Los cazadores habitaron el norte de España hace entre 17.000 y 10.700 años.
Vista del Monte Castillo, donde se encuentra la Cueva de El Castillo. |
Los nómadas que habitaron Cantabria durante el Paleolítico abandonaron progresivamente las cuevas y abrigos rocosos altos para vivir en lugares más llanos. Así se desprende de un estudio con programas informáticos de análisis geográfico de los científicos del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria.
El estudio, que publica el último número del Journal of Anthropological Archaeology, analiza la visibilidad de los yacimientos paleolíticos de la mitad oriental de Cantabria y las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, según informa SINC.
“Hemos comprobado que los cazadores y recolectores nómadas que habitaban estas tierras, hace entre 17.000 y 10.700 años, cambiaron cuevas y refugios situados a media ladera o en altitud por otros en los fondos de los valles y pies de ladera”, ha apuntado Alejandro García Moreno, de la Universidad de Cantabria y autor principal del estudio.
Yacimientos muy visibles.
Los yacimientos más antiguos suelen situarse en montes de forma cónica, como las cuevas de El Castillo en Cantabria y Santimamiñe en Vizcaya. Destacan en el paisaje, es decir, no solo puede verse muy bien desde ellos, sino que también resultan muy visibles.
A lo largo del Paleolítico aparecen yacimientos nuevos, muchos de ellos en cuevas que no estaban habitadas hasta entonces y en lugares de menor altitud. “Desde estas cuevas podían ver a mucha menos distancia, pero abarcan un horizonte mayor”, expone el científico.
En total, los investigadores estudiaron 25 yacimientos arqueológicos del final del Paleolítico Superior -los periodos denominados Magdaleniense y Aziliense- y emplearon un sistema de información geográfica (GIS, por sus siglas en inglés) que combina datos espaciales, como mapas y modelos digitales del terreno con información alfanumérica.
Cambios culturales, sociales e ideológicos.
En aquella época histórica se produjeron cambios climáticos y transformaciones sociales importantes. Fue el final de la última glaciación, aparecieron nuevos instrumentos, como los arpones, y hubo cambios sociales, culturales e ideológicos, como la desaparición del arte rupestre.
Los autores del nuevo artículo interpretan que el cambio en las preferencias a la hora de elegir un hábitat podría responder a dos razones paralelas y no excluyentes entre sí.
Por un lado, la caza de grandes manadas, principalmente de ciervas, se hizo menos masiva. “Los humanos fueron adoptando una dieta más diversificada; por eso ya no era tan importante vigilar el territorio y las manadas de animales, sino tener un acceso más directo a una variedad de recursos cercanos”, ha subrayado García-Moreno.
Por otra parte, hay una explicación social: parece que al final del Paleolítico las comunidades humanas se disgregaron, cada vez se desplazaban menos en sus movimientos nómadas y los antiguos contactos a grandes distancias se debilitaron.
“Estas cuestiones de organización social son difíciles de abordar, puesto que no suelen dejar registro material evidente. Es posible que los grandes yacimientos muy visibles en zonas destacadas del paisaje fuesen perdiendo su función como lugares simbólicos donde se reunían diferentes grupos, y por eso se elegían otros yacimientos más pequeños, de los que llamamos de tipo logístico, más prácticos”, ha concluido el científico.
Vía: RTVE
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