Un equipo internacional de científicos, que utilizó una nueva técnica en el análisis de las conchas fósiles de caracoles, encontró pistas de un cambio climático ocurrido hace casi 34 millones de años, según un artículo que publica Proceedings of the National Academy of Sciences.
Un equipo internacional de científicos, que utilizó una nueva técnica en el análisis de las conchas fósiles de caracoles, encontró pistas de un cambio climático ocurrido hace casi 34 millones de años, según un artículo que publica Proceedings of the National Academy of Sciences.
En ese período la Tierra pasó de un estado de “invernadero” cálido y con elevado contenido de dióxido de carbono al clima moderno, variable, con bajo nivel de dióxido de carbono y de “heladera”.
A través del continente antártico crecieron enormes capas de hielo, los grupos mayores de animales cambiaron y las temperaturas oceánicas bajaron en unos 5 grados Celsius.
Pero los estudios de cómo este cambio drástico afectó a las temperaturas en tierra han tenido, hasta ahora, resultados ambiguos.
Algunos muestran que no hubo cambios apreciables en el clima de tierra, otros encuentran un enfriamiento de hasta 8 grados Celsius y grandes cambios en las estaciones.
Ahora un grupo de científicos estadounidenses y británicos ha usado una nueva técnica geoquímica para analizar los isótopos pesados de carbono y oxígeno en las conchas fósiles de caracol.
Sus resultados indican una disminución de hasta 10 grados Celsius en las aguas dulces durante la temporada cálida y de 6 Celsius para la atmósfera en el Atlántico norte, lo cual proporciona más pruebas de que la concentración atmosférica de dióxido de carbono y la temperatura en la superficie de la Tierra están enlazadas.
El autor principal del artículo es Michael Hren, profesor asistente de química y geociencias en la Universidad de Connecticut, y entre los colaboradores se cuentanNathan Sheldon y Coger Lohmann, del Departamento de Ciencias de la Tierra y Ambientales, de la Universidad de Michigan.
La transición entre el eoceno tardío y las épocas del oligoceno (entre 34 y 33,5 millones de años atrás) fue causada en parte por los cambios en la concentración atmosférica de dióxido de carbono que permitió la acumulación de hielo en el continente antártico.
El crecimiento del manto de hielo acoplado con cambios favorables en la órbita de la Tierra llevó al planeta a un punto de vuelco climático y condujo a la acumulación rápida de una capa permanente de hielo en la Antártica y a cambios mucho más amplios en el clima global, escribieron los autores.
Pero gran parte de lo que se conoce acerca del clima de este período proviene de muestras extraídas de perforaciones profundas en el fondo del océano. Allí los restos orgánicos e inorgánicos de antiguas criaturas marinas retienen las marcas químicas de las temperaturas oceánicas cuando estaban vivas.
Ahora los investigadores usaron la técnica recientemente desarrollada del “termómetro de isótopos agrumados” para examinar las conchas de fósiles terrestres de ese período.
El equipo recolectó caracoles fosilizados de la Isla de Wight, en Gran Bretaña y observó no sólo el tipo y número de isótopos de carbono y oxígeno presentes, sino también cómo estaban enlazados.
La abundancia de enlaces que contienen isótopos pesados de oxígeno y carbono depende de la temperatura, de manera que esos enlaces pueden dar una imagen confiable del clima de los ambientes terrestres.
Los resultados son significativos en parte porque proveen más pruebas de que el dióxido de carbono está vinculado con el clima, no sólo por la vía de los vastos océanos y su temperatura, sino también por las temperaturas terrestres, dijo Hren.
Los estudios han mostrado que, antes de este enfriamiento drástico, la atmósfera de la Tierra contenía 1,000 partes por millón de dióxido de carbono o más. Hacia el final de la transición contenía probablemente menos de 600 a 700 partes por millón.
Hren dijo que algunos pronósticos señalan que las concentraciones actuales de dióxido de carbono en la atmósfera de la tierra, cercanas a 400 partes por millón y en aumento, podrían incrementarse hasta casi 1,000 partes por millón en los próximos cien años.
Vía: El Siglo de Torreón
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