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Castillos que defendieron un reino.

Álava conserva importantes restos de sus defensas fronterizas, al igual que otras mugas que pertenecieron a la Corona de Navarra.


ARABA atesora restos importantes de castillos que constituyeron las defensas fronterizas de la Corona navarra y cuya demolición en el siglo XVI está dando mucho que hablar entre historiadores, a propósito de la celebración del quinto centenario de la conquista de Navarra, una simbólica efeméride que compromete también a territorios que, hasta poco antes, habían pertenecido al Reino vascón.

Las mugas del Reino de Navarra dibujan, en este sentido una frontera histórica que acumula un importante patrimonio cultural. Esta frontera de los castillos navarros se extiende desde los de Cueto y Cudeyo -junto a la bahía de Santander-, pasando por los de Colindres, Ruesga y Soba -en el valle del río Asón- y hasta los de Bricia y Arreba, en la actual provincia de Burgos, donde existen dos poblaciones llamadas Báscones y Villabáscones, a unos 45 kilómetros de la Peña Amaia, término que encierra el simbólico significado de final o confín. Más al sur se encuentran los de Urbeltz, Ubierna -al norte de la ciudad de Burgos- y Arlanzón, en los Montes de Oka. Más allá, los de Pazuengos y Viguera, ya en Rioja, entre otros.
Muchos de estos castillos respondían a la idea que hoy tenemos de un edificio con ese nombre, pero la mayoría no pasaban de ser poco más que torres o atalayas fortificadas. Esto es debido a que, en la mayor parte de los casos, su función no era defensiva, aunque en caso de invasión pudieran de servir de distracción a las tropas atacantes, a quienes no les convenía dejar enemigos en su retaguardia. Para un país sin ambiciones expansivas como era Navarra, por lo tanto con un ejército pequeño, resultaba primordial la rapidez de la información. Estos castillos tejían una red sobre el territorio, capaz de hacer llegar a su centro, la Iruña de Pamplona, por diversos medios -como juegos de espejos, luces, fuegos, palomas mensajeras u otros- noticias sobre los acontecimientos que sucedieran en cualquier lugar del reino.
CADENA DE COMUNICACIÓN.
De esa manera si, por ejemplo, se observasen movimientos inusuales de tropas en la zona de Atapuerca, el aviso correría desde el castillo de Arlanzón al de Alba, de allí a Belorado, Ibrillos, Cerezo, Valluercanes, Cellorigo, Portilla -ya en Álava-, Treviño, Zaldiaran, Vitoria, Henaio, en Alegría-Dulantzi, Agurain, Murutegi, sobre Araia, Irurita, sobre Urdiain, Etxarri, Orraregi, en la cima del monte que hoy se llama Gaztelu, sobre Irurtzun, y de allí, ya a la vista, Pamplona. Todos estos castillos están conectados visualmente, de manera que en menos de tres horas un aviso podía recorrer está distancia.
Álava, como territorio constituyente del Reino de Navarra, formaba parte de esta red de castillos. Algunos de ellos aún presentan sus altivas ruinas en pie, como testigos de nuestra memoria histórica. Así, podemos enumerar los castillos de de San Vicente, Buradón, Toloño, Ferrera, Guardia, Asa y Labraza en la Sonsierra de Navarra -hoy llamada Rioja Alavesa-; los de Subijana-Morillas, Lantarón, Añana y Astulez en los valles occidentales; el de Zaitegi en Zuia, los de Toro, Bernedo, Arluzea, Atauri y Korres en la Montaña, por sólo citar los más importantes.
La mayor parte de estos castillos, por tanto, no eran más que torres -con su aljibe para hacer acopio del agua de lluvia y su muro defensivo- situadas en lugares altamente estratégicos, como se puede comprobar en los casos de Aitzorrotz, sobre el valle de Leintz, o de Zaitegi en la comarca alavesa de Zuia. De estos dos castillos, que el arqueólogo Iñaki Sagredo ha excavado recientemente, se desprende su importancia de que ambos fueran sede de sendas tenencias del Reino de Navarra hasta la conquista castellana del año 1200. Ambos han quedado transformados con el tiempo en ermitas -San Víctor en Zaitegi-, actualmente en ruinas, en lo alto de enhiestos peñascos, aunque conserven parte de sus muros y de sus escaleras de piedra, así como sus aljibes, señal infalible de la existencia de un antiguo castillo. Las excavaciones han revelado las antiguas estructuras, así como múltiples objetos de la vida cotidiana de la época.
Recientemente algunas asociaciones y grupos de vecinos de la Montaña Alavesa, en Izki y el Alto Ega, se han movilizado para sacar a la luz los restos del castillo de Korres, en el municipio de Maestu, situado como suele ser habitual en lo alto de un inaccesible peñasco. La iniciativa pretende, en una primera fase, limpiar y consolidar los restos existentes y luego, realizar un estudio arqueológico.
Incomprensiblemente, esta iniciativa no ha tenido el eco esperado en los estamentos oficiales, pero sus promotores no arrojan la toalla, perseverando en sus propósitos para rehabilitar este importante recuerdo de la historia del país.
CASTILLOS DE LA LLANADA.
Los lugares que formaron parte de esta red de castillos que defendieron el Reino de Navarra en la Llanada Alavesa son Vitoria-Gasteiz, de cuyo castillo se pueden observar restos en la actual iglesia de San Vicente; Zaldiaran, en la cumbre donde hoy se alza un repetidor; en el cerro de Alegria-Dulantzi donde se encuentra el centro de interpretación del Castro de Henaio, que aún es llamado el Monte del Castillo; en Gebara, que fue un monumental castillo destruido en 1839 por las tropas del Gobierno español; en Araia, en la peña de Marutegi o Murutegi, y por supuesto conservamos la villa amurallada de Salvatierra, cuyo recinto defensivo ha sido excelentemente consolidado en los últimos años.
El pasado domingo se clausuró en Pamplona la tercera edición del congreso de historiadores organizado por el colectivo Nabarralde Kultur Ekimenak. Con motivo de la conmemoración este año del quinto centenario del inicio de la conquista del Reino de Navarra por parte de España en 1512, las ponencias y comunicaciones versaron sobre las consecuencias de esa conquista vistas desde diferentes perspectivas, tales como el retroceso y la pérdida del euskara o la partición territorial del país por la llamada frontera de malhechores.
Una de las sesiones del citado congreso se centró en la destrucción de los castillos que defendieron el Reino de Navarra, con la intervención de Juantxo Agirre Mauleon y Javier Buces, miembros de la sociedad de ciencias Aranzadi, que hablaron sobre el emblemático castillo de Amaiur y sobre las excavaciones de Irulegi, respectivamente, y el historiador Peio Gerra disertó acerca del castillo de Legin. A continuación tuvo lugar una mesa redonda en la que participaron los historiadores Joseba Asiron, Pello Iraizoz y Jokin del Valle.
Asimismo, el arqueólogo guipuzcoano Iñaki Sagredo, autor de la obraCastillos que defendieron el Reino, de Laguardia a Foix y del Moncayo a Goierri, explica que "Navarra fue humillada, rebajada a lo mínimo, y cuesta explicar qué debió suponer para los navarros ver por los suelos los muros que construyeron sus antepasados, una consecuencia más de la definida como pacífica anexión".
Los castillos del Reino navarro, así como muchas casas torre y recintos amurallados, fueron derruidos entre 1512 y 1522 por orden del Cardenal Cisneros, regente de Castilla.
Sagredo dentro de su exhaustivo estudio, ha elaborado un mapa de los castillos de Navarra que obviamente no se limita al territorio de la actual Comunidad Foral, sino que contempla la totalidad del territorio de la Vasconia histórica.
Extraído de Noticias de Álava

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