Existe la creencia generalizada de que la vida en la antaño animada ciudad romana de Pompeya es muy conocida, gracias a la abundancia de artefactos encontrados desde su descubrimiento accidental en 1748, pero la realidad está muy alejada de esta suposición, según los hallazgos de la arqueóloga Penelope M. Allison, de la Universidad de Leicester.
Hasta muy recientemente, los arqueólogos que han estado trabajando sobre los objetos de Pompeya tendían a concentrarse en los ejemplos de arte, parte de él erótico, que han dado una visión incompleta de la ciudad que fuera destruida por una erupción volcánica repentina en el Monte Vesubio en agosto del año 79 dC. Pero un libro de Allison, recientemente publicado, está desviando esta atención hacia objetos más prosaicos.
"Estoy estudiando vasijas y otros recipientes de cocina, y lo que me interesa es averiguar cómo debieron haber funcionado realmente estas viviendas", explica Allison. "Quiero descubrir el lado utilitario de la vida, más que su cara glamorosa; estudiar la labor de esclavos y sirvientes, y cómo vivían lado a lado con sus señores. Siempre asumimos que los sirvientes son mantenidos fuera de la vista, pero esa es la mentalidad del siglo XIX. Si examinamos la distribución del material doméstico en las casas de Pompeya, como por ejemplo los muebles donde se guardaban las vasijas y demás recipientes, las encontramos en la habitación principal delantera, el atrio donde los visitantes podían ser recibidos. Lo mismo se cumple con el abastecimiento principal de agua de las casas. Los esclavos debían estar circulando por ahí constantemente para manejar esos objetos y hacer su trabajo, lo que los haría siempre presentes, y no invisibles".
Penelope M. Allison ha estado trabajando en Pompeya durante dos décadas. Su estudio previo fue la búsqueda de objetos cotidianos en 30 casas, objetos que han sido ignorados tradicionalmente a favor de hallazgos más exóticos. Ella se sintió fascinada por la perspectiva de poder averiguar el uso práctico que tuvieron tales objetos, y deducir detalles sobre quienes debieron usarlos.
Allison también especula sobre la cantidad de trabajo que se realizaba en las grandes cocinas de los prósperos hogares romanos. Halló pequeños braseros y vasijas llanas que estaban quemadas por debajo, que pudieron haber sido empleadas en las casas, de manera parecida a las barbacoas actuales. Los hallazgos apuntan a que los alimentos eran preparados en presencia de los comensales. Quizás, los aromas de las cocinas romanas no molestaban a estos comensales.
Entre los enseres hallados, figuran también juegos de utensilios que aparentan ser extensos botiquines de primeros auxilios, incluyendo instrumentos de cirugía básica para suturar heridas.
Allison no encontró en cambio juegos de utensilios que hicieran el papel de vajillas o cuberterías en las casas pompeyanas, como los que sí se han encontrado en ciertas ruinas romanas de edificios más solemnes. Comer de modo formal, con la pompa y el glamour que a menudo tendemos a imaginar para cuanto se refiere a la Roma Antigua, debía ser muy inusual, según cree la arqueóloga, y la situación común probablemente era parecida a la de las familias más ajetreadas de hoy en día.
A causa de lo repentino de su destrucción, Pompeya ofrece un contexto único para estos enseres, que virtualmente ningún otro yacimiento arqueológico puede brindar.
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Extraído de U. Leicester
Extraído de U. Leicester
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