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El arquitecto que salvó La Alhambra.

El Patronato adquiere el archivo y la biblioteca de Torres Balbás, que ocupó el cargo de conservador de 1923 a 1936.
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En este lentísimo pasar de las horas, en estos inacabables días de espera angustiosa, la imaginación se distrae evocando el pasado, ya que el presente está preñado de dolor y del futuro no se perciben más que tintes sombríos". Así comienza el diario personal de Leopoldo Torres Balbás, el arquitecto que ocupó el cargo de conservador de La Alhambra de Granada desde 1923 a 1936 y al que se le debe, en buena medida, la salvación del monumento. El diario forma parte del archivo personal del arquitecto, que permanecía oculto en un sótano en la casa de su hijo, en Valencia, y que acaba de adquirir, junto a su biblioteca, el Patronato de La Alhambra y El Generalife. Torres Balbás (1888-1960), considerado un referente de los arquitectos conservadores españoles del siglo XX, vuelve así al lugar que tanto amó y al que no pudo regresar desde julio de 1936, cuando el alzamiento le sorprendió en Soria y fue destituido por los sublevados.

Los fondos documentales, valorados en 90.000 euros, incluyen su correspondencia, fotografías, postales, grabados, planos, dibujos y caricaturas, además de su diario personal, que comenzó a escribir el 6 de octubre de 1936 en la localidad soriana de Navaleno y que concluye en 1960, poco antes de su muerte. "Torres Balbás llegó a La Alhambra con unas tesis revolucionarias para su época, contrarias a las que prevalecían en aquel momento, y dedicó al monumento los mejores años de su vida", asegura Mar Villafranca, directora del Patronato. Ahora nadie pone en duda que la Alhambra de hoy forma parte de la herencia de un arquitecto, hijo de la Institución Libre de Enseñanza, que devolvió la autenticidad al monumento a costa de un fuerte desgaste personal y profesional. Para Villafranca, "sin su obra no hubiera sido posible mantener La Alhambra que hoy podemos observar".

Según Villafranca, su filosofía de restauración era la de la "mínima intervención en los monumentos". Y eso fue lo que aplicó en La Alhambra. Cuando Torres Balbás llegó a Granada, algunas estancias del recinto nazarí estaban en ruinas y otras, como el Patio de los Leones, habían sido objeto de bruscas y destructivas intervenciones que desdibujaban el estado original del monumento. Torres Balbás acabó con la tradición al uso de incorporar a La Alhambra decorados orientales y apostó por restituirla a su estado original. Así, desmontó del Patio de los Leones unas falsas cúpulas del siglo XIX al estilo Bagdad para recuperar la cubierta original, restauró el Patio de la Alberca, reestructuró los jardines del Partal, reparó el Mexuar y la Torres de Comares, descubrió el pasadizo existente bajo el Salón de Embajadores y, sobre todo, puso fin a siglos de desmanes que habían transformado la perfecta geometría del monumento.

Expedientes de depuración.

Sus intervenciones, sobre todo la que ejecutó en 1935 en el Patio de los Leones, fueron duramente criticadas por los sectores más rancios de la ciudad, que se habían acostumbrado a ver el recinto con un decorado de los cuentos de las Mil y una noches. Torres Balbás recibió entonces algunos apoyos, entre ellos, el del compositor Manuel de Falla, pero la reacción de la sociedad granadina del momento lo dejó tan herido que el arquitecto sólo volvió a Granada en una ocasión tras la Guerra Civil. Fue en 1951, con sus alumnos de la Escuela de Arquitectura de Madrid, a los que quiso mostrar La Alhambra.

Su cargo como conservador le supuso la apertura de uno de los tres expedientes de depuración a los que fue sometido entre 1936 y 1941 por presuntas responsabilidades políticas a favor de la República, expedientes que finalizaron sin condena pero que le impidieron ejercer la profesión de arquitecto conservador. Torres Balbás fue ninguneado y silenciado por el régimen franquista, lo que le llevó a dedicarse en exclusiva a las clases de Arquitectura hasta su jubilación. "Desde 1939 se le condenó al ostracismo, por lo que se ganó un gran investigador pero se perdió un gran restaurador", afirma el arquitecto Julián Esteban Chapapría, quien descubrió el archivo personal de Torres Balbás cuando realizaba una investigación y medió ante la familia del arquitecto para que el Patronato de la Alhambra consiguiera su legado.

Labor de restauración.

Los fondos tienen un "alto valor sentimental", según la directora, aunque a partir de ahora queda una meticulosa labor de restauración de los documentos. El legado formará parte de una exposición sobre la vida y obra del arquitecto prevista para la primavera de 2012. Villafranca destaca la importancia de la biblioteca por su riqueza "en temas medievales, cristianos e islámicos" y del archivo personal, "que era desconocido y que abre nuevas puertas a la investigación".

Los documentos han permanecido ocultos en un sótano durante 42 años, por lo que algunos están dañados a causa de inundaciones. Rafael Torres, el hijo del arquitecto, ignoraba la importancia de ellos. Ahora, a sus 84 años, no tiene ninguna duda de que la custodia del legado de su padre "queda garantizada" en La Alhambra. En su opinión, "los 13 años que pasó en Granada" constituyen "una razón poderosa para que el archivo se quede allí". "Siento desprenderme de tantos documentos personales, pero creo que en mi casa no tenían mucho futuro", dice.
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Extraído de Público

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