Tito Livio: el maestro de la historia romana

¿Quién fue Tito Livio? Imagen meramente ilustrativa. Tito Livio fue un historiador romano que vivió entre el año 59 a.C. y el 17 d.C., aprox...

Las "fogosas" noches de boda de los reyes europeos.

"Rito de desflorament" durante la Edad Media // Wikipedia Commons
La vida sexual de los reyes europeos, tradicionalmente, si algo no ha sido nunca es casta y discreta. Resultan vox populii los continuos amantes, flirteos, concubinas y concubinas-que de todo ha habido en la cama del Señor-, incesto, pederastia, adulterios con cornamentas más grandes que la feria del árbol, violaciones ... en fin, todo un abanico de posibilidades propias de gente que, teniendo la gracia de Dios sobre ellos, hacían con sus genitales lo que querían una noche sí y otra también. En estas circunstancias, lo que podría esperar el común de los mortales es que las noches de boda en las bodas reales fueran lo más parecido que pudiera haber en la imagen de desenfreno de Sodoma y Gomorra (o la más actual casa de "Gran Hermano") dada su fogosidad bajo-ventral. Pues, aunque le parezca mentira, nada más lejos de la realidad... imagina usted haciendo sus "cositas" en medio de una plaza pública? Pues en una situación parecida se encontraban buena parte de las parejas reales en su primera noche de casados. Un auténtico papelón.
Hasta bien entrado el siglo XX, los reyes, reinas, príncipes y princesas, llevaban todos entre sus pertenencias el peso de sus respectivos reinos y principados. Esto significaba de facto que los países que administraban y eran herederos, eran propiedad personal su cual casa, burro o maleta propias y que, por tanto, eran una mercancía más con la que comerciar y traficar a su libre albedrío. En esta situación, las bodas eran algo más que un simple boda por amor, de modo que los intereses económicos y de equilibrio de poder entre las familias reinantes mandaban por encima de cualquier otra consideración. Casarse por amor? Que no les fueran con tonterías...
Así las cosas, las bodas de conveniencia entre los herederos eran simples mercadeos de tierras y siervos para aumentar el poder de los clanes reales implicados. Esto hacía que en no pocas ocasiones, las bodas reales se hicieran entre adolescentes-o directamente niños-los cuales tenían por derecho divino-y por varapalo de los padres-unir varias coronas en la nueva familia que estaban formando. La firma de este contrato puramente mercantil se sellaba con la consumación del "clave" entre los recién esposos... pero claro ... tanta trascendencia tenía esta "firma" que si no se llegaba a producir, la boda podía darse por nulo y echar por tierra todas las expectativas de poder que había. Había certificarlo... y qué mejor que tener testigos de la firma?
Imagínese la escena, que bien podría ser de vodevil: Un par de adolescentes (dipocs y dimenys), que era prácticamente la primera vez que veían a su "partenaire", en una época en la que hablar de sexo era sinónimo de pensión completa para la eternidad en las ollas de Pedro Botero, más inocentes que una gavilla de habas-llegar vírgenes al matrimonio era condición sine-qua-non -, situados en una cama más grande y frío que una pista de patinaje y rodeados los morbosos ojos de sirvientes, curas y notarios ávidos de poder certificar la unión.La presión sobre el par de enamorados era similar a tener encima un trailer de 16 ejes, de manera que hacer cualquier otra cosa que no fuera jugar al parchís era poco menos que imposible.
En el mejor de los casos, en que se respetaba mínimamente la privacidad (esto qué es?) De la pareja, los notarios esperaban fuera-esperando ver las sábanas manchadas de sangre por la virginidad de la princesa - o, lo más normal, se corría una cortina entre los testigos y ellos. No hace falta decir que lo único que se corría en aquella sala era la cortina.
La mayoría de las veces, dado que era un simple formalismo, los testigos hacían la vista gorda y daban por buena una unión que en realidad no se había producido, atribuyendo al marido una potencia sexual más parecida a la de un búfalo que a la de una persona para dejar bien parado al pobre chaval, que ni tenía el cuerpo ni los conocimientos de que hacer en ese momento. No eran pocos los testigos-sobre todo de testigos de la unión-de impotencia manifiesta que solicitaban anular la boda-contrato. Más allá de discapacitados endogámicas diversas, en similares circunstancias de "intimidad"-lea, intimidación -, lo más raro es que se hubiera podido llegar a "firmar" nunca cualquier unión de reinos de esta forma durante más de mil años .
Los Reyes Católicos y toda su estirpe, los Tudor ingleses, los Borja... sea como sea, y dadas las sensacionales noches de boda que se corrieron (ejem), no es extraño que, cuando crecieran y aprendieran un poco de qué iba la asunto, se dieran tanto ellos como ellas, todos (y digo todos) los "gustarros" que les pidiera el cuerpo. De esta manera el disgusto y el complejo de una primera vez absolutamente trastornada equilibraba con el desquiciado complejo de no darse un disgusto el resto de su vida.
Una vez pasado el tiempo de estos formalismos en la cama, quizás por ello entendamos el porqué, hoy en día, los reyes son tan simpáticos...
... O no.

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