAUSSOL
Hace unos días, la Fundación Gregorio Marañón organizó una semana de conferencias y actos en conmemoración del viaje del rey Alfonso XIII a Las Hurdes acompañado por el doc
tor Marañón. En el Primer día estuvieron presentes e inauguraron los actos los reyes de España. Al tercer día, por la tarde, me tocaba presidir una mesa redonda en la que participaban el obispo de Coria y Cáceres, Ciriaco Benavente Mateos; el presidente de la Diputación de Cáceres, Manuel Veiga; el senador de Cáceres Francisco Javier Hernández; el alcalde de Pinofranqueado (Cáceres), José González, y el vicerrector de la Universidad de Cáceres, Eduardo Alvarado.Pensando en lo que tenía que decir, y por los buenos oficios de mi amigo Elías Querejeta, quise ver y vi el documental que rodó Luis Buñuel sobre Las Hurdes, que tituló Tierra sin pan, en 1932. Un reportaje espléndido como obra cinematográfica. Y leí de cabo a rabo el, libro Viaje a Las Hurdes, preparado por los componentes de la fundación y la hija y el nieto del doctor Marañón. En ese libro se publica el Cuaderno de notas que Marañón escribió en su primer viaje a Las Hurdes, meses antes del que hizo acompañando al Rey, al obispo de Coria, Pedro Segura, y al resto de la real comitiva.
Hace unos días, la Fundación Gregorio Marañón organizó una semana de conferencias y actos en conmemoración del viaje del rey Alfonso XIII a Las Hurdes acompañado por el doc

Leyendo los artículos de Marañón sobre Las Hurdes, del doctor Goyanes, el de Unamuno titulado Sob

Esa llagada realidad que fueron Las Hurdes se puede utilizar, como hizo Luis Buñuel y otros detrás suyo, como un arma política, como una piedra que se lanza rencorosamente contra aquella parte de la sociedad a la que se considera culpable de las enfermedades, de la pobreza, del hambre, de la ignorancia, del sufrimiento soportado.
Pero también cabe, y esto es lo más difícil, descubrir desde el mundo de fuer

Hoy, Las Hurdes es algo bien distinto de las que describieron el doctor Marañón y Goyanes, de las que escri

Yo dije que no era bueno ni posible "desdolerse de Las Hurdes" como ya había dicho Unamuno. Había que tenerlas presente para no olvidar, para estar alerta, para no rechazar ese espejo en el que, al mirarnos en la degradación del otro, nos miramos a nosotros mismos. Porque si Las Hurdes actuales nada tienen que ver con las que visitaron Alfonso XII y el doctor Marañón en junio de 1922, otras Hurdes nos rodean.
Son Las Hurdes de las cárceles superpobladas; de los drogadictos abandonados y mal comprendidos; la de los enfermos de sida; la de las minorías marginadas, cuando no perseguidas; de los derrotados de nuestras ciudades. Todas esas excrecencias de nuestra sociedad a las que nos negamos, que mantenemos fuera de nuestras vidas en una relación de condena y culpabilidad que tan bien analizó Foucault.
Son esas otras Hurdes, de las que está lleno el mundo del hambre, de la violencia, los mundos del Sehel, de Etiopía, de Somalia, de Bangladesh, de Bosnia. No cabe desdolerse de tanto dolor.
Dice, y digo, que el mejor significado del viaje del rey Alfonso XIII a Las Hurdes con el doctor Marañón y los que con ellos fueron fue el no rehuir, enfrentarse con una realidad acusadora, y con su actitud abrieron ese mundo de hombres y mujeres hurdanos a la esperanza. Ésa es la lección que llega hasta nosotros, la que sigue siendo válida en el mundo de hoy.
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Extraído del archivo de El País (27/12/1993)
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Otros sitios en la web: Las Hurdes según Unamuno
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