Investigadores de una decena de universidades usan un método tomado de los biólogos evolutivos para situar el origen de estas lenguas en Anatolia. La expansión de la agricultura fue su vector de difusión.
Desde Islandia, en el extremo norte del Atlántico, hasta Sri Lanka, en el Índico, miles de millones de personas hablan más de un centenar de lenguas que una vez fueron una. Durante casi 60 años, los lingüistas se han peleado por el origen de aquel idioma primigenio. Ahora, usando un método tomado del estudio de la expansión de los virus y comparando la evolución de miles de palabras similares, investigadores de una decena de universidades han determinado que todo empezó en el sur de Anatolia, en la actual Turquía. La difusión de la agricultura habría sido el vector de expansión de la Babel en que se han convertido las lenguas indoeuropeas.
Integrada por algo más de 150 lenguas que son habladas por unos 3.200 millones de personas, la familia de lenguas indoeuropeas es la mayor de las que hay en el planeta. A primera vista, el inglés, el ruso, el griego, el hindi o el español pueden parecer idiomas sin niguna relación de parentesco. Pero si se va a palabras básicas de su vocabulario se observa la similitud formal y fonética entre mother, mat’, mitéra, Māṁ y madre. El árbol familiar, a pesar de algunas discrepencias, parece estar claro: las subfamilias itálica, celta, germánica, balto-eslava, indo-irania, albanesa, griega, armenia y las ya desaparecidas anatolia y tocaria habrían degenerado en los idiomas de hoy.
Dos escenarios.
Pero lo que no está claro es su origen. En 1956, la arquéologa Marija Gimbutas postuló que el primer indoeuropeo debió ser el de los kurganes. Esta vieja civilización seminómada, que se desplazaba a lomos de caballo, se expandió hace unos 6.000 años desde sus tierras originales en las estepas pónticas al norte del Mar Negro por buena parte de Europa y el sur de Asia llevando consigo su idioma. Pero, en 1987 otro arqueólogo, Colin Renfrew, propuso que las lenguas indoeuropeas vienen de Anatolia. Para él, no fue la cultura del caballo sino la expansión de la agricultura del neolítico anatolio unos 9.500 años atrás por las tierras europeas y asiáticas la fuente de todo.
“Nos propusimos probar ambas hipótesis modelando la evolución de la familia de lengua en el espacio y el tiempo buscando si un escenario era significativamente más probable que el otro”, explican los autores del estudio que se publica hoy en Science. El origen anatolio ganó al de las estepas.
Para llegar a esa conclusión, primero construyeron una base de datos de cognados, palabras similares en varias lenguas que presumiblemente comparten el mismo origen. Reunieron unos 25.000 cognados de 103 lenguas, tanto muertas como vivas. Las palabras fueron elegidas entre el vocabulario básico, con términos relacionados con la familia (padre, madre), con las partes del cuerpo o que hacían referencia al mundo natural. De esta manera se podía garantizar un mayor grado de estabilidad a lo largo del tiempo y descartar que su presencia en una lengua es fruto de un préstamo de otra coetánea (como la española garaje de la francesa garage). Después las pusieron sobre el mapa para dibujar su distribución.
Pero a esta imagen estática había que añadirle el factor tiempo para dibujar el árbol de las lenguas indoeuropeas. Para eso, modelaron la evolución de la lengua como un proceso de pérdida y ganancia de cognados a lo largo del tiempo. Aquí tomaron prestado un método estadístico usado por los biólogos evolutivos para establecer el árbol de relaciones entre especies en función de sus similitudes y diferencias en su ADN, solo que aquí cambiaron ADN por cognados.
“Combinamos nuestras inferencias sobre el árbol familiar de la lengua indoeuropea con los datos sobre dónde se hablan (o hablaban en el caso de las lenguas antiguas). Desde la conocida localización de las hojas de este árbol, fuimos para atrás por las ramas para estimar la ubicación de la raíz”, explican los autores. “Nuestro análisis ha encontrado que el origen anatolio es más problable que el origen en las estepas en varios órdenes de magnitud”, concluyen.
¿Fueron los agricultores anatolios o sus técnicas las que llevaron su lengua a toda Europa?
Si se da como cierto el origen anatolio de las lenguas indoeuropeas, falta por saber como se produjo su expansión. Las fechas de su inicio coinciden con los registros de la eclosión de la agricultura en el sur de Anatolia, dando paso al Neolítico. Habría sido entonces el cultivo de la tierra el vector de difusión del indoeuropeo original. Pero, ¿hubo una emigración masiva y paulatina de agricultores anatolios que en su camino desperdigaron su lengua?
Los investigadores , reconociendo lo fascinante de la pregunta, no tienen una respuesta. Las migraciones son consustanciales a la humanidad y, en aquellas ocasiones que la población migrante impone su dominio, ya sea técnico, económico, militar o político, acaba imponiendo su lengua a los habitantes originales. En este sentido, recientes estudios revelan la presencia de genes en los europeos del Neolítico procedentes de Anatolia cuya datación coincide con la de la expansión de la agricultura desde aquellas tierras.
Pero no se puede descarta la otra posibilidad. Aunque pudiera haber un reducido movimiento de agricultores anatolios por Europa y el sur de Asia, también podría haber ocurrido que fueran sus técnicas agrícolas las que se expandieran por el territorio. En este escenario, la población aún cazadora recolectora fue adoptando la agricultura y, entonces, la agricultura hablaba indoeuropeo.
Extraído de Es Materia
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