Egiptólogos de la Universidad de La Laguna trabajan en la reconstrucción del impactante techo que muestra un cielo estrellado de intenso azul en una tumba en Luxor, y que reabre el enigma de por qué los textos funerarios dejaron de utilizarse durante un siglo.
El profesor titular de Egiptología de la Universidad de La Laguna Miguel Ángel Molinero, que es epigrafista jefe del “Proyecto de conservación del Asasif sur”, explica en una entrevista con Efe en qué están consistiendo los trabajos de reconstrucción del impactante techo que muestra un cielo estrellado de intenso azul en una tumba en Luxor, en concreto en la cámara funeraria de la tumba del sacerdote nubio Karakhamon, descubierta en agosto de 2010.
En esta localidad de Luxor, la antigua Tebas, trabaja una misión egipcio-norteamericana dirigida por la egiptóloga Elena Pischikova y el objetivo es excavar, estudiar y restaurar el monumento funerario en el que ha aparecido el techo astronómico.
La tumba de Karakhamon data de la dinastía XXV, en torno al 710 antes de la era, cuando Egipto fue conquistado por Nubia, un antiguo reino vasallo, y los nuevos señores recuperaron las tradiciones religiosas antiguas, ya fuera por una creencia sincera en los dioses egipcios o por hacerse aceptar con más facilidad por la población local.
En Tebas los representantes de la dinastía iniciaron la construcción de unas tumbas gigantescas, semejantes a templos subterráneos -alguna de hasta 4.500 metros cuadrados y con salas hipóstilas- y una de las primeras, convertida en modelo para generaciones sucesivas, fue la de un nubio del que apenas se conoce más que su nombre, Karakhamon.
Las paredes de sus cámaras funerarias fueron cubiertas con textos antiguos -la tumba privada con más textos que se hubiera construido hasta entonces- y se decoró con un techo astronómico que representa el cielo nocturno del norte y del sur divididos en su eje central por la diosa Nut, como personificación divina de la Vía Láctea.
La recuperación del techo astronómico ha sido asumida por un grupo de egiptólogos de la Universidad de La Laguna junto al equipo técnico de restauradores egipcios y los primeros resultados serán publicados por la Universidad Americana de El Cairo en la primavera de este año.
Miguel Ángel Molinero detalla que cuando se descubrió la cámara que presenta el techo se encontraba completamente cubierta de escombros y tierra y había entre 5.000 y 6.000 fragmentos del techo y las paredes sobre el suelo.
Lo que no se encontró fue el cuerpo del sacerdote nubio, pues el sarcófago estaba destrozado, y ya durante el proceso de desescombro Molinero, junto al epigrafista Daniel Méndez y la arqueóloga Soraya Luján, ambos también de la ULL, comenzó a estudiar y copiar los textos.
La tarea, en el verano pasado, consistió en organizar todos los fragmentos localizados y agruparlos temáticamente: qué piezas correspondían a las estrellas decanos, a las constelaciones, al cuerpo de la diosa y a las escenas de las paredes, que representan la ceremonia del pesado del corazón.
Ya se han vuelto a colocar en el techo unos 500 fragmentos, los más grandes, y Molinero señala que “lo que más impresiona es el azul tan intenso del cielo y los nombres de las estrellas en amarillo, de manera que los signos de la escritura representan a la propia estrella, como Sirio- Sopdet y las que componen la constelación de Orión, y los planetas”.
Hay pocos techos astronómicos tan completos y como especialista en literatura religiosa egipcia, considera “sorprendente” cómo esta imagen del firmamento reaparece en esta tumba, la TT223, después de que durante unos 150 años se eliminasen de las cámaras funerarias todo tipo de textos.
Vía: El Imparcial
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