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Arañando la superficie.

"Cavar o no cavar, esa es la cuestión" dice Jiao Nanfeng, presidente del Instituto de Arqueología de Shaanxi en Xi'an que se ocupa de las excavaciones del mausoleo del primer emperador de China.

El dilema shakesperiano de Jiao refleja su preocupación sobre el interés mundial que ha generado la tercera excavación del mausoleo.

La última excavación ha levantado una fascinación global desde que se inició hace diez días, pero también ha despertado dudas sobre los riesgos que la misma entraña para la integridad del yacimiento, considerado como la Octava Maravilla del Mundo.

Jiao que quiere restar importancia a la expectación sobre la velocidad de las excavaciones y el alcance de los futuros descubrimientos, ha comentado que “debemos ser conscientes de que ninguna tecnología puede garantizar la preservación de una reliquia para siempre”, pero que “no podemos asumir ningún riesgo de provocar daños en un sitio clasificado como Patrimonio de la Humanidad”.

Situado cerca de Xi’an, la actual capital de la provincia de Shaanxi, los famosos guerreros de terracota se construyeron como parte del enorme complejo mortuorio de Qin Shihuang (259-210 AC), el primer emperador de China. Fue descubierto en 1974 por un campesino que estaba cavando un hoyo, y desde entonces se ha convertido en una de las imágenes más representativas de China. Una exhibición sin precedentes, compuesta de 20 figuras, y docenas de otros objetos procedentes de la tumba, llevó parte de este tesoro a visitar Londres y los Estados Unidos en 2007.

Las estatuas son un símbolo de un fascinante mundo de la antigüedad capaz de inflamar la imaginación, y la gigantesca escala del conjunto es simplemente alucinante.

La escala de los trabajos que quedan por delante es de proporciones igualmente colosales. Como mucho, tan sólo unas dos mil estatuas han sido desenterradas, pero se cree que aún quedan otras seis mil que no han visto aún la luz en las tres fosas que están examinándose. Se espera que la excavación actual no se concluya antes de cinco años, y que eleve el número de estatuas desenterradas en al mayor de las fosas, la número 1, de las mil que se han extraído en la actualidad a unas dos mil. Por lo menos otras cuatro mil permanecerán bajo tierra, posiblemente para siempre.

Además, hay que tener en cuenta que las tres fosas que se han abierto hasta la actualidad y en las que los arqueólogos han centrado las excavaciones durante los últimos 35 años no representan más que un pequeño porcentaje del total de lo que se cree está enterrado. Lo que los otros yacimientos (alrededor de unos 600) contienen, continúa siendo un misterio, y parece que muchas personas en el museo no tienen todavía muchas ganas de descubrirlo.

Wu Yongqi, el comisario del museo, comenta que la tarea que más presión supone para los arqueólogos es establecer de una vez por todas con qué están enfrentándose exactamente, sin limitarse a las tres fosas que se están excavando en la actualidad, sino teniendo en cuenta todo el complejo mortuorio del emperador.

Por eso, el museo está inspeccionando el complejo con el fin de hacerse una idea más exacta de la localización del resto de las fosas, perforando y excavando parcialmente algunos lugares.

Los expertos están entusiasmados con la nueva excavación, pero creen que las seis mil estatuas que se encuentran enterradas fueron terriblemente dañadas por el fuego de un ejército enemigo poco después de la muerte de Qin Shihuang.

De la primera extracción formal, llevada a cabo entre 1978 y 1984, se obtuvo un total de 1.087 figuras. La segunda excavación se realizó en 1985 y duró sólo un año porque se detuvo ante la imposibilidad de preservar la pintura que aún quedaba en las estatuas y otros motivos técnicos.

Desde entonces, se han producido grandes avances tecnológicos, especialmente en la conservación del color, pero la presente excavación ha vuelto sin embargo a levantar preocupaciones entre el público en lo que se refiere a la preservación de las reliquias.

Según Yuan Zhongyi, antiguo director del museo y principal arqueólogo del mismo, la mayoría de los guerreros y caballos fueron pintados cuando se fabricaron, como demuestra el hecho de que en el pasado se hayan rescatado algunas piezas que presentan rastros de vivos colores.

De cualquier modo, Yuan asegura que la mayoría de las figuras deben haber perdido ya sus colores, incluso antes de ser excavadas, debido a los daños provocados por el fuego y por las constantes inundaciones provenientes de la cercana montaña de Lishan, y de haber permanecido bajo tierra durante casi 2.200 años.

El experto, de 77 años, concluye: “las oportunidades de encontrar un guerrero bien conservado y que aún mantenga intacta la capa de color son muy pocas, y, además, los que conservan los colores tienen muchas posibilidades de oxidarse y perder los mismos como consecuencia de la exposición al aire. La laca se caería en no más de cinco o seis minutos”.

Desde 1990, el museo ha estado colaborando con expertos alemanes en la protección de la pintura que cubre las figuras. De acuerdo con Zhang Zhijun, responsable del Departamento de Protección del museo, han conseguido desarrollar un líquido de poliuretano que preserva la laca y que les ha permitido proteger a varios cientos de guerreros de la descomposición.

A pesar de estos avances, nadie es capaz de asegurar que esta tecnología vaya a ser efectiva a largo plazo, y, como dice Yuan, “sólo el tiempo nos lo dirá”. Lo que es más, otro desafío en la preservación del color, recuperar la pintura que se ha disuelto en la tierra y devolverla a la superficie de las figuras, continúa sin resolverse. Está claro que una excavación gradual, y no precipitada, es lo que se impone.

Jiao entiende el apetito del público por una nueva excavación que aumente la colección del museo, que ha permanecido prácticamente inalterada durante los últimos 24 años. Pero, dice “tenemos que plantearnos la cuestión dos veces antes de decidir sobre la escala de la excavación. Personalmente, no creo que vayamos a encontrar ningún descubrimiento inesperado, sabemos demasiado sobre la tumba para sorprendernos por nada”.

Sin embargo, Cao Wei, el director del museo, espera que la nueva excavación contribuya a completar el rompecabezas y contribuya a una comprensión completa de nuestra historia. Cao dice que “si nos fijamos en lo que teníamos hace 20 años, hemos hecho grandes progresos en lo que se refiere a métodos de conservación, así que creo que sería poco razonable suspender la excavación para siempre”.

Cao dice también que el museo espera llegar a entender mejor cómo la tradición de enterrar figuras de arcilla en los sepulcros evolucionó desde la dinastía Qin a la Han, en cuyas tumbas se han encontrado numerosas figuras también de arcilla, pero en miniatura y no de tamaño real como las de Xi’an. Cao se pregunta qué pasó en la sociedad china de la época para que ocurriera este cambio tan significativo.

Yuan, por su parte, con sus 35 años de experiencia en la excavación y conservación de los guerreros y caballos del ejército de terracota, ha alertado a Cao de la posibilidad de esperar siempre nuevos problemas al efectuar cualquier descubrimiento arqueológico. Él mismo recuerda los muchos retos que han afrontado los guerreros desde su descubrimiento: la erosión por la lluvia y la nieve antes de que el enorme hangar que los protege en la actualidad pudiera ser completado, el moho que apareció por la humedad, el deterioro derivado de su exposición al polvo de carbón que generaban las industrias locales…

Yuan fue el primer arqueólogo en ser enviado al lugar en 1974, y en aquel momento pensó que “sólo llevaría un par de semanas excavar el sitio”, pero, contrariamente a lo que esperaba, dice “han pasado ya 35 años y aún sigo aquí”.
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