Las hembras de los ancestros humanos, hace entre 3,5 y 1,8 millones de años, dejaban a sus parientes para emparejarse con machos de otros lugares, al igual que hacen los chimpancés, los primos evolutivos de nuestra especie. De este modo, la naturaleza sorteó los problemas de endogamia que podrían haber perjudicado a poblaciones de homínidos muy pequeñas.
Para llegar a esta conclusión, investigadores alemanes, sudafricanos y de Estados Unidos han estudiado los dientes fosilizados de 19 individuos de 'Australopithecus africanus' y 'Parantrophus robustus' descubiertos en cuevas del sur de África. Los datos son claros: más de la mitad de las hembras habían llegado de lejos, mientras que entre los machos sólo eran foráneos el 10%.
"Aquí tenemos una prueba directa de los movimientos geográficos entre los primeros homínidos y está claro que eran las hembras las que preferentemente salían de sus grupos residenciales", señala Sandi R. Copeland, del Instituto Max Planck de Alemania, primera firmante del trabajo en la revista 'Nature' esta semana. "Habíamos asumido que la mayoría serían de áreas alejadas, dado que el bipedismo surgió, en parte, para que pudieran recorrer grandes distancias. Pero si los machos no se movían, podría implicar que la evolución se debió a otras razones", apunta Copeland.
Estudios con láser.
Para conocer el origen de los homínidos con sólo mirar los dientes, los científicos realizaron análisis con láser que les ayudaron a medir los isótopos de estroncio encontrados en el esmalte. Este elemento se encuentra en las rocas y los suelos y es absorbido por las plantas y los animales que habitan en los alrededores durante su crecimiento.
De este modo, determinados niveles pueden revelar cómo era el paisaje en el que transcurrieron sus primeros años. Para Copeland "son un reflejo directo de los alimentos que comieron y también de la geología local", que les vino muy bien para conocer el origen de los primero primates bípedos.
En concreto, las señales de isótopos de estroncio se localizan en las muelas de los mamíferos hasta el final de la formación de su esmalte dental, que sería sobre los ocho o nueve años de edad en estos homínidos. Las cuevas de Sterkfontein y Swartkans donde se encontraron los dientes están en un entorno dominado por rocas de sedimentos carbonatados, con muy diferentes señales de estroncio.
Por otro lado, el tamaño de las piezas fue determinante para saber cuáles pertenecieron a machos y a hembras, dado que los primeros eran más grandes. Tanto los 'Australopithecus' como los 'Parantrophus' forman parte de una línea evolutiva cercana a los humanos. Entre los primeros está el famoso esqueleto de Lucy, de hace 3,2 millones de años, considerada por muchos la madre de los humanos modernos. Por contra, los 'Parantrophus' (tanto 'robustus' como 'boisei') habrían sido una rama que acabó pro desaparecer.
Neandertales de El Sidrón.
Este trabajo confirma que la dispersión femenina tiene un origen muy primitivo, puesto que se comparte con los chimpancés y pervivió hasta épocas recientes. Lo que no se sabe es de dónde venían ellas. De hecho, este mismo año, gracias a estudios de ADN, se descubrió que en el yacimiento asturiano de El Sidrón, los neandertales que lo habitaron también se emparejaron con mujeres de otros clanes.
Para Matt Sponheimer, coautor del trabajo de 'Nature', los datos indican también que los homínidos primitivos preferían vivir en lugares con cuevas abundantes, aunque hasta ahora no se haya pensado en ellos como habitantes de las cavernas.
Para José María Bermúdez de Castro, especializado en dentición primitiva y director del Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana, en Burgos, se trata «de un trabajo muy interesante que podría ser un buen modelo para el estudio de los fósiles humanos de Atapuerca. Ahora que tenemos en el CENIEH todo el instrumental podríamos seguir el mismo método".
Extraído de El Mundo
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