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Dólmenes, la huella de la Prehistoria en Extremadura.

Megalitos, grandes piedras sacadas de canteras, luego trasladadas y finalmente recolocadas en otros lugares con un considerable esfuerzo físico y una notable inversión de tiempo. Grandes piedras con las que se hicieron construcciones a veces muy simples, como los menhires, y en otras ocasiones complejas y necesitadas de una buena planificación, como ocurre con los grandes sepulcros cubiertos con falsa cúpula denominados por los estudiosos con otra palabra griega: tholos. Sus autores fueron hombres prehistóricos, miembros de grupos que ya dominaban los rudimentos de la agricultura y el pastoreo y que además eran maestros en la recolección de plantas comestibles, frutos, tubérculos, hierbas etc. así como en la caza. Gentes neolíticas por tanto, que intentaban explotar los recursos de la naturaleza con tecnologías que hoy nos producen tiernas sonrisas, pero que nos recuerdan el poder que aún ejercen los elementos de la naturaleza no solo sobre nuestras estrategias de supervivencia básica, es decir nuestro sustento, sino también sobre otros muchos aspectos de nuestra vida física y emocional.

A veces las canteras estaban cerca o no muy distantes de los lugares donde se levantaron los megalitos, pero hay no pocos casos en los que las piedras fueron trasladadas a grandes distancias a base de rodillos móviles y fuerza de tracción humana, operaciones que sin lugar a dudas produjeron serios accidentes a quienes las protagonizaron. Porque los pesos eran variables, pero una losa media de un megalito medio viene a pesar entre 5 y 12 toneladas si es de granito y algo menos si es de pizarra. Duros trabajos pues en una época en la que tampoco la vida era fácil.

Los tipos de megalitos más frecuentes son los menhires, los alineamientos, los recintos de piedra (también denominados cromlech) y los dólmenes. Estos últimos son construcciones de carácter funerario, tumbas colectivas de clanes familiares a manera de panteones, donde junto a los restos de los difuntos se depositaban objetos de ajuar que a veces han sido objeto de la codicia de los ignorantes, ya que en los dólmenes no hay joyas ni piedras preciosas por la sencilla razón de que sus gentes aún no las valoraban de la manera en que nuestra sociedad lo hace. Extremadura es una tierra donde abundan los restos dolménicos, menos son los menhires constatados y desconocemos de momento si hubo alineamientos y recintos de piedra que bien pudieron verse afectados por la antropización y mecanización de los campos. Sin ir más lejos, en el vecino Alentejo se conoce un buen número de recintos de piedra, entre los que destaca el de Les Almendres muy cerca de Evora, también menhires y por supuesto muchos dólmenes. Pero aquí el megalito por excelencia en los campos extremeños es el dolmen, de granito o de pizarra y a menudo con ambas variedades de piedras, en ocasiones de dimensiones pequeñas, en otras de tamaños medianos y no faltan los grandes y monumentales que tienen en el de Lácara su más monumental expresión.

Precisamente el área central del actual Portugal es uno de los focos geográficos del continente europeo donde mayor cantidad, antigüedad y variedad de megalitos se conocen. Uno de los escenarios más importantes para el estudio del fenómeno megalítico por tanto, en el que también es el dolmen la manifestación más representativa, una área dolménica que como tal incluye también la franja más occidental de la Extremadura española, de aquí que esa franja sea donde se encuentra la mayor concentración de dólmenes que se conoce en la región, o sea donde su implantación fue más numerosa. Evidentemente en el IV y III milenios antes de nuestra era no había fronteras ni rayas ni lineas de demarcación y aunque siempre se destaca el núcleo dolménico alentejano, en honor a la verdad hay que recordar que está demostrado y fuera de toda duda que dicho núcleo se prolongó por buena parte de Extremadura. Por eso algunas veces se habla ya de núcleo dolménico alentejano-extremeño, superándose así la proyección de criterios administrativos actuales a los tiempos más pretéritos, en los que esos conceptos no existían. A propósito de esta cuestión, puede recordarse como el Megalitismo transfronterizo fue uno de las primeras actuaciones del programa Interreg I de Patrimonio Histórico, coordinado y ejecutado desde la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura y el entonces Instituto de Patrimonio Arqueológico portugués. Y es que los dólmenes son la más antigua manifestación arquitectónica y cultural que compartimos con el Alentejo.

Volviendo a los dólmenes en si mismos, hay que decir que se trata de estructuras megalíticas sencillas, con una cámara paracircular de entre 2-5 m. de diámetro, un corredor de acceso a la misma de recorrido corto ó largo y una colina artificial llamada túmulo, hecha de piedras sueltas y tierra apisonada, que envolvía la construcción. Estos túmulos en gran parte se han erosionado y solo quedan sus trazas. Una variedad especial de sepulcro megalítico es el tholos”, que a diferencia de los dólmenes no presenta una cubierta plana en la cámara sino una falsa cúpula como sistema de cierre, también mampuestos a veces en las paredes y en muchas ocasiones corredor muy largo y estrecho. Arquitectónicamente es por tanto más complejo y en estas latitudes geográficas los “tholoi” parecen más tardios que los dólmenes. Si el de Lácara es el más grande y monumental dolmen existente hay en dia en tierras extremeñas, para el tipo tholos un magnífico ejemplo es el de la Granja del Toniñuelo cerca de Jerez de los Caballeros, que como Lácara es Bien de Interés Cultural desde hace muchísimos años. Otro tholos monumental e imponente era el desaparecido de Guadalperal, actualmente bajo las aguas del pantano de Valdecañas, de igual manera que el de Huerta Montero en Almendralejo y otros varios.

Además de estos ejemplares notables, existen concentraciones importantes de dólmenes, que no necrópolis concebidas como espacios solo dedicados a tumbas, en los téminos municipales de Valencia de Alcántara, Alcántara, Santiago de Alcántara, Cedillo, Montehermoso, Barcarrota, Salvaleón, Jerez de los Caballeros y Valverde de Leganés, áreas geográficas estas en donde se ha procedido a la consolidación y rehabilitación de diversos sepulcros megalíticos. Pero no faltan en otros muchos puntos, por no decir que están presentes en casi toda la geografía extremeña, megalitos y dólmenes prehistóricos del Neolítico o del Calcolítico, reutilizados a veces en la E. del Bronce y aprovechados a lo largo de los años en muchos casos por pastores, cazadores, temporeros y demás gentes unidas al campo.

A causa de estas reutilizaciones, las ideas que se han tenido en el pasado a cerca de lo que eran los megalitos en general y los sepulcros dolménicos y “tholoi” en particular han sido muy diversas y han ido cambiando, pero inicialmente, cuando se construyeron y se usaron a lo largo de casi dos mil años, fueron tumbas colectivas. Especie de panteones familiares como antes se apuntó, donde además de enterrar se rindió culto a los ancestros, es decir a los antepasados cuyos restos ahí estaban, y así sirvieron también de espacio físico para la puesta en escena de los mecanismos de cohesión social en torno a ellos, como un lugar de reunión especial de los miembros de los clanes junto a sus antepasados. También eran y son, aunque ahora con menos protagonismo, hitos en el paisaje, un paisaje que empezaba a humanizarse en aquellas épocas y en el que aquellos clanes prehistóricos estaban ya asentados y unidos a través de sus ancestros, con sus tumbas monumentalizadas resaltando como elemento visible no creado por la naturaleza.

Tumbas, lugares de reunión y culto, símbolos de una unión a esa tierra, expresiones de unas creencias en el más allá. Estos son algunos de los significados culturales de los sepulcros megalíticos, que en su tiempo constituyeron las primeras arquitecturas “emblemáticas” del hombre, dedicadas a los muertos pero hechas para los vivos, es decir memorias vivas.
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Extraído de HOY

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