Una definición.
Denominamos “felices años veinte” a un período histórico que arranca en 1925 con la etapa conocida como Big Business, que lideró Estados Unidos. Se trató de una expansión generalizada de la actividad productiva y del consumo, acompañada de un espectacular desarrollo industrial. El incremento de la productividad provocó una serie de mejoras sociales y económicas como un aumento de puestos de trabajo, unos mejores sueldos y una evolución en las finanzas que favoreció, entre otras cosas, la venta a plazos y, por ende, un mayor consumo. El resultado de esta situación fue la aparición de un nuevo estilo de vida, que quiso ser imitado también por Europa.
Los signos que nos llevan a hablar de “felices años veinte” son variados, pero se pueden destacar algunos como la prosperidad alcanzada con el boom económico surgido al amparo de la Segunda Revolución Industrial. Se activó el engranaje de la economía mundial movido por un aumento de la producción y un impulso en el comercio. En consecuencia, y siendo este otro de los aspectos de este período, se produjo el surgimiento de la sociedad de masas promovida por el gran crecimiento urbano, la racionalización del trabajo y el paso a un mercado amplio de consumidores, interclasista y multinacional.
La prosperidad llevó a un cambio de papeles en la economía mundial. Estados Unidos pasó a ser el modelo a imitar gracias a la aparición de las empresas automatizadas, el ideal de la democracia económica y el “capitalismo de bienestar”.
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Por otro lado se originaron graves desajustes debido a la crisis de la agricultura; el desigual ritmo de la industria, según los sectores; o la tensión generada en el comercio y las finanzas. Asimismo, la prosperidad hizo que la economía creciera tanto que generó una gran burbuja especulativa, que desembocó en el Crack del 29 y en la Gran Depresión.
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