El Parque de Teverga (Asturias) permite visitar reproducciones artísticas de las cuevas más importantes del mundo.
Al descender por la cueva del Parque de la Prehistoria de Teverga (Asturias), el visitante se siente invadido por la sensación que, posiblemente, tendrían los que se adentraban en un espacio así hace millones de años: el olor penetrante de la humedad, la inseguridad de los pasos que tropiezan en las irregularidades del piso, los destellos de la luz desvelando figuras en las paredes...
Es el efecto que pretendían sus creadores cuando idearon un complejo donde se pudiera, en los pocos metros de su descenso, pasar por refugios localizados en Francia, Cantabria o Asturias y descubrir las pinturas que en ellos se cobijan desde hace tanto tiempo; querían ofrecer acceso a la reproducción de conjuntos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que, en algunos casos, ya no pueden ser visitados.
El problema de conservación de las pinturas rupestres es una de las razones de la creación de este centro, único en España. Las cuevas originales tienen cuotas de visitas muy reducidas porque los viejos pigmentos de sus paredes se deterioran y desaparecen por la presencia humana, que contamina el espacio y altera sus niveles de luz, humedad y temperatura. Así ocurre, por ejemplo, en el caso del llamado camarín de Candamo, en cuya reproducción se puede contemplar una figura ya desaparecida en el emplazamiento original de la caverna asturiana de La Peña, una víctima del exceso de visitantes en un momento en el que los protocolos de conservación no eran muy exigentes.
Luz de antorcha.
El Parque de la Prehistoria, incluido desde el pasado verano en la red del Consejo Internacional de Museos (ICOM) por su labor de divulgación científica y educativa, está integrado por dos edificaciones separadas: la Galería y la Cueva de Cuevas. La primera actúa como marco teórico de la experiencia, dando a conocer a los visitantes las condiciones de vida del hombre prehistórico, la génesis de sus manifestaciones artísticas y sus diferentes técnicas e interpretaciones. El recorrido permite, también, observar algunos de los útiles empleados para la ejecución de las pinturas, así como una recreación de las condiciones de vida de los humanos que habitaron ese tiempo.
La segunda parte de la visita está dedicada a la Cueva de Cuevas, una construcción artificial que reproduce las circunstancias y pinturas de cuatro de las cinco cuevas asturianas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Covaciella, Llonín, Tito Bustillo y La Peña), además de las más famosas de Altamira (Cantabria) y Lascaux (Francia). Durante el tiempo de la incursión guiada en este espacio, los visitantes tienen la oportunidad de ser transportados a emplazamientos muy distantes para recibir las explicaciones sobre las características específicas de estos famosos conjuntos, y contemplar con detalle sus pinturas.
Para incrementar el realismo de la experiencia, las condiciones físicas de penumbra y humedad son similares a las de los espacios originales; y también las luces empleadas por los guías, que juegan con la vibración lumínica que daría una antorcha.
El centro permite visitar dos de las cuevas más curiosas de España, cerradas al público en la actualidad, las de Covaciella (en Cabrales) y Llonín (en Peñamellera). La primera de ellas fue descubierta accidentalmente en 1994 gracias a las obras de construcción de una carretera, y cuenta con los bisontes mejor conservados de la cornisa cantábrica. La otra tiene el mayor número de representaciones figurativas de todas las cuevas asturianas y es conocida también como la cueva del queso, porque fue descubierta en 1957 por unos productores de cabrales que buscaban un lugar donde fermentar su exquisito alimento.
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Extraído de Público
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