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El enigmático “altar celestial” de Gabii.

Detalle del llamado "altar de Gabii" | Crédito: Wikipedia.
De entre las muchas piezas de época romana que salieron a la luz en las primitivas excavaciones realizadas en Gabii (a unos 20 kilómetros de Roma) en 1792, una de ellas resulta especialmente singular, y no por su calidad artística –de la que no carece–, sino por su incierto significado.
La obra en cuestión –un “disco” de mármol pentélico de unos 90 centímetros de diámetro decorado con cabezas esculpidas y relieves en su borde–, fue descubierta por el pintor y anticuario británico Gavin Hamilton mientras trabajaba al servicio de la familia Borghese.
Tras el hallazgo, la pieza –al igual que los demás restos arqueológicos descubiertos– pasó a la colección del célebre clan italiano. Sin embargo, unos años después, en 1807, el mismísimo Napoleón Bonaparte la compró –junto a otras obras– para que engrosase los fondos cada vez más abundantes del Museo del Louvre, donde sigue hoy en día.
El aspecto de la obra es sin duda singular: el “disco” –o “cilindro” de escasa altura– cuenta con un rebaje en su parte central, como si hubiese estado destinado a albergar una pequeña cantidad de líquido.
Alrededor de esta “hendidura” aparecen doce esculturas de bulto redondo, en concreto doce cabezas que representan a dioses del panteón romano. El borde del disco, por su parte, presenta un relieve continuo en el que se muestran algunos atributos de dichos dioses, así como símbolos de los meses y los doce signos del Zodíaco.
Hoy en día la pieza –datada a comienzos del siglo II d.C.– se conoce como “Altar de Gabii” o “Altar de los doce dioses” pero, como avanzábamos al principio, no hay certeza sobre el uso o significado que pudo haber tenido en la época de su creación.
Durante mucho tiempo se ha propuesto que pudo haber sido un peculiar reloj de sol –griegos y romanos se cuentan entre los primeros creadores de este tipo de artefactos–, concretamente uno de tipo horizontal.
Según esta hipótesis, el rebaje de la parte central del disco habría sido utilizada para acoplar otra pieza –quizá un disco de bronce– que estaría provista de un gnomon, el “palo” que crearía la sombra para la marcar las distintas horas.
En opinión de los investigadores que defienden esta propuesta, dicha posibilidad quedaría respaldada por la presencia de varias muescas en el mármol en las que podría haber ido encajada la supuesta pieza del gnomon.
Los Dii Consentes, representados en el "disco" de mármol hallado en Gabii | Crédito: Wikipedia
Otros autores, sin embargo, no comparten esta hipótesis. Uno de los principales inconvenientes para tal interpretación radica en el hecho de que los relojes de sol horizontales fueron muy escasos en la Antigüedad, y los pocos que se conservan no se parecen en nada a la pieza hallada en Gabii.
Además, señalan estos estudiosos, en el “altar” de Gabii no se encuentran las habituales líneas talladas sobre la piedra que sí se ven en los distintos relojes solares de época romana, y que ayudaban en la medición y “lectura” de la hora.
Aunque la hipótesis del reloj solar parece endeble –o al menos difícil de verificar–, no hay duda de que la singular muestra de escultura clásica tuvo algún tipo de uso o significado “cósmico” o “calendárico”.
La primera evidencia se encuentra en el relieve con la representación de los signos del zodíaco, pero también en las esculturas de bulto redondo, (las cabezas de los dioses romanos), que por su tamaño y ubicación destacada fueron sin duda la parte principal de la obra.
Estas cabezas no sólo están colocadas como si miraran al cielo –la parte del hueso parietal está “soldada” a la superficie del “disco–, sino que además la disposición de los dioses es del todo menos anecdótica.
Si nos fijamos con atención, vemos que las cabezas están distribuidas por parejas. Una “organización” que se corresponde con la que, según antiguos textos romanos, ordenaron venerar los libros sibilinos para apaciguar la ira de las divinidades y vencer al cartaginés Aníbal.
Según el relato de este suceso, que habría marcado el momento de la introducción de los doce dioses –los Dii Consentes– en el panteón romano, los sacerdotes escenificaron un banquete sagrado a modo de ofrenda, de tal forma que se colocaron seis bancos o asientos con imágenes de dos divinidades –una masculina y otra femenina– en cada uno de ellos.
Curiosamente, las divinidades colocadas en los sillones estaban representadas únicamente por sus cabezas, al igual que sucede en el “altar” de Gabii. Por tanto, parece claro que las figuras esculpidas en la pieza conservada en el Louvre están representando a los Dii Consentes.
Hay una única pega: aunque los doce dioses representados son los mismos, en el altar de Gabii tres de las parejas no coinciden con las descritas en el relato original sobre aquel banquete. Es decir: algunos dioses no están acompañando a las diosas que les corresponderían.
El “emparejamiento” original de estos doce Dii Consentes, y su relación con los meses y los signos del zodíaco aparecía inalterado en otra obra –en este caso literaria– de comienzos de nuestra era. En el siglo I d.C., el poeta romano Marcus Manilius escribió su Astronomicael texto astrológico completo más antiguo que se conoce y en el que, entre otras cosas, hablaba de las divinidades, los planetas y su relación con los meses y los signos del zodíaco.
Aunque la disposición de las parejas de dioses, los meses y signos del zodiaco que vemos en el altar de Gabii está cambiada respecto al texto de Manilius y al relato original, no hay duda de que el escultor de la obra se inspiró en ambas fuentes. ¿Por qué introdujo esas modificaciones? ¿Cuál fue el auténtico uso de aquella pieza? Sugerentes preguntas que, por el momento, siguen esperando una respuesta satisfactoria.

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