Hace 51 años de que Esther alcanzara la categoría de huracán y de que su
imagen fuese “cazada” por uno de esos satélites que orbitan nuestro planeta,
iniciando así una nueva era en el estudio de la dinámica de los huracanes.
Imagen de satélite del huracán Esther (1961). |
En el mes de septiembre del año 1961, cerca de Cabo Verde se
formó una intensa depresión atmosférica que empezó a migrar hacia el este. En
su viaje a través del Atlántico, la depresión se hizo cada vez más profunda
convirtiéndose primero en tormenta tropical y posteriormente en un huracán de
categoría 4. En ese momento fue bautizado como Esther. El huracán empezó a
perder su potencia cuando se acercó a las costas del este de los Estados
Unidos, cuando tocó tierra lo hizo como tormenta tropical.
A pesar de que la velocidad de sus vientos
decrecieron mucho, cuando ésta alcanzó la costa, se produjeron muchos daños en
la región estadounidense de Nueva Inglaterra. Esta es una historia típica del
principio del otoño en el Caribe y la zona oeste del Atlántico Norte, sin
embargo Esther ha pasado a la historia por algo diferente a su peligrosidad.
Esther fue el primer satélite descubierto gracias a las
fotografías tomadas por un satélite, y antes incluso de que los meteorólogos
predijeran que esta técnica podía ser utilizada para seguir la trayectoria de
este tipo de eventos atmosféricos. La fotografía no cuenta con la calidad que
hoy poseen imágenes de este tipo, pero tiene un valor innegable. Desde ese
momento se han podido emplear este tipo de imágenes para predecir (con mayor o
menor fortuna) la trayectoria de los huracanes, siendo uno de los parámetros
fundamentales a incluir en los modelos de cálculo de dichas trayectorias.
Extraído de La Ciencia y sus Demonios
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