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Hallan en Tamaulipas restos óseos de los primeros pobladores de Aridoamérica.

El grupo de arqueólogos durante el proceso de excavación en el interior de la Cueva la Calavera. 
Arqueólogos del INAH y de la UNAM hallaron restos óseos de más de veinte cazadores-recolectores en la cueva mortuoria La Calavera, ubicada en la frontera de Tamaulipas con Veracruz, los cuales datan del año 3,000 a.C. y de acuerdo con Carlos Serrano Sánchez, investigador del Instituto de  de la UNAM, los  de osteología indican que pertenecen a los primeros pobladores de Aridoamérica.

“Esta cueva también conocida como de La Sepultura y enclavada en la Sierra Madre, en el suroeste de Tamaulipas, es un sitio muy importante porque nos da información sobre la población del norte de México, pues es una zona limítrofe entre Mesoamérica,  de las altas culturas de los pueblos agrícolas y Aridoamérica, área de la del desierto y de pueblos cazadores-recolectores que pervivieron, inclusive, después de la Conquista”, señaló.

Los restos óseos descubiertos pertenecen a personas de ambos sexos y de diferentes edades: niños, mujeres, adultos y jóvenes. “Hubo una fuerte tradición de cuevas mortuorias al norte de México, las cuales funcionaban como cementerios. Ahí los cazadores-recolectores depositaban los cadáveres de todo individuo, independientemente de su edad o condición”, apuntó el arqueólogo de la UNAM.

Como resultado de la  etapa de exploración, la UNAM y el INAH han determinado que la cueva de La Calavera pudo contener más de  individuos, pero debido al saqueamiento se ha perdido  que ayude a agilizar la investigación. “Hemos encontrado restos de más de 20 sujetos que pertenecieron a poblaciones de pre cerámica, es decir, que no eran agricultores sino, individuos dedicados a este oficio manual”, apuntó Carlos Serrano.

Los restos hallados, añadió, superan la antigüedad de los únicos huesos de cazadores-recolectores que en 1950 fueron rescatados de una cueva en Coahuila y que corresponden a personas del año 1,200 d.C. “Los datos obtenidos en Coahuila son el referente principal para este trabajo, pero lo que hemos descubierto es información nueva”.

—¿Por qué es importante este hallazgo?

—Porque nos permite ahondar en el conocimiento de la diversidad cultural y física de los pueblos del norte de México, culturas que no han sido objeto de trabajos sistemáticos. En México nos hemos preocupado mucho por las culturas mesoamericanas pero el norte que no tiene grandes sitios arqueológicos y arquitectura monumental, se ha quedado marginado.

La técnica que utilizan los tres antropólogos físicos y cuatro arqueólogos para desarrollar esta investigación, es la osteometría, es decir, un conjunto de técnicas que miden y registran los rasgos morfológicos del esqueleto así como la valoración de características anatómicas para poder reconstruir el perfil físico de la gente.

“Hay mucho contaste entre los cazadores y los pueblos agrícolas, en el norte de México las poblaciones tienen rasgos muy antiguos, esto es, conservaron las características de los primeros pobladores de América, principalmente, los cráneos largos, que técnicamente se denomina dolicocefalia”, explicó Carlos Serrano.

Aparte de la morfología cefálica, la estatura entre mesoamericanos y aridoamericanos también es distinta ya que los antiguos pobladores del norte del país son más altos. “Esto se relaciona con su adaptación a la vida y al ambiente. Lo mismo sucede en la patología, por ejemplo, las enfermedades dentales como caries no existieron en Aridoamérica con la misma intensidad y frecuencia como sucedió en los pueblos agrícolas”, indicó.

Por eso, explicó se encuentran estudiando más a fondo los procesos de adaptación tanto físicos y como culturales, y también para romper la idea de que los pueblos cazadores-recolectores son primitivos. “La realidad es que sí desarrollaron culturas muy complejas adaptadas a la vida de desierto y con densidades demográficas bajas.

Por último el antropólogo comentó que se encuentran analizando el ADN de los restos óseos hallados, al igual que los textiles, la cordelería, las conchas y los  instrumentos de huesos que se pudieron conservar en la cueva de La Calavera gracias al clima seco.


Vía: Crónica

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