Arqueólogos españoles encuentran en Siria una habitación oval con 11 cráneos con la cara amputada y dispuestos en círculos.
Los dos círculos de cráneos hallados en Tell Qarassa. |
En mayo de 2010, el arqueólogo Juan José Ibáñez hizo un descubrimiento excepcional que no ha logrado explicar hasta hoy. Su equipo excavaba aquellos días una colina artificial al sur de Siria llamada Tell Qarassa. Los tell son montes de ruinas hechos por sucesivas poblaciones que se asentaban sobre los restos de la anterior. Desde su cima hasta su base, Qarassa abarcaba 5.000 años.
Pocos días antes de regresar a España por el final de la campaña, Ibáñez y el resto de su equipo alcanzaron al fin el nivel más antiguo del montículo, de hace unos 10.500 años. Aquella fue la época en la que surgieron la agricultura y también las primeras sociedades complejas con nuevas creencias religiosas.
Al fondo del tell, los arqueólogos descubrieron una habitación ovalada de unos dos metros de largo hecha con paredes de piedra. En el suelo había varias losas sobre las que se habían dispuesto 11 cráneos en dos círculos. Hasta ahí no había nada de especial, ya que otros enterramientos neolíticos ya descubiertos presentaban disposiciones similares. Pero pronto se hizo patente un nuevo detalle excepcional: a todos los cráneos les habían machacado la cara hasta conseguir separarla del resto de la calavera. Los cráneos de Tell Qarassa no tenían rostro.
Una venganza.
“En los enterramientos de la época había siempre una ritualización del uso del cráneo”, explica Ibáñez, investigador de la Institución Milá y Fontanals de Barcelona (CSIC). Por aquella época los humanos aprendieron a cultivar la tierra y pastorear cabras, ovejas, vacas. Los grupos aumentaron de tamaño hasta tener más de 100 personas, lo que hizo necesarias nuevas formas de organización y gobierno. “Estos rituales tenían una función de cohesión del grupo en torno al culto de los antepasados comunes”, señala Ibáñez. Era, en resumen, una honra a los muertos que, 10.000 años después, aún conservan la mayoría de religiones y pueblos del planeta.
Pero los cráneos de Tell Qarassa no hablaban de una honra, sino de “una venganza”, piensa Ibáñez. Su análisis de los restos, publicado en American Journal of Physical Anthropology, muestran que los huesos de la cara habían sido amputados de forma deliberada en todos los cráneos, excepto el de un niño. La mayoría de individuos eran jóvenes entre los 18 y los 25 años. Ninguno tenía mucho más de 30. Las cabezas habían sido desenterradas de otras tumbas cuando los cadáveres estaban ya muy descompuestos. Después se les amputaron todos los huesos del rostro y se acumularon las cabezas en círculo en la sala oval de Tell Qarassa. Esta fue recubierta con tierra y cerrada con una losa, lo que permitió la conservación de los restos. “Lo que hemos encontrado es el final del ritual”, detalla Ibáñez.
“Estos cráneos muestran unas actitudes agresivas que se pueden interpretar como una voluntad de distanciamiento hacia aquellas personas o incluso una venganza”, señala. Los cuerpos se conservaron enterrados durante varios años antes de ser desenterrados, manipulados y dispuestos los cráneos en los dos círculos, lo que “difícilmente podría ser un ritual de veneración a los antepasados”, dice el trabajo. El estudio apunta a que aquellos jóvenes podrían ser guerreros cuyo vigor era temido por el grupo (sólo el niño conserva su cara). “También habría que considerar posibles ritos necrománticos”, añade el trabajo. “Aquellas gentes atribuían muchos valores al cráneo y en este caso parece que este implicaba algo dañino para el grupo”, concluye Ibáñez.
Extraído de Esmateria
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