Parece difícil encontrar un punto en común entre dos disciplinas tan distintas como el estudio de la literatura medieval y la genética, pero dos hermanos estadounidenses lo han hecho al desarrollar una nueva herramienta que permite poner fecha a manuscritos medievales de los que se desconoce cuándo fueron escritos.
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La nueva técnica analiza el ADN mitocondrial presente en las páginas de dichos libros antiguos, la mayoría escritos sobre piel animal. La idea fue del profesor de Inglés de la Universidad estatal de Carolina del Norte (EEUU) Timothy L. Stinson.
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Según explicó a Público, su inquietud surgió mientras estudiaba un viejo poema inglés del siglo XIV, El sitio de Jerusalén. “Estaba intentando confirmar la fecha y localización original de los manuscritos que contenían copias del poema y se me ocurrió que muchos de estos libros estaban escritos sobre piel de animales, por lo que quizás podríamos usar el ADN para desarrollarun técnica más exacta para fechar y localizar manuscritos”, subraya. Stinson, que presentará el nuevo sistema en la próxima reunión anual de la Sociedad Bibliográfica de EEUU –en Nueva York, el 23 de enero–, cree que “miles de manuscritos medievales podrían beneficiarse de la técnica” que ha desarrollado junto con su hermano Michael, profesor de Biología en el Southside Virginia Community College (EEUU).
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Los sistemas más comunes.
Los sistemas más comunes.
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El investigador señala que, hasta la fecha, existen dos procedimientos para intentar datar un manuscrito antiguo: el análisis de la escritura a mano (paleografía) y el de los dialectos empleados. Ambos sistemas son “de gran ayuda” porque los dos “han ido evolucionando con el tiempo” y porque los dialectos tienden a pertenecer a regiones, y son los que utilizaban los escribas antes de que se estandarizara la forma de deletrear, apunta el profesor estadounidense.
El investigador señala que, hasta la fecha, existen dos procedimientos para intentar datar un manuscrito antiguo: el análisis de la escritura a mano (paleografía) y el de los dialectos empleados. Ambos sistemas son “de gran ayuda” porque los dos “han ido evolucionando con el tiempo” y porque los dialectos tienden a pertenecer a regiones, y son los que utilizaban los escribas antes de que se estandarizara la forma de deletrear, apunta el profesor estadounidense.
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Sin embargo, las dos técnicas “tienden a ser bastante inexactas”. Y para demostrarlo, Stinson utiliza un ejemplo: “¿Qué dialecto nos encontraríamos, por ejemplo, si un escriba nacido en Kent copiara un manuscrito de Warwick después de vivir en un monasterio en York durante 30 años?”.
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Los autores del trabajo creen que su proyecto irá más allá de ayudar a la identificación de manuscritos medievales. Por un parte, ofrecerá luz sobre un asunto del que se desconoce casi todo: el comercio de pergaminos en la Edad Media. “Se asume que la mayoría de los pergaminos se producían y utilizaban localmente, pero el análisis del ADN podría demostrar esto o lo contrario”, señalan.
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Respecto a los animales utilizados en la elaboración de los manuscritos, variaba según la zona. Aunque son frecuentes los libros de reses, ovejas y cabras, estas últimas eran más utilizadas en el sur de Europa, y los primeros son más comunes en los países del norte y el oeste del continente.
Respecto a los animales utilizados en la elaboración de los manuscritos, variaba según la zona. Aunque son frecuentes los libros de reses, ovejas y cabras, estas últimas eran más utilizadas en el sur de Europa, y los primeros son más comunes en los países del norte y el oeste del continente.
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Extraído de Público
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