Daniel Torres Etayo, historiador y
arqueólogo cubano, lleva nueve años tratando de localizar el lugar en el que
yace enterrado un barco de otro continente que habría llegado a Cuba varios
siglos antes que las carabelas de Colón.
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El arqueólogo cubano Daniel Torres Etayo.F. V |
Daniel Torres Etayo es un joven
historiador cubano que lleva más de 20 años dedicado a la arqueología. Por sus
logros acaba de ser reconocido por la National Geographic Society con el premio
Emerging Explorer. Entre sus trabajos más destacados está la investigación de
una aldea de pobladores autóctonos de Cuba con magníficas plazas ceremoniales
que demuestra que esas comunidades tenían un desarrollo social mayor del que se
pensaba hasta ahora. Pero el proyecto más conocido en el ámbito internacional
es la búsqueda de un barco de otro continente enterrado en la arena de una
playa habanera. Según muestras recogidas en los años 50, habría llegado varios
siglos antes que las carabelas de Colón.
¿Acabas de recibir un importante
reconocimiento internacional?
Este año fui seleccionado como Emerging
Explorer por National Geographic en reconocimiento al conjunto de mi trabajo.
No me lo esperaba, fue una sorpresa a pesar de que NG nos financia un proyecto
en La Habana. Lo más importante del reconocimiento es que es una forma de dar a
conocer tu trabajo, hay una divulgación tremenda. Pero los 10.000 dólares del
premio (unos 8.100 euros) no me los dieron porque cae dentro del capítulo del
bloqueo económico. En este sentido las relaciones con NG son complicadas porque
deben regirse por esas regulaciones, no tenemos acceso al dinero en efectivo y
no todos los equipos que necesitamos han recibido autorización para ser
enviados a Cuba.
¿Cuál ha sido el mayor éxito de tu
carrera?
Un estudio que lleva ya 18 años y aún no
ha concluido. Es en Maisí, denominado De las plazas ceremoniales taínas
de Cuba. Son bateyes (aldeas) con dimensiones descomunales que ningún
cubano podría imaginar, son tan grandes que cabrían dentro tres de las más
famosas figuras de Nazca, el colibrí, la araña y el mono.
¿Con NG trabajan en la búsqueda de un
barco?
Sí, es un descubrimiento que se hizo en
los años 50 en las playas del este de La Habana. Aparecieron restos de una
embarcación y miembros de la sociedad espeleológica tuvieron contacto directo,
extrajeron muestras y taparon la excavación. En el 2002 se encontraron esas
muestras y se enviaron a fechar a Noruega. A los seis meses llegó la noticia de
que era del año 790 de nuestra era y tenía trozos de hierro, un metal que en
América no se conocía en esa época. Ha sido como buscar una aguja en un pajar
pero tenemos tecnología avanzada proveniente de la ayuda internacional.
Llevamos nueve años tratando de localizar el lugar y ahora estamos bastante
seguros de dónde puede ser gracias a que aparecieron las fotos de la excavación
de los años 50.
¿Cómo se hace la arqueología en Cuba?
Es muy complicada, sobre todo por el
gasto de recursos que conlleva. Además no hay muchas instituciones con ese
encargo social a pesar de que Cuba tiene arqueólogos desde el siglo XIX. Nunca
ha sido vista como una actividad fundamental, ni siquiera hay una carrera en la
universidad.
¿Cómo hace un historiador como tú para
convertirse en arqueólogo entonces?
El primer requisito es encontrar una
plaza en una institución en la que se haga arqueología, en Cuba nace dentro del
Departamento de Antropología de la Academia de Ciencias, creado después de
1959. Ahí y en la Unión Soviética se formaron los más destacados arqueólogos
cubanos.
¿Tú vives de la arqueología?
Vivía, la institución en la que
trabajaba desde el año 2000 se acaba de cerrar y ahora estoy a la espera de una
plaza como profesor en la universidad.
¿Cómo trabaja la arqueología cubana
sobre el terreno?
Tenemos muchas limitaciones en cuanto a
recursos, para mí que tengo proyectos en la Punta de Maisí en el extremo
oriental de la isla el tema del transporte es una desgracia, es terrible, ni yo
ni la institución poseemos vehículos. Hay que moverse como cualquier cubano,
pero dirigir una expedición de 21 días, con toda la carga que implica, es un
verdadero dolor de cabeza muy costoso además. Muchas cosas provienen del
bolsillo propio, no hay otra manera de hacerlo. Pero, tras 18 años visitando la
zona, cuando llegamos a la comunidad ellos son casi como mi familia, tanto que
de la alimentación no tenemos que preocuparnos.
¿Cuánta gente participa en una de esas
expediciones?
Yo por lo general voy con siete u ocho
compañeros, fotógrafos, realizadores de video, arqueólogos y topógrafos. Es
variable y depende de los objetivos de la expedición.
¿Cuánto cuesta una de tus expediciones?
Mis expediciones a Maisí pueden costar
220 dólares (178 euros) en logística –transporte y alimentación– pero cuando
vamos a los equipos el costo se incrementaría. Un levantamiento topográfico con
instrumentos de precisión puede costar 16.500 dólares (13.377 euros), una cifra
que no podemos pagar, por eso me hice yo mismo topógrafo. El resto de las cosas
las hacemos nosotros mismos. Para las imágenes aéreas diseñamos un dispositivo
que va atado a una cometa (papalote), lo hacemos volar y tomamos nuestras fotos
y vídeos, con los que hacemos un collage.
Extraído de Público
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