Aunque la gran victoria se produjo el 10 de agosto de 1557, la ciudad no pudo ser tomada hasta el día 27, hoy hace 456 años.
Vista del sitio de San Quintín, capital de la Picardía, en 1557. |
La batalla de San Quintín fue célebre por muchos motivos. Fue uno de los más grandes
enfrentamientos españoles contra el ejército de Francia que dio al entonces bisoño Rey Felipe II una victoria decisiva. Tan decisiva como la
posterior de Lepanto. Como es sabido, la batalla se decantó del lado español el 10 de agosto de 1557, día de san Lorenzo, por lo que el joven Rey
mandó construir su palacio de El Escorial con forma de Parrilla, en honor al santo del día de aquella
gran victoria.
Pero
incluso las grandes victorias tienen flecos. Y San Quintín los
tuvo, igual que había tenido un complicado prólogo con la alianza del Papa Pablo IV y el Rey francés Enrique II. Nada había sido
fácil, y menos lo fue la toma de la ciudad después de la batalla. San Quintín
dominaba desde una colina una zona de más de dos leguas, y su parte sur
suroeste estaba inundada aquellos días por algunos pantanos y elrío Somme.
El
sitio que los españoles plantaron a la guarnición francesa se dilató aún 17
largos días, en los que la artillería no dejó de castigar y quebrar sus muros. Hasta el día 27 de agosto no fue debelada.
Añagazas.
Aquel
primer periodo del reinado de Felipe II estuvo lleno de añagazas. Por un lado,
el Papa facilitó la entrada de las tropas francesas en sus territorios de
Italia en cuanto tuvo noticia de la alianza con Enrique II, que ansiaba conquistar el Milanesado y por encima de todo expulsar a
los españoles de Nápoles. Pero el duque de Alba rechazó la operación francesa con
tal eficacia que el Sumo Pontífice quedó aislado. Como al Papa guerrero no le
gustara esa nueva situación, decidió excomulgar al Rey
Católico.
Felipe
II acudió a Bruselas a principios de agosto, adonde llegó un ejército enorme de 60.000 soldados españoles, flamencos e ingleses, que además recibía
apoyo de 17.000 jinetes y la atronadora voz de 80 piezas de artillería. Lo mandaba el duque de Saboya, que se había pasado al servicio de la
Corona española tras ser despojado del
ducado saboyano por el francés.
Las añagazas puestas en marcha por los españoles resultaron
más efectivas. Un movimiento de distracción hizo pensar
a los mandos franceses que el objetivo era Champaña y luego Guisa. Llegó a amenazar dicha plaza con
un asedio y los franceses se tragaron el farol, enviando un gran contingente de
tropas. Solo entonces, los españoles desviaron
la lucha a San Quintin, capital de Picardía y llave estratégica del norte de
Francia. Desde luego el duque de Saboya hizo con sus planes honor al nombre de
esta región francesa.
En
San Quintín solo había unos centenares de soldados, pero entre elrío, la
laguna y los muros aún tenía una poderosa defensa. El 2 de agosto las
compañías españolas comandados por Julián Romero y Candolenet se apoderaron del
arrabal de la isla con gran determinación, salvando los fosos y baterías
defensivos. La respuesta francesa fue enviar con prontitud extrema al almirante
Gaspar de Coligny al mando de un contingente de socorro formado por apenas 500 hombres que logró introducirse en la ciudad durante la
noche del 3 de agosto.
Detrás
venía el ejército francés al completo, con unos
22.000 infantes, 8.000 jinetes y 18 cañones, bajo las órdenes del condestable De
Montmorency (tío de Coligny) y su hermano Andelot. Este trató de entrar también
en la ciudad junto a 4.500 soldados, pero no lo consiguió, sino que cayó en una
emboscada.
Del
desprecio a la imprudencia y la derrota.
Es
sabido lo que ocurrió el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo.
Montmorency expuso su avance a la posibilidad
de una maniobra envolvente, en parte porque
despreciaba tanto al duque de Saboya que nunca pensó que le tomase la delantera
de ese modo. No hizo caso de quien le advirtió del peligro y gracias a su ciega soberbia los españoles
pudieran cruzar el río por el puente de Rouvroy ysorprender a su ejército en
mitad de la maniobra de despliegue.
Rodeado
por los cuatro costados, Montmorency poco pudo
hacer contra los españoles que destrozaron sus
filas con ráfagas de arcabuz mientras las alas caían con
ímpetu imparable sobre el ejército francés. Fue una carnicería y ni siquiera Montmorency
pudo evitar ser capturado por un soldado de caballería, apellidado Sedano, de la compañía de don Enrique Manrique, que recibió
10.000 ducados en premio de su acción.
Aunque tuvo que repartirlos con el capitán Valenzuela, que fue quien dio el grito de "Cautivo"·
Las
noticias vuelan.
Felipe
II recibe la noticia el día 11 en Cambray y el 13 acude al campamento a felicitar al duque de Saboya. Pero aquel día se ganó a pulso el calificativo de Rey Prudente. Era la primera
victoria desde que empuñaba el cetro y el entusiasmo de sus fieles le
impulsaban a marchar sobre París. Pero él no quiso manchar la victoria con una campaña dudosa ni, por supuesto, dejar San Quintín en retaguardia aún en
manos de franceses. Así que se centró en celebrar la fortuna de su reinado con
la construcción de El Escorial en honor a
San Lorenzo y ordenó que se tomase la plaza.
Brechas
en la muralla.
Durante
los días previos a la batalla se había llegado a abrir una gran brecha tras
la explosión de un polvorín adosado a la muralla,
pero el fuego y el humo habían sido tales que no dejaron a los sitiadores ver
las posibilidades que la explosión les abría. Además, los sitiados repararon y
mejoraron la muralla por aquel punto. Pero de nada les iba a servir.
Solo
resistieron hasta el 27 de agosto, cuando se
produjo un asalto general desde el sur, este y
norte. Columnas española, flamenca e inglesa aprovecharon varias brechas abiertas por la artillería en la muralla. No tiene tanto mérito para la historia
militar, pero fue la acción que cerró la operación. La batalla se había ganado por la inteligencia y el genio
militar del duque de Saboya. La toma fue un epílogo
sangriento.
La
mayor parte de los sitiados acabaron pasados a cuchilllo y el almirante Coligny fue capturado junto con varios nobles. Felipe II dejó una
guarnición de cuatro mil hombres bajo el mando del conde de Abresfem.
Al
año siguiente, el 13 de julio, las tropas
españolas volvieron a vencer a las francesas en la batalla de Gravelinas, lo que apresuró al
Rey francés a firmar una paz honrosa, la de Cateau-Cambrésis en 1559.
Vía: ABC
Comentarios