Por Eudald Carbonell
Plantearse integrar el conocimiento científico en la sociedad no es nada sencillo, ya que venimos de tradiciones elitistas donde se consideraba una exclusiva del personal que lo obtenía. Hablamos de la evolución del conocimiento en el siglo XX y ahora en el XXI. Cada vez más, existe entre los investigadores jóvenes unanimidad a la hora de llevar un programa de trabajo que permite la trasferencia de conocimientos al acervo cultural de la especie. Pocos son los que se plantean vivir en la torre de marfil, lejos de lo que la sociedad les ha permitido conseguir con sus impuestos y su desarrollo económico, dedicándose a pensar, que es lo que más gusta a esta profesión.
Conocer las propiedades emergentes, y las ya emergidas, de la naturaleza constituye el proceso matriz de todo este desarrollo humano. Seguramente sin Newton, sin Darwin, sin Einstein, sin muchos otros seres geniales, ni seríamos como somos ni viviríamos como lo llevamos a cabo. Todos tienen en común que se han desenvuelto en un entorno sin el cual sería imposible que pudieran dedicar tiempo y capacidad a descubrir qué es lo que nos rodea. Así pues, con mucha probabilidad, lo que nos hace humanos sea el conocimiento y el pensamiento.
Las razones de la socialización de la ciencia son el motivo de ser de la conciencia crítica y del interés general para que en el futuro la especie continúe manteniendo su singularidad en el planeta. Parece del todo irreversible el camino que hemos tomado hacia el conocimiento de la complejidad y su funcionamiento, así como la aplicación práctica del saber adquierido, tanto para vivir mejor como para prosperar como Homo sapiens.
Integrar la ciencia como proceso social es lo que procede después de la revolución científicotécnica; parece obvio que no hay otro camino. Sin embargo, debemos reflexionar sobre la manera como aplicamos el conocimiento y que la socialización de la ciencia nos ayude a ser más coherentes y solidarios entre nosotros; no veo otro camino y seguramente no hay otro que sea tan eficiente como el que estamos plateando.
Si convenimos que es de interés general que la ciencia se integre como educación práctica, también debemos desarrollar los mecanismos para que esto sea posible. ¿Cómo ejecutarlo? Esta es una cuestión importante. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías pueden ayudarnos siempre y cuando seamos capaces de generar estructuras epistemológicas adecuadas a los cambios que se han producido en la evolución humana. Se trata de sincronizar actitud y capacidad y así hacernos aptos para abordar la complejidad creciente, sin demasiado riesgo y estrés de especie.
Muchos humanos que trabajamos en el conocimiento de las ciencias de la vida, de la tierra y sociales, estamos muy dispuestos a colaborar activamente en la continuación de algo que hemos considerado consustancial en el programa de trabajo: hacer participar a la sociedad tanto en los descubrimientos y su lógica, como en la propia construcción científica.
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Extraído de El Mundo
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