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Atapuerca, la nueva meca del ocio.

Los yacimientos se convierten en una atracción turística con más de cien mil visitantes al año.


Yacimientos de Atapuerca.
Atapuerca se está erigiendo en la nueva meca del ocio. Cada fin de semana y cada puente cientos de personas, muchos de ellos vascos, se lanzan a visitar la casa de nuestros tatatatatatarabuelos. Frente a otros parques temáticos ruinosos cuyas atracciones se encuentran en caída libre, Atapuerca da dinero. El secreto del éxito es sencillo, la gran concentración de fósiles humanos hallados en Atapuerca, que sitúa al yacimiento de la sierra burgalesa entre los más ricos del planeta y la convierte en la verdadera caja negra de la humanidad.
Mientras parques como Terra Mítica o Isla Mágica están inmersos en expedientes de regulación de empleo o suspensiones de pago, Atapuerca parece rentable. Los yacimientos, el parque arqueológico y el Museo de la Evolución Humana han generado una riqueza a Burgos en el último año y medio de 53 millones de euros, según datos de la propia Junta de Castilla y León. El número de visitantes también ha crecido de forma exponencial. Si hasta el año 2005 la media anual se situaba entre los 38.000 y los 40.000, el año pasado superaron los 100.000.
Para José María Bermúdez de Castro, la explicación a la buena acogida es evidente: "Atapuerca es un libro abierto de la evolución humana en Europa, un registro de la ocupación de esa zona durante más de un millón de años", dice uno de los tres directores de las excavaciones, junto a Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga.
Ellos son los encargados de gestionar el recinto y vender este Jurassic Park por medio planeta, pero los artífices del milagro son los arqueólogos que trabajan a pie de brocha e incluso palillo en las excavaciones. Y también guías como Rosana que nada más entrar a la trinchera, narra la enigmática historia de la comedora de pollos de la cueva de El Elefante, una mujer de una especie sin identificar, cuyo origen se remonta a hace 1.200.000 años, y cuyos restos se hallaron junto a los fósiles de cientos de pajaritos. Cuando en 2007 se descubrió su mandíbula, los historiadores se vieron obligados a hacer retroceder casi medio millón de años la llegada de los primeros homínidos a Europa.
En el mascarón de proa del complejo, la excavación Gran Dolina, se recrea la vida de los Homo antecessor. Mandíbula prominente, cuerpo fornido y un aspecto físico razonablemente similar al ser humano actual, eran algunas de las características de esta especie que vivió en esas colinas hace aproximadamente unos 900.000 años.
EN LA MONTAÑA MÁGICA.
Canibalismo con los enemigos.
Pero ni Atapuercaland, ni Atapuerca World, ni Atapuerca Aventura, el visitante abre los ojos como platos y pone las orejas en posición cuando Rosana detalla el canibalismo que practicaban nuestros antepasados. A la vista de las marcas de corte, de desgarro con cuchillos de piedra, que se distinguen en los fósiles humanos y que son idénticas a las que aparecen en huesos de otros animales se ha llegado a la conclusión de que se trata de "canibalismo territorial, o cultural, que no tiene nada de ritual", asegura.
"En la sierra de Atapuerca había unas condiciones climáticas óptimas para vivir, calor, mucha vegetación, animales, así que no es canibalismo por hambre", explica en un estudio Bermúdez de Castro. "Un grupo tiene un territorio muy bueno, como éste, y llega otro que pelea por hacerse con él, ataca el campamento y se mata al enemigo, y ya que lo han matado, se lo comen. Es canibalismo gastronómico territorial", concluye. Porque el Homo antecessor era cuidadoso y protector con los miembros de su grupo, pero sin embargo, no tenía ningún problema en atacar, cazar y comerse a los integrantes de tribus enemigas, niños y jóvenes incluidos.
Muchos años después, al igual que su antepasado, el Homo hidelbergensis, mantenía el concepto de grupo. De hecho, se trababa de una especie que solía padecer importantes enfermedades degenerativas desde antes de morir. Por ello, un individuo impedido para cazar era ayudado por el resto de integrantes del grupo ya que su supervivencia solo se aseguraba si contaba con una atención especial por parte de sus congéneres.
La pertenencia a una comunidad y el sistema de clanes era el denominador común. En el Mirador se han encontrado restos de ocho individuos enterrados en una cueva que "seguramente tenía algún tipo de puerta para evitar que entraran los animales". Para Eudald Carbonell, es una muestra de que había en la zona redes sociales complejas y estructuradas, en algo similar a tribus con jefaturas".
LA MÁQUINA DEL TIEMPO.
Viaje al pasado en 3D.
Para terminar de encontrar los auténticos orígenes del hombre, en la Cueva del Compresor, los turistas se introducen en una máquina del tiempo e inician un viaje virtual al pasado. Una animación que permite seguir la evolución humana desde el Homo antecessor de 900.000 años de antigüedad, pasando por el Heibelbergensis, el Neardenthalis-creador del fuego y de la música para la que utilizaban unas sui generis flautas de hueso- hasta llegar al Homo sapiens.
Ayudados de unas gafas especiales, los visitantes pueden recorrer también los paisajes de las diferentes épocas de la sierra y la interacción de los animales que poblaron la zona en cada época, desde hace más de un millón de años hasta prácticamente la actualidad.
Sorprende conocer que alguno de estos antepasados del Homo sapiens vivía en unas condiciones climáticas como las actuales. El paisaje en los alrededores de la Sima del Elefante estaría formado principalmente por un bosque húmedo, con áreas abiertas probablemente más secas, y con un clima claramente mediterráneo de características similares al que existe ahora en Burgos.
La respuesta al misterio de la prehistoria se completa con una ruta guiada por el parque arqueológico que propone un recorrido desde la más remota prehistoria hasta ayer mismo, como quien dice. Y es que Atapuerca es un supercomplejo que, además de los yacimientos, incluye este recinto arqueológico y el Museo de la Evolución Humana.
En el parque, donde es obligado tocar, los visitantes practican in situcómo se tallaba el sílex, y se lanzaban jabalinas o se comunicaban con las bramaderas, un instrumento que produce un ruido similar al bramido del viento. Entrar en una cabaña de la Edad del Hierro, la época de Astérix y Obélix, e intentar hacer fuego con un sílex y una piedra ferrosa o con un yesquero, es el summum de una visita que deja al participante listo para ir a una edición de Supervivientes.
Vía: Deia

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