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La tumba de un moche contemporáneo de Cristo.

Casi al mismo tiempo que Jesucristo fuera crucificado por los romanos en lo que entonces era Palestina, un noble guerrero moche era enterrado en lo que acabó por convertirse en la pirámide de la dinastía de Sipán, una de las más poderosas de los valles del noroeste de Perú. Ocurría hace ahora unos 2.000 años.

Los restos de aquel personaje han aparecido hace unos días en las excavaciones que se llevan a cabo en el Valle de Lambayeque desde el año 1987 y que, bajo la dirección del arqueólogo Walter Alva, han vuelto a desvelar un tesoro oculto, en este caso en la base de la pirámide funeraria.

La tumba, la número 15 de las aparecidas hasta ahora, está situada sobre el suelo geológico, por lo que se cree que no hay nadie enterrado debajo. Para llegar hasta ella, los arqueólogos peruanos han tenido que trabajar en un agujero de más de 12 metros de profundidad, pero aseguran que el esfuerzo ha merecido la pena.

El noble, que aún no ha sido desenterrado en su totalidad, se cree que formaba parte del séquito con el que se solía acompañar a los señores gobernadores del valle, como se ha constatado en las tumbas superiores del Señor de Sipán y del Viejo Señor de Sipán.

"Lo que pensamos es que forma parte de un enterramiento mucho más importante de un gran dirigente, seguramente el primero de la dinastía mochica de Sipán. Se sabe porque los gobernantes siempre han aparecido mirando al Sur y sus acompañantes al Este [como este guerrero] o al Oeste", explica José Manuel Novoa, director de

Explora Films, una productora española que participa de la financiación de las excavaciones, junto con el gobierno peruano y una fundación italiana, y tiene la exclusiva mundial de las imágenes de los hallazgos.


Novoa, que ha estado grabando los trabajos desde el principio de las excavaciones, ya documentó en 2007 el hallazgo de otra importante tumba en la necrópolis de Huaca Rajada. Fue la de otro guerrero cuyos aderezos ya han sido restaurados y forman parte del patrimonio cultural del país latinoamericano.

El gobierno de Alán García ha construido un museo a poca distancia para que los visitantes puedan conocer los detalles de una cultura milenaria que había desaparecido misteriosamente casi mil años antes de que llegaran los conquistadores españoles y se encontraran con los incas.

La participación española en el proyecto se remonta a mayo de 2007, cuando se firmó el acuerdo de colaboración para impulsar los hallazgos en el valle, tras unos años casi paralizados por falta de fondos. "Ahora estamos casi seguros de haber llegado al primero de la dinastía", comentó Luis Chero, el responsable de la excavación, cuando se tropezaron con el cuerpo del noble mochica.

Grandes artesanos.

Una de las sorpresas fue comprobar que hace más de dos milenios aquellos moches, que llegaron a ser famosos por el arte de orfebrería y cerámica, ya eran grandes artistas con las piezas de arcilla, profusamente decoradas. Novoa recuerda que esta civilización perdida fue capaz de dorar el cobre con una técnica que no se utilizaría en Europa hasta el siglo XIX. Y también soldaban metales.

Los mochicas eran un pueblo de agricultores y pescadores que nunca llegaron a tener un rey. Cada valle tenía su señor, como es el caso de Lambayeque y la dinastía de Sipán.

Fue en 1987 cuando Walter Alva, siguiendo las pistas de los huaqueros (ladrones de tumbas) dio con un tesoro en Huaca Rajada que ha sido comparado con el de Tutankamón: la tumba del Señor de Sipán, que reinó entre los siglos II y III, a la que siguió la del Viejo Señor de Sipán, su antepasado.

También se localizó la del sacerdote, así como las otras de mujeres y guerreros que fueron sacrificados con ellos, así hasta la número 15. Todos en Lambayeque están convencidos de que no será la última. Falta dar con su señor.

La máscara dorada.

En la tumba número 15 de la pirámide de la dinastía de Sipán sólo asoman, de momento, los primeros restos de lo que fue la coraza, la máscara y demás aderezos con los que fue enterrado el personaje que se esconde tras ellos, cuya identidad aún se tardará meses en desvelar.

A la derecha del cuerpo, cubierto con bronce, puede verse la lanza. También se adivina la máscara con forma de búho, que los mochicas bañaban en oro, y los dos ojos, que fueron puestos de nácar sobre la máscara.

Alrededor, hay varios trozos de cerámica, y por primera vez en esta pirámide aparecen con dibujos geométricos de gran belleza. Están rotas en pequeños fragmentos, debido al peso del sedimento que las ha aplastado durante 2.000 años. En las 14 tumbas anteriores de Huaca Rajada, también había una gran cantidad de cerámicas, pero eran mucho más sencillas, de las que se utilizaban para dejar alimentos para que el viaje al otro mundo fuera menos duro.

Los arqueólogos tardarán semanas en consolidar todo el material para poder extraerlo sin que sufra más daños que los que ya ha causado el tiempo. Después será restaurado.
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Extraído de El Mundo

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