Mitos de los orígenes en Mesoamérica.

Los mitos, en cuanto relatos fundacionales, tienen una amplia gama de presencias y resonancias en el contexto del todo social de una cultura. Conservan, así, estrecha relación con la visión del mundo, creencias y prácticas religiosas, concepción del propio ser histórico, cómputos calendáricos, valores morales, aprecio o rechazo ante determinados aconteceres y realidades. Tal es, de modo muy especial, el caso de los que cabe llamar mitos de los orígenes, es decir, de aquellos que versan sobre la creación, aparición o restauración del mundo, los cuerpos celestes, los seres humanos, los animales, las plantas y aquello que en particular constituye el sustento de hombres y mujeres. En Mesoamérica hay mitos de los orígenes que pueden identificarse como existentes en varias o aun en todas sus subáreas culturales y en distintos periodos de su evolución. También los hay que sólo aparecen en determinados tiempos y ámbitos espaciales.

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Un ejemplo de los primeros lo ofrece el mito del redescubrimiento del maíz. Elementos principales del mismo son la búsqueda del maíz por una o varias hormigas o algún otro animal; su conservación en el interior de un monte; los intentos de abrirlo para obtener el cereal buscado, así como la forma en que, al fin, gracias a un rayo que partió el monte, se logró su redescubrimiento para beneficio y sustento de los humanos. Este mito se conserva en un texto en náhuatl que puede tenerse como “lectura” de un códice: la Leyenda de los Soles. De ella se expresa que fue puesta por escrito en 1558. Relatos parecidos se obtuvieron entre indígenas tzeltales de Chiapas por la lingüista Mariana Slocum en 1964, y por Leonhard Schultze-Jena entre los pipiles de Izalco, en El Salvador, en 1935. Como lo ha mostrado Eric Thompson, este mito tiene versiones paralelas entre los kekchís, mames, quichés, cakchiqueles, pokomchís y mopanes.

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En cambio, hay mitos, como el del origen de los seres humanos, que se presenta de formas distintas en diferentes lugares de Mesoamérica. En el caso de los nahuas, fue Quetzalcóatl quien, tras rescatar los huesos de generaciones anteriores conservados en el Mictlan, la región de los muertos, les comunicó la vida en Tamoanchan sangrándose el pene. En cambio, entre los mixtecos, los humanos proceden del árbol de Apoala. A su vez, entre los mayaquichés, los dioses dieron forma a los hombres en la presente edad cósmica con masa de maíz. Más allá de las diferencias subyace, sin embargo, una cierta unidad en los procesos. De ello da testimonio, por ejemplo, el que en náhuatl se llame al maíz tonacáyotl, vocablo que se deriva de to-naca, “nuestra carne”.

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