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Caligrafía en un muro (madraza Bu´Inaniyya, Fez). |
Al observar las construcciones
islámicas, incluso cuando éstas responden a tipologías, funciones o épocas muy
distintas, se advierte fácilmente que todas repiten unos mismos motivos
decorativos, obtenidos de un amplio pero determinado abanico de ideas y posibilidades
ornamentales.
Temas
y elementos decorativos islámicos.
Los temas decorativos del arte
islámico se usan por igual en la arquitectura y en las artes aplicadas e
industriales, independientemente del material, la técnica o la escala. El
vocabulario ornamental empleado se basa en gran medida en el de civilizaciones
precedentes, conquistadas o asimiladas por el Islam con los siglos.
Las formas decorativas islámicas
derivan principalmente del arte bizantino, heredero del mundo grecorromano, si
bien se estima que existe, innegablemente, un ingrediente mesopotámico antiguo
(Sumer,
Babilonia,...).
Algunos investigadores encuentran en
la decoración islámica ciertos elementos del arte persa sasánida (por
ejemplo, en la labor del estuco), mientras que otros estudiosos niegan
rotundamente tales influencias, al considerar que los supuestamente persas son
realmente de ascendiente helenístico, o mesopotámicos mezclados con bizantinos.
Sea como sea, tales discusiones hacen patente la falta de originalidad real de
la decoración islámica.
Ese aparente problema ha sido,
empero, ingeniosamente solucionado por los artistas musulmanes, haciendo gala
de nuevas formas de entender y trabajar la ornamentación. En su interés por
decorar las superficies de monumentos y objetos de arte, los dotan de complejos
revestimientos, que parecen casi pretender ocultar la estructura real
subyacente. Tales recubrimientos originan, junto a efectos de inusitada
riqueza, ilusorios efectos de tridimensionalidad. Esto es posible gracias a la
utilización de materiales reflectantes, a la reiteración de motivos y al
contraste de texturas.
La decoración es fundamental en la
arquitectura, pues en ella no limita su función a recubrir superficies, sino
que también incide en la transformación del espacio, sirviendo también para
anular o diluir las diferencias entre los elementos estructurales y los
decorativos.
El arte musulmán utiliza un número
limitado de fórmulas decorativas básicas: geometría, caligrafía,
motivos vegetales y figurativos. Asimismo, se emplean las llamadas muqarnas,
o mocárabes ("decoración de nido de avispa",
así llamada por su peculiar aspecto), fundamentalmente en la arquitectura, un
arte que recurre también a menudo a los elementos naturales, como la luz y el
agua, para transformar la ornamentación y crear nuevos efectos mediante la
combinación de diversos componentes.
Decoración
geométrica.
La decoración geométrica islámica
procede básicamente del mundo tardorromano, pero alcanza su máximo grado de
sofisticación con los musulmanes. Tomando como punto de partida el círculo,
dividido mediante polígonos regulares, y como unidad lineal su radio, se
creaban figuras extraordinariamente variadas y bellas, gracias a la aplicación
de los principios de simetría y repetición, multiplicación o subdivisión. Las
estrellas son, indiscutiblemente, los motivos geométricos más frecuentes,
prácticamente omnipresentes sobre todos los materiales y a cualquier escala en
el arte islámico. La sabia organización de piezas de colores en las
composiciones hace resaltar los esquemas geométricos, lográndose así efectos de
tridimensionalidad.
Caligrafía
ornamental.
La caligrafía ornamental se basa en
las formas básicas del alfabeto árabe (el alifato), y debido a su
relación con la palabra divina presente en los versos del Corán, fue
considerada la decoración más importante de la civilización islámica. De hecho,
prácticamente no existen obras artísticas musulmanas que carezcan de inscripciones.
Son dos los principales tipos de
escritura: la cúfica y la nasjí, a partir de las
cuales es posible desarrollar múltiples variantes, incluso entrelazando ambas.
La escritura cúfica es más sobria, monumental y angulosa que la nasjí, menos
solemne y de carácter cursivo. Debemos destacar el valor dual de la caligrafía
árabe, pues, además de motivo funcional, sirve de sustituto por excelencia de
las representaciones figurativas, existentes pero limitadas en el arte
musulmán. No obstante, en ciertas ocasiones, como en la Alhambra de Granada la caligrafía aún llega más lejos:
en sus célebres Palacios Nazaríes la epigrafía es fundamentalmente profana,
recogiéndose en ella, junto con los tradicionales versos coránicos y alabanzas
al sultán y Alá, una asombrosa antología de los tres grandes poetas de la corte
nazarí.
Decoración
vegetal.
La decoración vegetal islámica se
inspira en los roleos clásicos, a partir de los cuales -mediante una exagerada
búsqueda de la máxima estilización posible- se consigue una desnaturalización
total de las formas originales. Así surgen los atauriques, motivos
decorativos formados por un largo tallo vegetal que se va dividiendo
regularmente, originando tallos secundarios que, a su vez, pueden multiplicarse
en nuevos vástagos o reintegrarse en el cuerpo original. Los atauriques otorgan
un bello movimiento rítmico ondular, creando efectos tridimensionales al
jugarse con la anchura, textura y colorido de los tallos. Son realmente
extraordinarios los del Salón Rico de Medina Azahara y los del mihrab de
la Mezquita de Córdoba.
La
figuración en el arte islámico.
En contra de cierta creencia
generalmente admitida y, aunque errónea, muy extendida entre los no musulmanes,
en el Islam no existió jamás prohibición expresa de representar figuras humanas
o animales. No obstante sí es cierto que, desde fecha temprana, se trató de
evitar la figuración en los edificios religiosos y en las páginas del Corán,
algo seguramente relacionado con la destrucción por Mahoma de los ídolos existentes
en la Kaaba y con la ausencia de imágenes en la
residencia del Profeta. Por el contrario son abundantísimas las obras civiles
que recurren al figurativismo como recurso decorativo, sobre todo con
representaciones animalísticas, aunque en general los artistas no muestran
intención alguna de imitar la realidad, algo que podría ser entendido como un
intento de competir con Alá, el único realmente capaz de crear.
Por su parte, y sin suponer ninguna
excepción, la Alhambra granadina conserva interesantísimas representaciones
pictóricas humanas en la Sala de los Reyes, denominada así por la pintura de la
bóveda central cuyos personajes fueron interpretados [...] como reyes de la
dinastía nazarí (Díez Jorge, Mª. Elena et alii, "La Alhambra y
el Generalife. Guía historico-artística", Granada, 2006, p.173), pinturas
de tradición toscana tardogótica, probablemente hechas para la corte musulmana
por artistas cristianos, presuntamente italianos; y, por otro lado, las Casitas
del Partal, que cuentan con escenas de jinetes de autoría -ahora sí-
innegablemente nazarí.
Vía: Suite101
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