La consternación en todo el mundo fue muy grande cuando, en marzo hará diez años, fanáticos talibanes hicieron saltar por los aires las dos gigantescas estatuas de buda que, desde el siglo VI, dominaban el valle de Bamiyan en el actual Afganistán. Situadas en la Ruta de la Seda, las dos obras de arte de 55 y 38 metros de altura fueron hasta el siglo X el centro de uno de los monasterios budistas más grandes del mundo. Miles de monjes cuidaban de innumerables lugares de culto en los nichos y grutas excavados en el kilométrico acantilado.
.Expertos europeos y japoneses se esfuerzan, desde el derrocamiento del dominio talibán, por orden de la UNESCO y coordinados por el Consejo Internacional de Monumentos y Yacimientos (Icomos), en asegurar los restos de las estatuas y volver a hacerlas accesibles. Científicos de la Cátedra de Restauración, Tecnología del Arte y Ciencias de la Conservación han investigado durante año medio varios cientos de estos fragmentos. Sus conclusiones no sólo ayudan a la comprensión de este patrimonio de la humanidad sino que podrían hacer posible el ensamblaje de las piezas recibidas..
Extraído de ABC
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