Los importantes trabajos sobre el genoma neandertal merecen una reflexión profunda, de la que ahora solo puedo adelantar unas líneas.
En primer lugar, produce una gran satisfacción el hecho de que varios investigadores españoles hayan participado tan brillantemente en el proyecto. No solo aportamos fósiles, sino también talento.
Las diferencias genéticas entre neandertales y humanos modernos, aunque pequeñas, son del máximo interés para conocerlos a ellos, y también para entendernos a nosotros y averiguar qué es lo que nos hace únicos en tantos aspectos, desde la anatomía hasta la cognición.
Y he dicho ellos para referirme a los neandertales, como si no tuvieran nada que ver con nosotros. No es así. Compartimos, de entrada, la mayor parte de nuestro genoma, ya que la separación de las dos líneas -es decir, el momento en que las poblaciones europeas y africanas dejaron de intercambiar genes- es relativamente reciente en el tiempo: entre hace un millón y hace medio millón de años. Además, el estudio apunta a que los humanos actuales de Eurasia recibieron una pequeña aportación genética (en torno al 2º%) de los neandertales.
No ocurre lo mismo en el caso de los pueblos subsaharianos. Esto se explica porque los subsaharianos nunca estuvieron en contacto con los neandertales. Sin embargo, al salir los humanos modernos de África se encontraron con los neandertales que vivían en el Oriente Próximo, e intercambiaron genes, se cruzaron (pero eso no debe hacernos perder de vista que el resultado fundamental del estudio es la divergencia evolutiva entre las dos líneas, que explica las diferencias morfológicas tan marcadas entre unos y otros).
De este modo, «subiéndose» en el Mediterráneo Oriental a la ola de expansión humana procedente de África, esos pocos genes neandertales «surferos» llegaron (según parece) hasta Nueva Guinea, China o Francia. Pudieron incorporarse, aunque los hijos en común no abundasen, porque los humanos que salieron de África fueron pocos. Más tarde se multiplicaron sus descendientes por todo el mundo.
Sorprende, no obstante, que los habitantes de Europa Occidental no porten más genes neandertales que los papuas o los chinos, puesto que la convivencia en Europa fue de muchos milenios, y el territorio estaba más densamente poblado –sobre todo en el sur-, que en otros lugares.
La explicación de los autores es que los actuales europeos llegaron mucho después, con las expansiones neolíticas desde el Creciente Fértil, donde los neandertales habrían desaparecido mucho antes que en Europa. Sin embargo queda un poso paleolítico en Europa, más marcado en ciertas zonas del Occidente Europeo… que habrá que investigar.
Falta comprobarlo todo y discutirlo todo. Pero es posible que muchos de nosotros llevemos una gota neandertal en nuestras venas. Gran noticia.
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Extraído de ABC
POR JUAN LUIS ARSUAGA
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