Para llegar a donde estamos hoy los estudios del Sidrón han tenido que andar un largo camino, un recorrido que debe mucho a la autoridad científica y al empeño del catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo Javier Fortea, fallecido el 1 de octubre de 2009, horas después de que sus compañeros cerraran la campaña arqueológica de ese año. Figura clave para la prehistoria asturiana, Javier Fortea apostó con acierto desde el primer momento por un yacimiento que no ha dejado de dar satisfacciones a los investigadores.
Los neandertales de Sidrón pusieron Asturias en el mapa de la evolución humana gracias a un trabajo multidisciplinar que desde la arqueología a la genética abarca toda una serie de disciplinas implicadas en hacer del proyecto todo un referente mundial. Las aportaciones científicas logradas en estos años han sido reconocidas con publicaciones en las más prestigiosas revistas internacionales, lo que este año se vio coronado con la candidatura al premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica y Técnica.
En medio de los éxitos hay una asignatura pendiente: la incertidumbre por campaña de excavaciones 2012 que dirige, desde la muerte de Fortea, el profesor Marco de la Rasilla, trabajo arqueológico que se tenía que haber iniciado este mes y que continúa en espera, aunque los investigadores confían retomarlo cuanto antes. Si las excavaciones están expectantes, otros frentes continúan en activo. Recientemente se han obtenido nuevas dataciones en los laboratorios de Oxford que confirman los 49.000 años para los fósiles, un dato que da solidez a anteriores análisis.
El CSIC sigue trabajando en varias líneas. Están pendientes de la publicación de un estudio sobre el sarro dentario que aporta información sobre la alimentación y afianza la apuesta por una ingesta que compaginaba la alimentación carnívora y vegetal en los neandertales. En la parte genética, y en colaboración con el Instituto Max Planck de Leipzig, se está recuperando la secuencia de todos los genes que componen el genoma de uno de los individuos del Sidrón, a una calidad de secuencia muy superior a la obtenida hace dos años con el genoma neandertal. Con estos datos será posible conocer aquellos cambios genéticos que son específicos de los neandertales y que pueden explicar sus adaptaciones propias.
Además se están comparando los datos con los neandertales de Vindija (Croacia) para conocer la diversidad genética y compararla con la nuestra. En definitiva, como apunta Carles Lalueza-fox, «el Sidrón seguirá dando que hablar».
La historia de los neandertales de Sidrón, que comenzó con un intento de negación de su excepcionalidad por parte de los responsables de Cultura durante el Gobierno del recién desaparecido Sergio Marqués, corre casi en paralelo con la «rehabilitación» de la especie fósil a lo largo de la última década. Los neandertales han perdido de forma progresiva su condición de seres hirsutos con probables limitaciones en lo cognitivo que los ponían en situación de inferioridad frente a la amenaza del Homo sapiens, menos robusto en lo físico pero con la herramienta crucial de una inteligencia que contribuiría al acabamiento de la especie de la cueva de El Sidrón. En estos años los neandertales se han aproximado al hombre moderno hasta convertirse en el hermano fósil. A ello contribuyeron revelaciones que alteraron el canon de la ciencia aceptada, como la evidencia genética de que entre sapiens y neandertales hubo un cruce provechoso del que queda presencia genética en poblaciones europeas, algo cuya defensa hace apenas diez años era poco menos que una condena a la marginalidad científica. El paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca, resumía la situación en estas mismas páginas semanas atrás al constatar que, desde la perspectiva biológica, sapiens y neandertales son una misma especie, como prueba el hecho de que entre ellos sea posible un cruce con descendientes fértiles, pero desde la taxonomía antropológica las diferencias físicas entre ambos tipos obligan a mantener su condición de especies distintas. En esa aproximación, el último peldaño consiste en poner la mano de los neandertales tras algunas de las pinturas rupestres de la cornisa cantábrica, según las conclusiones de un artículo que el viernes pasado publicaba la revista «Science». Es un nuevo frente de investigación muy controvertido y, por ello, más apasionante. La única evidencia que nos deja este proceso es que ni el más venerado filósofo puede recurrir ya al término neandertal con ánimo denigratorio.
La historia de los neandertales de Sidrón, que comenzó con un intento de negación de su excepcionalidad por parte de los responsables de Cultura durante el Gobierno del recién desaparecido Sergio Marqués, corre casi en paralelo con la «rehabilitación» de la especie fósil a lo largo de la última década. Los neandertales han perdido de forma progresiva su condición de seres hirsutos con probables limitaciones en lo cognitivo que los ponían en situación de inferioridad frente a la amenaza del Homo sapiens, menos robusto en lo físico pero con la herramienta crucial de una inteligencia que contribuiría al acabamiento de la especie de la cueva de El Sidrón. En estos años los neandertales se han aproximado al hombre moderno hasta convertirse en el hermano fósil. A ello contribuyeron revelaciones que alteraron el canon de la ciencia aceptada, como la evidencia genética de que entre sapiens y neandertales hubo un cruce provechoso del que queda presencia genética en poblaciones europeas, algo cuya defensa hace apenas diez años era poco menos que una condena a la marginalidad científica. El paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca, resumía la situación en estas mismas páginas semanas atrás al constatar que, desde la perspectiva biológica, sapiens y neandertales son una misma especie, como prueba el hecho de que entre ellos sea posible un cruce con descendientes fértiles, pero desde la taxonomía antropológica las diferencias físicas entre ambos tipos obligan a mantener su condición de especies distintas. En esa aproximación, el último peldaño consiste en poner la mano de los neandertales tras algunas de las pinturas rupestres de la cornisa cantábrica, según las conclusiones de un artículo que el viernes pasado publicaba la revista «Science». Es un nuevo frente de investigación muy controvertido y, por ello, más apasionante. La única evidencia que nos deja este proceso es que ni el más venerado filósofo puede recurrir ya al término neandertal con ánimo denigratorio.
Extraído de lne
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